PLANO DE LOS HUMANOS.
ACTUALIDAD.
Durante los siguientes dos días, Barakiel estuvo absorto en su cabeza la mayor parte del tiempo, pensando en todas las cosas que Xicaran y Moidel le habían mencionado. Tanto así que su última clase del día la dio por terminada veinte minutos antes. Mientras caminaba algo apresurado rumbo a su oficina, Barakiel iba pensando en el contenido que debía llevar la carta para justificar su ausencia indefinida al decano de la universidad. Cuando se adentró en su oficina las ideas en su cabeza por fin se aclararon, así que se sentó detrás de su escritorio y comenzó a escribir en la computadora.
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE DANGARON
Decano: Nicholas Helgeson.
Licenciado en Lengua y Literatura Inglesa
SOLICITUD DE AUSENCIA
A quien corresponda:
Por medio de la presente deseo solicitar de manera formal que me conceda un permiso laboral extraordinario para ausentarme del xx al xx del año en curso.
El motivo de este permiso es la enfermedad de mi madre. Ella sufrió un accidente automovilístico recientemente en el cual resultó herida de gravedad y su pierna derecha se vio afectada.
Espero que comprenda mi situación y permita ausentarme los días que le solicito. Sin más que decir, le envío un cordial saludo.
Atentamente.
Profesor: Barakiel Santoro.
Licenciado en Lengua y Literatura.
Después de releer varias veces la carta que redactó, Barakiel la envió por correo electrónico al decano de la universidad. Pasadas las seis de la tarde apagó el computador, guardó sus pertenencias dentro de su maletín y salió de la oficina rumbo a su casa.
*
—¿Por qué tenemos que trabajar junto Barakiel? —preguntó Giselle a su abuela, sosteniendo la taza de café americano entre sus manos—. ¿Realmente confías en él?
—No confió en él del todo, Giselle, pero Barakiel es el único que puede detener a Herkiel —respondió dando un sorbo a su taza de café—. Escucha, si tuviéramos otra opción ten por seguro que no lo involucraría a él, pero no la hay. Dale una oportunidad, puede que los años lo hayan convertido en un hombre amargado, pero por dentro es alguien amable y bondadoso —dijo Ragastra, colocando la taza sobre la mesa.
Giselle asintió a regaña dientes y continuó tomando su café en silencio. Confiaba en su abuela, pero había algo que no le permitía confiar por completo en su profesor de literatura, empezando por ese carácter tan antipático que él tenía.
—Bien, entonces me voy, debo ir por Barakiel —dijo Ragastra, levantándose de la mesa.
—Abuela espera —dijo Giselle levantándose repentinamente—. ¿Puedo ir yo por él?
—¿Tú? —preguntó Ragastra confundida.
—Sí, me gustaría conocerlo un poco más, después de todo si buscaste su ayuda fue por algo, ¿no? —dijo sonriendo. Si había algo a lo que Ragastra no pudiera resistirse era a la sonrisa de la chica.
—Bien, pero no seas imprudente, ¿de acuerdo?
—Sí.
*
A la mañana siguiente Barakiel se despertó con pesadez cuando escuchó la alarma, había dormido hasta tarde ideando un plan perfecto para recuperar sus alas. Se vistió con la pálida luz del amanecer que entraba por la ventana, cuando terminó tomó su maleta y se dirigió a la planta baja a la espera de la bruja. Una hora y media más tarde el timbre de la entrada sonó indicándole a Barakiel que Ragastra había llegado. Volvió a agarrar su maleta y se dirigió hasta la puerta, vaya sorpresa se llevó al ver que quien había venido por ella no era Ragastra.
—Buen día, señor Santoro —saludó Giselle, amable—. ¿Está listo?
—Buen día, señorita Campbell, ¿le ha ocurrido algo a Ragastra? —preguntó con su típico tono de voz frío.
—No —la joven frunció el ceño.
—¿Entonces por qué no ha venido ella? —preguntó saliendo de la casa.
—Quise venir yo por usted, ya que vamos a trabajar juntos y pensé que podríamos conocernos un poco más…
—Aclaremos una cosa señorita, voy a trabajar con Ragastra, no usted. Segundo, no necesito hacer migas con una niña y tercero…
Barakiel no pudo terminar de decir la oración, de un momento a otro había sido empujado hacia el interior de la casa y sentía como si alguien lo estuviese aprisionando a la pared.
—Tal vez no fui lo suficiente clara hace unos días “Barakiel” —dijo Giselle caminando hacia él. Molesta por la actitud de superioridad que el ángel estaba teniendo hacia ella —. No soy una niña, puede que lo parezca, pero no lo soy. A decir verdad, tengo la edad suficiente para liderar el aquelarre, así que le voy a pedir de favor deje esa actitud arrogante para alguien más porque conmigo no va —en cuanto llego dónde él lo sujeto de la mandíbula y le giró el rostro para que la observara—. Puede que mi abuela no le diga nada por esa actitud tan horrible que se carga, pero yo no soy mi abuela y tampoco tengo porque aguantarlo, ¿estamos?