PROLOGO
«Yo soy la proyección de la mentira en que vives. Júzgame y senténciame, pero siempre estaré viviendo en ti.»
– Charles Mansonhac
Nací enfermo y de esa misma forma moriré, enfermo, amando con fervor el sabor de la sangre y escuchando noche a noche la canción de sus lamentos, apreciando cada momento, cada desmembramiento, cada gota carmesí de sus cuerpos desvividos.
Nací apreciando y moriré amando, amando cada herida causada por mis manos, cada corte que manchaba mi rostro y hundía mis sentidos en miles de sentimientos encontrados.
Y por qué ame, y por qué aprecie, y porque estaba enfermo, te hundiré conmigo en el paraíso que vivo, te mostrare lo que eres…te mostrare que estas enfermas como yo.
Amaras como yo, vivirás como yo y apreciaras como yo, el sufrimiento de tus víctimas. La hermosura de un cuerpo agonizando, de un cuerpo desangrado.
El inicio de mi verdadera vida, fue a partir de la muerte de mis padres, una pareja llena de secretos sanguinarios, que me dieron como herencia al instante de nacer, sus rasgos tan curiosos y su sed de sangre eran mi meta para conseguir la felicidad que aquellos acumulaban en cada cuerpo.
La muestra de su verdadero amor hacia mi como su hijo, fueron las miles de veces que pude apreciar el proceso de un alma al ser desmembrada, cortada en partes.
De desayuno algo simple, normal y de postre los distintos tonos carmesíes de cada distinto cuerpo.
De almuerzo un plato término medio, y de merienda los gemidos y suspiros de angustia de cada víctima en manos de mis padres. Supe hay que, si eso era felicidad, entonces ese era la felicidad más grande del mundo.
De cena el plato fuerte, y como ultimo postre del día, la dulce melodía de cada grito desgarrados que enloquecían mi corazón, y regocijaba mi espíritu con cada lamento ensordecedor, era tanto el amor de mis padres hacia su víctima que sus angustias se escuchaban hasta tocar la puerta de mi habitación.
Era feliz.
Realmente feliz.
Así que me dedique a ser yo mismo el que buscara su felicidad con cada asesinato, con cada cortada, con cada herida causada por mis manos.
Justo hasta llegar a mi parte favorita, el momento donde mi felicidad tomaba forma, justo el momento donde los ojos perdían su brillo, quedando como resultado la mirada más tenue y llena de tristeza...cuando daban su último suspiro.
Eso me satisfacía, me hacía feliz.
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Editado: 27.10.2024