El muchacho cerró la puerta apresurado con la esperanza de que esto le iba a servir para ante cualquier dificultad que en aquella noche podría sufrir. Se sentía perseguido por aquel ente que rompía su paz, y él no estaba listo para afrontar este duelo.
Unos minutos más tarde, la luz que había en el cuarto se apagó y entró en una oscuridad, solamente se veía el relumbre de la Luna, aunque no bastaba. A unos metros de la habitación se acercaba el mal en busca de lo que había dejado, con ganas de un encuentro cercano otra vez, pero en esta ocasión sin dejar escapar a su presa. Se escuchó un sonido por la pared del joven, eran esas garras.
—¿Qué quieres? —le preguntó Oli asustado.
No recibió respuesta alguna, únicamente se oían sus pasos acercándose a la entrada de la alcoba, hasta que estuvo justo en frente de ella. Seguidamente golpeó esta como lo haría cualquier persona ordinaria, solo que lo hacía más suavemente, como si lo hiciera con las zarpas, repitiéndo el golpeo constantemente causando mucho más miedo. Paró por un instante para que pudiera articular unas palabras respondiendo con una voz que inspira temor a la pregunta que el chico le había hecho:
—¿Sabes lo que quiero? Quiero tu alma.
Al escuchar esto, no sabía qué hacer, si gritar o echar su armario para ponerlo como obstáculo, pero aquello no le dio oportunidad para reaccionar, puesto que de un salto aterrizó encima del techo roñoso, y comenzó a dar pasos sobre esta, incrementando la desesperación de su potencial víctima. Caminaba y caminaba como si nada, sin miedo a que desplomara, sediento de la sangre que adentro había. Las tres líneas de la Luna ya no se encontraban ahí, era momento adecuado para realizar su malvado acto. Sin embargo, no sucedió, una luz fulgurante se pudo ver desde lo lejos, los padres se habían despertado. El brillo intenso de los focos lo ahuyentaron, y antes de que pudiera ser visto por el señor y la señora Báez, este ya se había alejado lo suficientemente.
En el momento en que llegaron junto a su hijo, Raúl le pidió:
—Abre la puerta Oli.
—¿Qué sucede ahí adentro? —preguntó la mamá.
Le abrió a sus padres y los abrazó, tenía mucho miedo, en sus ojos se podía apreciar.
—¿Qué pasó? ¿Quién estaba haciendo esos ruidos? —interrogó el padre.
—No lo sé. Había una cosa afuera que quería llevarme —declaró el muchacho casi entre lágrimas.
—No hay nadie aquí afuera. Tal vez fue el perro —expresó la señora.
—¡No, él me habló, dijo que quería mi alma! —exclamó.
—Tranquilo. Mañana veremos qué hacer. Pudo haber sido un loco que anda suelto. Por hoy puedes ir a dormir en una cama que sobra en nuestro cuarto —dijo Raúl comprendiendo el temor que le atormentaba, aunque con muchas dudas, por una parte pensaba que pudo ser un loco, o que tan solo fue la imaginación de su hijo.
La noche transcurrió con normalidad después de aquello. Fue complicado conciliar el sueño, pero al final pudieron descansar hasta el día siguiente.
Aquel día parecía no ser distinto. Raúl, antes de irse a trabajar, habló con un oficial sobre lo sucedido, este le dijo que estuviese tranquilo, que seguramente fue un vecino de la otra cuadra que no se quedaba por las noches, recorría todo el barrio, y a pesar de apresarlo varias veces por situaciones similares, él no entendía. Le dijo que iría a dialogar con la familia. Esto no cambiaría el hastío del joven que harto del tedio que arrastraba, en esa tarde decidió salir a indagar fuera de los límites de su casa.
Pensaba que se estaba volviendo loco, que veía cosas y todo era parte de su imaginación, aunque eso era ilógico ya que incluso sus padres escucharon a esa cosa y el estruendo que provocó. Ignorando todo esto, prefería olvidar, seguir adelante con fe de que no se volvería a repetir. Su aliado era la luz del Sol, se sentía a salvo, de alguna manera creía que aquello no podía hacerle daño alguno si estaba iluminado. Sin pruebas de ello, era su único consuelo.
