Capitulo 1

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**Capítulo 1: El Murmullo del Alba**

En el silencioso pueblo de Valle Sereno, donde las montañas abrazaban con ternura la aldea y el susurro del viento acariciaba las hojas de los árboles, una joven llamada Isabela despertó con un deseo inexplicable en el pecho. A través de la ventana, los primeros rayos del sol pintaban el cielo con tonos de rosa y dorado, mientras el aroma a café recién hecho se colaba por cada rincón de su humilde hogar.

Isabela se levantó con un suspiro, sintiendo que aquel día traería consigo algo diferente. Sus ojos castaños, profundos como un océano insondable, brillaban con una chispa de anhelo que ella misma no comprendía del todo. Caminó descalza hasta la cocina, donde su madre, doña Rosario, preparaba el desayuno con amor y dedicación.

"Buenos días, mamá," dijo Isabela, intentando ocultar la agitación que sentía en su interior.

"Buenos días, hija," respondió doña Rosario con una sonrisa cálida. "Hoy el día promete ser hermoso, ¿verdad?"

Isabela asintió, pero su mente ya estaba lejos, imaginando escenarios y posibilidades que la llenaban de una extraña esperanza.

Después de desayunar, salió al jardín, donde las flores de mil colores competían por atraer la atención de las abejas. Se sentó en un banco de madera, permitiendo que la brisa suave acariciara su rostro. Cerró los ojos y dejó que sus pensamientos volaran libres. En ese instante, el sonido de unos pasos se acercó, interrumpiendo su ensoñación.

"Isabela," llamó una voz familiar. Era Tomás, su amigo de la infancia, con quien compartía risas y secretos desde que tenían memoria. Él se acercó con una expresión entre curiosa y preocupada. "¿Estás bien?"

Ella abrió los ojos y le dedicó una sonrisa. "Sí, solo estaba pensando."

"¿En qué?" preguntó Tomás, sentándose a su lado.

Isabela miró a lo lejos, como si buscara respuestas en el horizonte. "En la vida, en los sueños... En todo y en nada a la vez."

Tomás asintió, comprendiendo que las palabras no siempre eran necesarias. Juntos, en silencio, observaron cómo el sol se elevaba en el cielo, iluminando el mundo con su luz dorada. En el aire flotaba una promesa, una sensación de que algo extraordinario estaba a punto de suceder.