Alba

Capítulo Prologo: Entre Magos y Ladrones

“Madre siempre me decía que existen dos cosas que no puedo permitir, uno es una cicatriz en mi espalda y la otra, fallar en el trabajo.”

- Sabueso anónimo durante la guerra de los milagros.

"Glamour".

No existe mejor palabra para definir las fiestas en Lupino. Trajes, vestidos y túnicas coloridas, adornadas de brillantes máscaras que ocultan el rostro de quien las viste. Siendo solo los ricos y la gente de poder, los cuales tienen derecho a ocuparlas, mientras sus sirvientes y trabajadores quedan con sus identidades expuestas a posibles represalias debido a la envidia que pueden generar sus dueños.

La fiesta se llevaba a cabo en una de las casonas más importantes del tercer distrito, conocido como el Distrito Rojo, lugar donde crecían hermosas flores de lupino rojo, dándole el nombre al distrito y por su significado, siendo asociado al placer y el amor que se traficaba en aquel distrito.

Era una fiesta anual entre los grupos más poderosos de la isla, y este año, para bien o para mal, le tocó al barrio del placer acoger esta gran cita. Y no estaban decepcionando, teniendo los dueños de la casona a hermosos y hermosas personas trabajando atendiendo a los invitados en las labores de ofrecer aperitivos, servir bebidas, hasta también la de charlar con ellos para ofrecer "servicios extras" o también promoviendo visitas a sus "casas". Al final, lo importante de las labores de los sirvientes en esta fiesta es la de atraer clientes al placer y eso se demostraba más aun teniendo en cuenta el lugar escogido, una casona llamada "El Lupino Rojo". El prostíbulo más exclusivo del distrito, cuya dueña es considerada la mujer más poderosa y hermosa de toda la isla de Lupino.

- ¿Oye, crees que si sacamos un aperitivo nos lo descuenten del sueldo? - Le comentó un joven guardia a un hombre más experimentado.

- No somos de la misma compañía; aun así, me pagarán lo mismo que a ustedes; si les descuentan, me descuentan a mí y si lo hacen, me tendrás que pagar con tu sueldo. - Respondió tajante el hombre.

Aquellos hombres que desempeñan como guardias son mercenarios y no es raro verlos en Lupino, debido a que al no existir fuerzas de orden más allá de los seis poderes que gobiernan la isla, estos son contratados por los diversos poderes para mantener orden en sus distritos o inclusive para "limpiar la basura" en otros. Suelen ser contratados de compañías denominadas gremios o pueden ser independientes; lo último llama la atención porque debes ser muy bueno en el trabajo para que tu nombre resalte sin ser parte de una compañía.

- Oh —el joven sufrió un escalofrió al oír las palabras del hombre a su lado. - ¿No pudieron darme a un compañero más amigable? Suspiro.

El hombre miró de reojo al joven al escuchar sus palabras.

- Aaron, soy Aaron Wagner, es muy tarde, pero encantado - dijo el hombre de mala gana, casi suspirando.

El hombre apostado con espaldas hacia una de las puertas del salón, a un lado del joven. Alto y robusto, al joven le recordaba al porte de un guerrero de las historias que le contaban sobre héroes; su mirada se veía seria y amenazante y, junto a su cabello marrón y ordenado, daba las pintas de ser alguien serio que solo trabaja. Aaron al igual que el chico, vestía un traje completo negro, como los demás guardias.

El chico lo miró sorprendido.

- Lo sé, todos sabemos quién eres.

- Vaya, que molestia… - Suspiro Aaron.

El chico se quedó mirando al hombre a su lado; se veía como alguien fuerte y experimentado; pese a no conocerlo, le causaba gran admiración por las cantidades de historias que ese hombre podría contar. En comparación al joven, quien apenas aprendió a sostener una pistola, fue inscrito por su padre en el gremio de mercenarios al cual pertenecía y ahora estaba desempeñando su primer trabajo.

Las luces de las velas en las lámparas iluminaban el cabello pelirrojo del muchacho, cuyos ojos azules veían con expectativas a Aaron.

- Yo soy Caleb, solo Caleb. - Dijo el chico.

Aaron lo miró y solo lanzó una sonrisa.

- Sin apellido y tan joven. ¿Es tu primer trabajo? - preguntó Aaron.

- Así es, Señor - respondió con energía el joven.

La respuesta de Caleb provocó que Aaron levantara una ceja.

- Si es que están mal las cosas, ¿eh? - Suspiro Aaron a sus adentros.

Ambos guardias dejaron de hablar y centraron su atención en la fiesta. Sobre todo, Aaron, quien centraba su atención en el lenguaje corporal de los invitados para poder detectar posibles amenazas. Pasan los minutos y las luces de los candelabros que cuelgan del techo se apagan con una extraña brisa, quedando solo los candelabros apostados en las mesas como iluminación.

- ¿Mmh? - Ambos guardias miraban extrañados hacia distintas direcciones.

Las miradas de los invitados se centraron en un solo lugar, las escaleras al final del vestíbulo, una hermosa escalera decorada con una alfombra roja con lupinos bordados y un pasamanos de oro, el cual tenía unas ramas y flores de plata adornándolo. De aquella escalera bajaba elegantemente una mujer morena, vestida con un caro vestido con escote, de color rojo con detalles negros, sus delgadas piernas se llevaban la atención de muchas miradas, mientras los valientes que se atrevían a mirar hacia arriba, podían ver la delicada figura de la dama, un pecho que no resaltaba por su tamaño, pero aun así los hombres y las mujeres que estaban en los invitados podían asegurar que era perfecto, más arriba se podía ver su rostro, una delgada mandíbula, labios gruesos y una nariz en perfecta armonía con su rostro, una mirada coqueta y sagaz, maquillada a la perfección para resaltar los hermosos ojos marrones, su ondulado y largo cabello negro asomándose por los lados de su rostro, generando un marco para aquel espectáculo. Aquella mujer era la Reina del Lupino Rojo, poder a cargo del tercer distrito y la anfitriona de esta fiesta.




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