A las dos de la tarde, Eva regresó por un par de cosas que había olvidado. Oli estaba comiendo algo, preparándose para salir a investigar.
—Ya pregunté a muchos vecinos y no saben de quién es ese perro —comunicó la mujer.
—Puede ser que venga de muy lejos y sus dueños ya no lo hayan encontrado —expresó su hijo.
—Es una posibilidad. Seguiré buscando hasta dar con su hogar.
—¿Puedo ponerle un nombre?
—No. Es seguro que ya tenga uno, así que no es necesario. Además pronto se irá.
—Está bien —dijo Oliver desanimado.
—De acuerdo. Pásalo bien. Hasta más tarde —se despidió la madre ya con todos sus materiales de trabajo.
Se quedó solo en la cocina con el can quien lo miraba atentamente.
—¿Qué te sucede —le dijo el chico al percatarse— ¿A caso quieres un nombre? Pues te llamaré Tom. Así te vas a llamar desde hoy en adelante.
Tom comenzó a ladrar, aparentemente se quedaría por el inminente fracaso de Eva en la búsqueda de su antigua familia.
—Tal parece que te gusta tu nuevo nombre.
Su odisea había iniciado. Tom detrás de él lo cuidaba de cualquier cosa. Cerró su portón y se dirigieron a su destino que era incierto. En las casas cercanas no se veía a nadie, al parecer todos estaban en su lugar de trabajo, además eran pocos los que habitaban allí. La soledad te abrazaba. El viento traía consigo la aflicción de un sitio que parecía abandonado. Ningún alma se veía, tan solo el muchacho y su mascota. Pero tengo que destacar la belleza que tenía estos suelos. Inmumerables flores a la vera del camino, altos árboles y extensos bosques en los que habían distintos animales, además del vuelo de diferentes aves que podías contemplar al elevar la mirada hacia el cielo azul de aquel día. Las viviendas no eran de grandes infraestructuras, casi todas eran de maderas, incluso algunas estaban deshabitadas, rodeado de árboles que volvían a crecer otra vez ahí.
Unas horas después de su aventura, tras haber pisado lugares como un bello puente que cruzaba por un pequeño canal, visto flores hermosas que nunca antes se había encontrado, ser correteado por Tom en un sendero y encontrar objetivos antiguos como un reloj, monedas y poco más, ya era tiempo de volver a su domicilio, sus padres llegarían pronto. Aún no querían que saliera, pero el no acató esta orden, por ello era necesario llegar lo antes posible.
Ya a unas pocas cuadras, pudo ver los que parecía humo, muy cerca de su residencia. En el instante que se acercó más, pudo notar que no provenía de su casa, sino de en frente. No sabía exactamente qué la producía, tan solo podía suponer que algo se quemaba, pero no un gran incendio, sino como el humo de una fogata. El portón estaba abierto, siempre lo estuvo. La curiosidad le ganó, así que ingresó a sabiendas que estaba mal. Adentro podía ver que tenía un hermoso jardín con una gran variedad de plantas, y rosales en varios costados del terreno. A más que iba adentrándose, daba la sensación de que no iba a terminar, era muy extensa, con un caminero, y una casa de madera con un tamaño que no era tan grande, ni tan pequeña.
Tras unos momentos de caminata, se encontró con un pasillo hecho de madera, acompañado con plantas siendo parte de ella, con una longitud de varios metros, y con un techo formando por rosas blancas que ocupaban toda esa parte, una gran cantidad de ellas, dando forma así a un pasillo magnífico.
En lo más profundo se podía observar una gran estructura. Desde donde estaba se veía un poco, de modo que decidió acercarse.
Cuando estaba por ir a investigar y averiguar de qué se trataba, sintió una presencia, y lo confirmó cuando escuchó pisadas. Alguien en alguna parte lo estaba observando.