Susan estaba sentada en el despacho de su abogado, con el testamento entre las manos y el corazón casi saliéndosele del pecho. Ojeó la línea: «──Sólo podrás heredar de tu madre mientras estés casada con Lucas Sterling».
Por un segundo, casi se echó a reír. Sí, madre, ya veo, quieres que sea una mujer que se casa por dinero, ¿verdad?
──«¿Es eso cierto?» Su voz tembló un poco, irritada con un toque de incredulidad. Miró al abogado de mediana edad que tenía enfrente con expresión fría, con ganas de reducirlo a cenizas con la mirada.
El abogado asintió con frialdad, sin importarle en absoluto su reacción. ──«Debe firmar un contrato matrimonial con Lucas Sterling en el plazo de tres meses o no podrá heredar el patrimonio».
Susan estaba un poco confusa. Era como caer de repente en un pozo tan profundo que no se podía ver el fondo. La vida perfecta, el amor de su madre, todo se derrumbaba en ese momento. No podía creerlo, ¿podría ese hombre, Lucas Sterling, ser realmente su «salvador»? ¿Qué era? ¿Un iceberg? ¿Un animal de sangre fría? ¿Un ser humano?
Sus dedos empezaron a apretarse inconscientemente alrededor de la voluntad, sus nudillos se volvieron blancos. Su corazón latía como un tambor y apenas podía oírse a sí misma. ──«No puedo ...... No puedo casarme con ese hombre».
La cara del abogado era inexpresiva, mirando hacia abajo mientras ordenaba los papeles, sin consolarla en absoluto. ──«El testamento no se puede cambiar, Susan».
Ella bajó la mirada y respiró hondo, tratando de calmarse. Intentó no pensar en lo que realmente pensaba su madre. Con su madre muerta, su mundo se había derrumbado y su futuro descansaba en el rostro de un hombre frío.
──«No tenía elección». Se dijo a sí misma burlonamente. Por aquel montón de deudas, por el desastre que había dejado su madre, tenía que trabajar con aquel hombre, aquel escalofriante Lucas Sterling.
El abogado habló de repente, con voz ligera como el aire. ──«Eres lo bastante lista como para no elegir resistirte».
Ella ni siquiera levantó la vista, escupiendo en silencio, **¿Inteligente? **Soy inteligente como el infierno. La gente inteligente no cae en este infierno.
El sonido de pasos al otro lado de la puerta interrumpió sus pensamientos. Levantó la cabeza. El hombre apareció.
Lucas Sterling, frío como el hielo, estaba de pie en el umbral de la puerta, completamente impasible. La esbelta figura, con sus ojos azules como el hielo, parecía congelar toda la oficina. La miraba como si examinara una roca, sin sentir nada.
──«Estás aquí». La voz le tembló incontrolablemente, y se limitó a resistir el impulso de coger una silla y tirarla al suelo.
Lucas la escrutó ligeramente y luego se sentó frente a ella, levantando ligeramente las comisuras de los labios mientras su mirada recorría el testamento que había sobre la mesa. ──«Entonces, ¿no? ¿Lo entiendes?» Hablaba como si estuviera hablando de la previsión meteorológica, con tanta frialdad que le dieron ganas de saltar inmediatamente al agua helada y ahogarse.
Una oleada de violenta repulsión la recorrió y prácticamente quiso abofetearlo. Qué sangre fría. Pero sabía que no se atrevería. Apretó las manos, con las uñas clavadas en las palmas, y el dolor le despejó un poco la mente.
──«No te preocupes», dijo Lucas, «no necesito que sientas nada por mí». Le lanzó una mirada, sus ojos tan fríos que daban ganas de morder. ──«Entre nosotros, es sólo un trato».
¿Un trato? Estaba a punto de reírse a carcajadas. ¿Estoy obligada a participar en un trato? ¿El mundo está loco, o lo está ella? Tenía la cabeza hecha un lío.
Se rió para sí misma en voz baja. ──«¿Crees que eres demasiado increíble?» Sabía que él no podía oírla, pero en su mente lo maldijo un millón de veces.
Los ojos de Lucas centellearon ligeramente mientras continuaba con frialdad. ──«Si puedes adaptarte a la situación, me aseguraré de que lo consigas todo».
──¿«Conseguirlo todo»? Le entraron ganas de reír. Sería un auténtico regalo, una de las pocas inversiones de alto riesgo y baja recompensa.
Miró el testamento, extendió la mano y firmó con su nombre. En el momento en que la punta del bolígrafo cruzó el papel, sintió de repente una sutil sensación de alivio: dolor matizado con un poco de alivio inconsciente. Su corazón luchaba, pero sabía que no había vuelta atrás en su trato con aquel hombre.
Lucas se rió suavemente, su fría expresión casi la hizo querer correr hacia él y darle una patada en la cara. ──«Espero que no te arrepientas».
Ella lo miró con un poco de determinación impotente en su interior. ──«No me arrepiento». Pero ella sabía que las palabras ni siquiera valían la pena, y ya había hecho el compromiso en su mente. Era sólo un camino demasiado pesado para recorrer.