Alba

Capítulo 6: Tentación y distancia

Susan estaba de pie en el umbral de la biblioteca, con los dedos golpeando el marco de la puerta y la mente hecha un revoltijo. El secreto de su madre, la familia Sterling, la gélida máscara de Lucas ...... todo parecía un misterio irresoluble. Recordaba que cuando era niña, los ojos de su madre tenían una complejidad indefinible cuando mencionaba a la familia Sterling. Ahora, tal vez esas respuestas estuvieran ocultas en estos libros.

Respiró hondo y entró.

──«Llegas justo a tiempo». La voz del mayordomo llegó fríamente desde la puerta, como una barrera: «Estos libros no son para ti».

Se dio la vuelta, y el mayordomo estaba de pie en la puerta, con los ojos tan fríos que podían congelarse. Había una inexplicable sensación de amenaza en sus palabras que la incomodó un poco, pero se contuvo. «Sólo intento entender algo, sobre la relación de mi madre con la familia Sterling».

Los ojos del mayordomo parpadearon, y luego dijo con fingida superioridad: «Se supone que no debes saberlo». Cerró la puerta suavemente, como si la espantara. Susan estaba un poco disgustada, pero no enfadada. Después de todo, la historia de la familia era aparentemente tabú.

Volvió a mirar los pesados archivos familiares, las estanterías frente a ella parecían abrumarla. Extendió la mano para tocar un libro con cubierta dorada cuando de repente oyó una voz grave detrás de ella:

──«¿Qué buscas?»

Con el corazón palpitante, se giró para ver a Lucas, el hombre que parecía de hielo, que seguía vistiendo aquel traje perfecto. Frío y remoto.

──«La relación de tu madre con la familia Sterling parece bastante complicada». Dijo, con una voz tan calmada que algo no encajaba.

Los ojos de Lucas se complicaron por un momento, pero rápidamente volvieron a esa cara de témpano.

──«Eso no te corresponde a ti saberlo». Tenía un tono de voz que no era para ser cuestionado. En cambio, una pregunta surgió en su mente: ¿se sentía como si fuera inaccesible? Sí, el hombre era una belleza de sangre fría inabordable.

Enarcó una ceja:

──«¿Por qué siempre evitas estas preguntas?».

Lucas no contestó, sino que tenía esa mirada que la miraba directamente como si pudiera penetrar en su alma. Tras unos segundos, la dejó caer con frialdad:

──«¿Crees que algo de esto te es útil? La historia familiar no significa nada para ti». El tono de su voz era un «me aburro» mayúsculo.

Ella sintió un vacío en el corazón. ¿En qué demonios estaba pensando este hombre? Debía de tener un pasado doloroso, pero ¿y qué? Todo lo que ella podía hacer era desmenuzar los bultos paso a paso.

Justo cuando estaba a punto de dejar el tema, el mayordomo apareció de nuevo. Esta vez no dijo nada, sólo se quedó allí como una advertencia silenciosa. Susan suspiró, no dijo nada más y se dio la vuelta para salir de la biblioteca. El mayordomo le recordó: por muy curioso que seas, hay cosas que es mejor no tocar.

En la cena, el ambiente permaneció muerto. Lucas estaba allí sentado como una estatua perfecta, mirándola de vez en cuando y luego apartando la mirada con aburrimiento. Pensaba en ella como en una esposa de alquiler, que nunca sería con quien compartiría su corazón.

Finalmente, Lucas dejó el vaso y su mirada se clavó en ella como un cuchillo, mirándola directamente a los ojos.

──«Susan, ¿qué quieres exactamente de mí?».

La pregunta fue como una bomba, congelando instantáneamente el aire. Su corazón se aceleró y no pudo recuperar el aliento. Bajó la mirada hacia su servilleta pellizcada y permaneció en silencio durante unos segundos antes de levantar lentamente la vista y mirarle fijamente:

──«¿Qué te parece?»

Lucas se quedó callado, con el ceño fruncido, como si estuviera reflexionando sobre el significado de su afirmación. Finalmente, dijo con frialdad:

──«No obtendrás la respuesta que deseas». Tras decir eso, su mirada se desvió y se perdió por la ventana, como si todo estuviera ya predeterminado.

Una pérdida la invadió, pero no se sintió aplastada. Entendido, Susan. Crees que vas a romper el iceberg de Lucas, pero acabas chocando contra un hielo más grueso. Además, ¿a quién no le gusta un buen espectáculo? Esto es sólo el principio.

Ella bajó la cabeza, sus ojos complicados. Tal vez no se trataba sólo de secretos familiares, sino más bien de los secretos de dos personas, las heridas que ninguna quería tocar.




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