Alas rotas

Dos

Pasado.

 

Iskander Tîrmeh era el séptimo hijo de una familia prominente, sus seis hermanos mayores, ya con sus vidas echas, algunos con hijos, eran el orgullo de la familia Tîrmeh. Pero ser el más joven no lo hacía el más débil o el final de la dinastía, sin duda su familia era de las más antiguas y de las más poderosas dentro del Clan. Cuando cumplió los ocho años hubo un evento que marco su infancia, no cualquiera entendía como eso afectaría a su futuro… quizá solo no querían recordar.

Habían acudido a una de las reuniones del Clan Los Hijos del último Rey, dónde se encontrarían con la tríada maestra. Iskander sería presentado como el último heredero de los Tîrmeh, junto con los que serían sus hermanos de armas o su propia tríada. Algo que la familia había esperado con ansias, y que los llenaba de orgullo. Eran pocos los niños que nacían últimamente en las familias pertenecientes al clan, nadie dimensionaba el porqué esto estaba ocurriendo.

—Vamos Iskander ni siquiera haces el intento por sonreír, todos tus pasaron por esto — sentada en el asiento del copiloto de la camioneta familiar.

—Si sonrió voy a terminar vomitando… —expreso el pequeño.

Algunos de sus hermanos iban con ellos, y llevaban a sus sobrinos, ninguno de ellos pudo evitar sonreír ante la queja del chico. Todos sabían lo que él estaba pasando, no conocieron a la tríada maestra hasta que cumplieron los ocho y siempre temieron no llenar las expectativas del clan.

Cuando llegaron al gran valle, Iskander había cambiado de color por el nervio y las ganas de vomitar que estos le provocaban, su padre lo envió al arroyo cercano a despejarse y a vomitar de ser necesario. En ese lugar no había instalaciones o edificación alguna, era literalmente un valle rodeado de árboles y montañas que le daban un toque místico, el arroyo alimentaba el enorme lago del lugar. Iskander se alejó de su familia, tratando de aparentar calma frente a la mirada de los adultos que iban llegando al valle y quienes sabían por qué estaban allí, poniéndolo más nervioso.

Se acercó al arroyo, justo dónde comenzaba el lago y tomo unas piedrecitas, comenzó a arrojar una a una, tratando que esta se deslizara el mayor tiempo sobre la superficie del agua.  Relajando un poco su estómago, pensando en que solo talvez, solo quizá estaba exagerando y el conocer a la tríada maestra no era para tanto.

—¿No se supone que está prohibido arrojar piedras al agua?

Se giró tan rápido en la dirección donde venía la voz que casi se cae, se encontró con una niña de su edad. Pero no recordaba que alguna de las familias del clan tuvieran hijas, según sabía, solo habían nacido niños los últimos cien años.

—¿Qué haces aquí?

—Apreciando el lago, ¿No puedo hacerlo?

Iskander la observo con calma, tratando de reconocer algo familiar en ella, pero nada venía a su mente.

—No dije eso —índico, el pequeño acercaba a la orilla.

—¿Tú eres por quien hacen todo este alboroto?

La pregunta de la niña le pareció fuera de lugar, como aquellas que le hace la chismosa de su vecina.

—¿No están aquí por ti también?

La sonrisa que la niña había tenido en el rostro desaparecido, no supo definir si estaba molesta o herida.

—¿Quieres jugar conmigo?

—No, en realidad… estoy cansado y no tardan en llevarnos frente a la tríada maestra.

—¡Pero yo quiero jugar! —gruño la pequeña empuñando sus manitas a los costados de su cuerpo.

El cabello castaño de la niña se movía con el viento, su extraña vestimenta no era algo que hubiera visto en las mujeres del clan, lo que comenzaba a encender las alarmas en su cabeza.

—Creo que voy a ver a mi mamá.

Sí, Iskander prefirió sonar como lo que era, un niño y alejarse de la pequeña.

—Yo no he dicho que puedes irte…

En ese momento Iskander supo que iba a tener que defenderse de esa niña, por años le habían enseñado que era más fuerte y debía proteger… pero se sentía amenazado, y el hecho de sentir eso le hacía sentir más temor.

—Déjame ir… no me obligues a lastimarte —intento sonar decidido.

—¿Te atreverías a lastimarme, Iskander? —interrumpió la niña —Vamos, los dos, sabemos que darías tu vida por mí…

—¡Te equivocas! —grito Iskander tratando de llamar la atención de alguien.

—No Iskander, eso es lo que hace grande a la familia Tîrmeh, es lo que los hacen los favoritos del grandioso clan de los hijos del último Rey… es lo que te convierte en quien eres.

Iskander dio un tentativo paso hacia atrás, se dio cuenta de que esta cosa frente a él, no era una niña real, era una evocación. Un recuerdo del pasado, alimentado por emociones desesperadas y reforzado con magia. Hasta donde el chico sabía, estos recuerdos no podrían lastimarlo, pero por como se estaban poniendo las cosas, no estaba muy seguro de eso.

—No sé dé que hablas —el niño trataba de sonar tranquilo, pero estaba fallando miserablemente.

—¿Es que ellos ganaron sobre nosotros?



#5460 en Fantasía
#11300 en Novela romántica

En el texto hay: misterio, romance, magia

Editado: 05.01.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.