Alas Negras

Capítulo Siete.

PLANO DE LOS HUMANOS.

ACTUALIDAD.

Giselle tardó alrededor de diez segundos en armar todas las piezas del rompecabezas en su cabeza y ahogó un grito al comprender quien era en realidad su profesor de literatura. Lo observó por un momento y se sintió avergonzada al recordar lo que había sucedido esa mañana, le dedicó una mirada a modo de disculpa, pero Barakiel ni siquiera reparó en ella, tenía demasiadas cosas en su cabeza y lo último en lo que necesitaba pensar era en la joven estudiante.

 —Ragastra me ha comentado la situación, pero necesito saber a detalle qué es lo que realmente está pasando —solicitó en dirección a los troneines.

Estos se miraron entre sí y Xicaran asintió en dirección a Barakiel, no muy seguro sobre desde dónde debía contarle. Organizó sus ideas y prosiguió a contar todo.

—Después de su destierro el plano celestial se volvió un caos, el rey Exul estaba furioso con Herkiel por haberlo desterrado sin su autorización en lugar de llevarlo devuelta a los calabozos, incluso lo encerró en los calabozos durante tres meses, por actuar sin su consentimiento —hizo una pausa—. Al querubín que ordenó arrancarle las alas lo mató y las potestades que colaboraron fueron encerrados en los calabozos.

Barakiel rio internamente, entendía por qué Exul actuó de esa manera, era obvio que el rey quería arrancarle las alas y expulsar a su propio hijo él mismo, por lo que estaría furioso si alguien más lo hiciera.

—No me interesa saber lo que mi padre hizo durante todo este tiempo, lo que me interesa es saber cómo es que Herkiel es ahora el rey —dijo con voz severa, uniéndose a ellos en el comedor.

La incomodidad en la habitación se hizo presente y Xicaran miró en dirección a sus compañeros en busca de apoyo.

—No hay necesidad de ser déspota, Barakiel —comentó Ragastra, molesta por el comportamiento del ángel—. Tú mismo has pedido que te cuenten a detalle la situación —señaló acercándose a ellos. Provocando que Barakiel la mirara de mala manera.

Los troneines se miraron entre sí, pero el único que se atrevió a hablar fue Moidel. Un troneine corpulento de pelo castaño y ojos color amarillo.

—Herkiel mató al rey Exul en el año 2000, fue entonces que…

­—¿En el 2000? —lo interrumpió Barakiel incrédulo—. Exul murió en el 2000 y nadie del plano celestial se molestó en notificarme —dijo irónico.

Barakiel no podía creer que hubieran esperado todo este tiempo para informarle. 

—Barakiel —gruñó Ragastra, ella entendía cómo se sentía Barakiel pues a ella también se le acababa de notificar, pero eso no le daba el derecho al ángel para comportarse de esa manera.

—Continúen —les dijo Barakiel.

—Después de que Herkiel matara al rey Exul se autoproclamó el nuevo rey y ordenó que no se le notificara nada a usted, ya que ya no pertenecía al plano celestial —dijo incómodo—. Algunos de los ángeles que aún lo consideraban parte del plano se opusieron, cosa que no le gustó a Herkiel, por lo que hizo que los encerraran en los calabozos como castigo por oponerse al nuevo rey. Los demás ángeles que estábamos en desacuerdo tuvimos que guardar silencio y acatar las órdenes de este. Después de eso modificó la estructura interna de las jerarquías dejando en los puestos importantes a gente de su entera confianza. En un principio todos tuvimos que seguirlo, pero todo se volvió un verdadero caos cuando se nos notificó que quería apoderarse del plano de los humanos. Fue ahí en donde se hicieron dos bandos, los que apoyaban la idea y los que estaban en contra. A Herkiel no le gustó eso por lo que comenzó a cazar a todos aquellos que estuvieran en contra incluyendo a los niños —explicó Moidel.

Giselle, al escuchar la historia sintió ganas de vomitar ante tal atrocidad. ¿Cómo era posible que alguien atacara a niños indefensos?

—¿Niños? —preguntó Giselle furiosa, atrayendo las miradas de todos.

Finalmente, Barakiel reparó en ella. La escaneó de arriba abajo y pudo notar como ella apretaba ambas manos en pequeños puños a sus costados. Verla actuar así le recordó a un pequeño gato enojado.

—Perdón —dijo avergonzada—. Olviden lo que he dicho —murmuró, sintiéndose pequeña e indefensa al darse cuenta de que había interrumpido.

—¿Por qué esta ella aquí? —inquirió Barakiel con voz firme, no le gustaba para nada que ella estuviera escuchando la conversación.

La cara de Giselle se tornó completamente roja por la vergüenza. Abrió la boca para responder, pero Ragastra se adelantó

—Ella está aquí, porque es la siguiente líder del aquelarre, Barakiel —dijo frunciendo el ceño en su dirección.

—¿La siguiente?, ¿Qué hay de Katherine? —inquirió Barakiel, estaba seguro de que la siguiente al mando sería ella.

Giselle sintió un pinchazo en el pecho al escuchar el nombre de su madre salir de los labios de su profesor de literatura.

—Mi madre murió hace quince años —gruñó Giselle, caminando hacia ellos.

—No tenía idea —respondió Barakiel, apenado por la noticia—. Lo lamento, Ragastra.

—No tienes por qué lamentarlo, no fue tu culpa —hizo una pausa—. Te contaré sobre eso más tarde, por ahora no hay que desviarnos del tema —dijo Ragastra—. Pueden terminar de explicar, por favor —dijo en dirección a los troneines.

 Los ángeles asintieron. La sensación de amargura que quedó en el aire después de que Xicaran terminara de contar lo que estaba pasando en el plano celestial le revolvió el estómago a Barakiel, realmente estaba sorprendido del monstruo en el que se había convertido Herkiel. Después de la conversación tan agotadora que tuvieron se dispusieron a cenar, nadie se atrevió de decir nada durante la cena, lo único que se escuchaba era el sonido de los cubiertos, en cuanto terminaron los troneines agradecieron por la comida y ayudaron a recoger la mesa para después retirarse a sus habitaciones dejando a Barakiel solo con las dos brujas en la cocina.




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