Alba: El Secreto De Grace

CAPÍTULO IX - LA CABAÑA DE ZOE

   Aparentemente Lavi los había entregado, ya que unos minutos después de sus palabras una neblina se acercaba en la zona, la misma que usaban los malignos contra sus adversarios, esto solo significaba que en algún momento ellos también aparecerían. 
 

                      —Lavi, ¿qué haces? —le dijo Grace confundida. 
 

    Lentamente el ambiente se sentía más inseguro de lo que era.
   
                     —Deberíamos irnos en otro lado —sugirió Oli—. Siento que algo muy malo va a ocurrir. 
 

     Sintieron la necesidad de irse de allí, tal vez ya los estaban observando, de modo que, se adentraron más hacia lo profundo teniendo en mente a lo que vinieron. Tomaron la mejor de decisión, puesto que el anillo del duende servía para llamar a sus enemigos, un obsequio de ellos para Lavi, una herramienta muy importante para lograr sus objetivos. 
      Se apuraron, pero tuvieron mucha atención a cada paso, aquel bosque destaca por las serpientes que ahí se podían encontrar. Más atrás, el duende pudo mantenerse en pie a pesar de la magia de la neblina, esto porque las bestias le otorgaron una de las pocas posiciones que lo contrarresta. Ellos llegaron junto a Lavi encima de sus caballos. Él tan solo se limitó a apuntar en qué dirección se fueron, tras eso los malvados se dirigieron en aquella dirección. 
       Grace sabía a la perfección que en algún momento los iban a hallar, debía prepararse, así que se quedó y ordenó:
 

                      —Debemos escondernos en algún lugar. Pónganse sus máscaras.
                      —¿Estás segura que este es el momento adecuado? —le preguntó Oli, y luego dio una idea— Podemos ir más adelante, y esperarlos allí. 
                     —No, están muy cerca. Nos atraparan antes. 
                     —De acuerdo. Entonces tendremos que enfrentarlos ya.
 

       No tenían un plan muy bien trazado. Cada uno se escondería detrás de un árbol, los muchachos tendrían sus armas, mientras que la chica la espada para atacarlos. Se pusieron sus máscaras, y esperaron unos minutos. 
        En el instante que esos monstruos hicieron acto de presencia a una velocidad vertiginosa, Grace se dejó ver solo para atacar a uno desde un costado acertando con la espada la parte de las costillas a su enemigo, causando que se cayera. Unos segundos después comenzó a deshacerse poco a poco reduciéndose a polvo. Nadie sobrevive a tal ataque de aquel arma.
       Uno de sus aliados, al ver este acto imperdonable, se bajó de su transporte, corriendo hacia Grace con las garras más que preparadas para una arremetida. En la neblina, y la oscuridad, casi o nada se veía, ella pudo ver al primero, pero ya no a este quien se acercaba más y más. Escuchó un gruñido feroz, al darse la vuelta en el aire se encontraba aquel a punto de dar su embestida con un gran salto, parecía tarde, no podía alzar su arma. En un lapso de unos segundos, la criatura fue golpeado por Oliver con un palo, justo en su cabeza, se desplomó. No obstante, esto no sería suficiente pese a sus esfuerzos, sus vidas aún corrían peligro porque la maldad se volvería a levantar. La joven valiente le gritaba lo siguiente:
 

                        —¡Ven! ¡No te tengo miedo!

 

     Le hizo caso, volvió a correr hacia ella, sin embargo, antes de que pudiera llegar, le alcanzó una lanza que le entró en una de sus piernas. Dio un un grito bastante aterrador. La persona quien lo atacó se localizaba a unos pocos metros. Tenía una antorcha,  cubría la mitad de su rostro con un pasamontañas, y tenía un gorro.


 

                      —Vengan conmigo. Los pondré a salvo —les habló. 
                      —¿Quién eres? —le interrogó la muchacha.
                      —Me llamo Zoe. Después hablaremos mejor, no es seguro. 
                      —Esperen, ¿dónde está Arthur? —se preocupó Oliver. 
                      —Su amigo Arthur se encuentra en mi cabaña —comunicó la desconocida—. Por favor apúrense, volverán. 

    Al oír que su amigo aún seguía vivo, la siguieron confiando en la palabra de esta persona, si algo salía mal, tenían como defenderse, además todo se había salido de control. 
     Llegaron a una cabaña casi en la mitad del boscaje. Esta se encontraba a oscuras, solo se veía un poco de luz por debajo de la puerta. 

                       —Llegamos —avisó Zoe, luego les pidió—. Entren. Nos esconderemos aquí. 

       Arthur, sentado en un sillón, era quien daba la escasa iluminación que había. 

                       —¡Arthur!, ¡te encuentras bien! —exclamó Grace.
                       —Un poco más de silencio, pronto estarán cruzando cerca de nosotros —solicitó la mujer cerrando la entrada. 
                       —¿Por qué nos ayudas? —interpeló el Báez. 
                       —Es coincidencia. Yo no pensaba ayudarlos. Pero... si ya he visto a esas cosas antes ahí afuera, siempre los veo por esa ventana.

    Zoe tenía veinte años, y es hija única. Vive sola desde hace un año tras la partida de su padre de este mundo. En realidad la cabaña no es su hogar, antes habitaba en una de las casas del barrio. Tomó la decisión de alejarse de la gente, al menos por un tiempo. 

                     —¿Por qué no te han atacado?, ¿y cómo sabes lo de la neblina? Lo digo por el pasamontañas —le interrogó Grace.
                     —La primera vez que pasaron cerca de mí, esa niebla me hizo desmayar, pasó una segunda vez, así que probé hacer algo al respecto, hasta que esto sirvió. Tampoco dejé que me vieran. Después de la herida que le hice a uno, vendrán por mí, y por ustedes.
                     —Nosotros venimos en busca de ellos —aseguró Oliver.
                     —¿Y quiénes son ustedes? 

 




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