Luciana
Me senté en el despacho del presidente, intentando recordar los detalles de la noche de la fiesta. Mi cabeza estaba llena de imágenes borrosas y sonidos confusos. Me sentía como si hubiese sido poseída por un espíritu salvaje.
Esta mañana, en cuanto llegué, mi secretaria me notificó que el presidente requería mi presencia en su oficina, urgente. Sudé frío. Mis recuerdos eran pocos y esporádicos.
Mi jefe sonreía mientras se inclinaba hacia atrás en su silla. "Luciana Castelo, eres una mujer muy interesante," dijo con una sonrisa pícara.
El color se me fue del rostro y regresó de golpe. 'Por favor, dioses del Olimpo, Thor, Virgen del tepeyac, que no haya yo hecho algo inapropiado a mi jefe', oraba en mi mente a cuanto dios y santo me acordaba para que lo que me imaginaba no hubiese sucedido.
Me ruboricé, sintiendo una mezcla de vergüenza, culpa y curiosidad. "¿Qué pasó esa noche, presidente?", pregunté intentando mantener la calma.
Marcus se rió. "Para empezar, Reina del Champán y de los brindis." 'Ay, no, qué pena', pensé.
"No recuerdo mucho de los demás" hizo una breve pausa y me miró "pero definitivamente lo que pasó contigo está muy fresco en mi memoria. Brindaste innumerables veces conmigo, me bañaste de tequila, ¿o era vodka?, me hiciste cantar contigo, un sin fin de géneros musicales, hasta dejarme afónico, luego, me torcí el tobillo intentando llevarte el paso con 'Payaso de rodeo', oh, un clásico, jejeje." Aplaudió Marcus de pronto, haciéndome saltar de mi asiento por la impresión.
"Me debes un traje a medida de Armani," prosiguió, dejándome impactada. "Vomitaste sobre él, ahora está inservible, no pienso ponérmelo de nuevo. ¿Qué más? Ah, sí, casi me ahogas en el jacuzzi intentando lavarme tu... incidente. Luego lloraste, me confesaste tu amor y..."
"¿Qué yo hice qué?!" interrumpí abruptamente a Marcus, no podía creerme capaz de semejante estupidez. Mi jefe era guapo y todo, pero no era ni de lejos mi tipo. Estaba totalmente segura de que esto era un error. Y efectivamente.
Marcus me miró con una mueca de dolor fingido. "Tks, tks, me siento ofendido, Luciana, sabes." Rió y continuó: "Te decía, me dijiste que desde la primera vez que me conociste, te enamoraste perdidamente de mí, que era tu sol y tu lluvia, algo así, y que mi sonrisa te derretía. Valla, nunca pensé que fueras tan apasionada. Luego me llamaste imbécil, me abofeteaste y dijiste algo sobre por qué no te mencioné mi boda en Puebla. ¡Cielos! Ahí comprendí que me confundiste, con tu ex novio, porque yo me casé en Italia y en ese entonces no te conocía ni sabía de tu existencia, jeje."
Me miró fijamente por un momento. "¿Ya regresó tu memoria, Luciana?" Valla que Marcus es bueno desbloqueando recuerdos bochornosos; pues a mitad de la conversación, ya había recordado todo. Mi cara debía ser un poema.
Me cubrí el rostro con las manos, mortificada. ¿Cuántas locuras había hecho? ¿Cómo iba a mirar a mi jefe, después de esto?
Marcus se rió de nuevo, divertido. "No importa eso ya, Luciana. Quedará como un secreto entre nosotros. Olvídalo de nuevo si quieres."
"Como si eso fuera posible," musité en voz baja.
"Bueno, lo que importa y nos conviene es tu futuro en la compañía. Tengo noticias, buenas noticias para ti."
Me sorprendí. ¿Qué quería decir?
"La compañía va a abrir una nueva filial en México," anunció. "Y quiero que tú y Emily sean las encargadas de dirigirla. La sede, patrocinará presupuestos, el primer año, en lo que se adaptan y encuentran inversores, y tendrán autonomía, para la toma de decisiones. Emily, con su experiencia y liderazgo será la presidenta, y tú, con tu talento y energía serás la vicepresidenta."
"¿Estás seguro?", pregunté intentando contener mi emoción.
Marcus asintió. "Sí, estoy seguro, y también estoy seguro de que puedes manejar cualquier situación, incluso las más... locas."
Sonreí con gratitud. "No te defraudaré, Marcus, ni a la compañía."
Mi jefe sonrió de vuelta. "Lo sé, Luciana, lo sé."
Me levanté de mi silla, sintiendo una nueva energía y propósito. Estaba lista para enfrentar este nuevo desafío.
Pero mientras salía de la oficina, Marcus me hizo un último comentario.
"Por cierto, Luciana, espero que tú y Alexander puedan arreglar sus diferencias. Me gustaría asistir a su boda. Estaré esperando tu invitación."
"Entendido, presidente", me giré hacia la puerta y salí a toda prisa. Tenía la esperanza de no haber mencionado su nombre. No esperaba que mi jefe pudiera recordarlo todo. ¿Qué tanto sabía Marcus sobre mí y Alexander? ¿Qué tanto le conté yo?
Bueno, no importa. Total, dijo que eso sería un secreto, y si se le sale contarle a alguien, lo negaré hasta el final.
Ahora toca ser feliz y contarle esto a Natalia, y por supuesto, compartirlo con mi familia. Me emociona saber que pronto podré volver a verlos, después de muchos años sin pisar suelo azteca. Por fin regresaré.