Alerta! Chica Nueva ©

Capítulo 16.

16. Para ti, Asher Black.

 

Cassie

El beneficio que se obtiene de que te jueguen una broma, echándote pintura blanca es que el director te deja salir antes y tienes el resto del día libre. Lo que significa no tener clases extras y reunión de animadoras. Pero es lo único positivo.

Lo negativo, debes bañarte más de dos veces para que la pintura pueda salir y más, si han pasado varios minutos que la tienes en el cabello; las fotografías que me han sacado y la atención con burlas y risas de los estudiantes del instituto.

Sin embargo, lo negativo puede desaparecer tan sencillo como chasquear los dedos. ¿Por qué? Porque...

—¿Hola? ¿Helena? —Un rostro totalmente desconocido para mí, aparece delante de mis ojos. Observo con disimulo la casa a la cual he venido, con miedo de haberme equivocado y llamado en la incorrecta. También, observo al chico de pies a cabeza sin dejar pasar algún detalle.

—¿Soy muy parecido a ella?

Parpadeo varias veces para salir de mi escrutamiento.

—Quiero decir, ¿está en casa? —me corrijo.

—Sí, ella está en casa. ¿Quién la busca? —habla él, embozando una sonrisa.

Entreabro mi boca para responder, pero la voz de mi mejor amiga interrumpe mi respuesta.

—¡Lina, eso no se toca! ¡Chris, puedes venir a ocuparte de tu hermana!

El chico, quien ahora sé cuál es su nombre, rueda los ojos con expresión aburrida.

—Pasa —me indica, dejando un espacio entre su cuerpo y la puerta para que pueda ingresar a la casa.

No hace falta que me guíe dentro de ella porque conozco cada rincón a la perfección, como si fuera mi propia casa. Él parecer notarlo, pero no dice nada y camina hasta el living donde una desesperada Helena intenta alcanzar a una pequeña niña que corre de ella con un control remoto en manos.

El chico alcanza a la pequeña y la toma entre sus brazos provocando que el artefacto caiga de bruces al suelo.

—Perfecto —comenta con ironía, Helena. La niña ríe, como si adivinará que eso enojaría aún más a la rubia. —¿Puedes llevarla al jardín?

El tal Chris deja de besar las mejillas de la pequeña niña y observa a mi amiga.

—¿Por qué no a tu habitación? —Puedo notar la diversión y las ganas de enfurecer a Helena con esa pregunta, y al parecer él también se ha percatado de que ella es muy fácil de enfurecer, porque asiente con una sonrisa divertida en su perfecto rostro. —De acuerdo. No te enfades, primita.

Ambos se marchan al jardín dejándonos a solas. Helena, soltando un resoplido se deja caer en uno de los tantos sillones del living y cierra sus ojos por unos segundos.

—¿Qué ha pasado? —pregunto.

—Llevo desde la mañana cuidando a una pequeña de un año y algunos meses y creo que me estoy volviendo loca. —Dejo escapar una risa ante su confesión. Helena abre sus ojos y me fulmina con la mirada. —No te rías, hablo en serio.

Elevo mis manos en señal de inocencia.

—Yo no dije nada —me defiendo. Camino hasta el sillón en el que se encuentra para sentarme a su lado—. ¿Quiénes son? Porque hasta donde sé, aún no te has casado y mucho menos has tenido una hija —bromeo.

Rueda los ojos.

—¡Todavía soy muy joven! —chilla. Sin embargo, mi rubia amiga a sus dieciocho años ya ha planeado casi todo su futuro; cuando debe ser el momento justo para conocer a su chico ideal, su vida en la universidad, su futura boda, sus futuros hijos y su futura casa a las orillas del mar. —Chris y Lina son mis primos, hijos de mi tía Rebecca. ¿La recuerdas?

Asiento. Había conocido a Rebecca en uno de los cumpleaños de mi mejor amiga, pero no recordaba que tuviera hijos.

—¿Y ella dónde está ahora?

—Ayer por la tarde llegó a Portland, está instalada aquí por un tiempo. Se ha peleado con su esposo —comenta—. Mamá y ella fueron a hacer algunas compras ahora, pero antes, tuvieron la gran idea de dejarme a la niña a mi cargo.

—Y de tú primo —agrego.

Ella niega y algunos mechones de su desarreglado moño se escapan.

—Chris llegó unos minutos antes que ti. Lo primero que hizo cuando nuestras mamás abandonaron la casa, fue decirme que quería conocer la ciudad y se marchó sin más. Cuando llegó, tuve que ir a abrirle y fue cuando Lina tomo el control remoto.

—Oh —es lo único que sale mi boca—. Pero el que te hayan dejado a cargo de ella, está ayudándote.

—¿A qué? ¿A volverme loca?

Ruedo los ojos por sus irónicas palabras.

—No, pero, ¿acaso no querías trabajar de niñera cuando comenzaras la universidad?

Algo en su cabeza comienza a unir los cabos que al parecer se soltaron y asiente, recordando aquel momento en el que dijo que cuando comenzara la universidad iba a buscar un trabajo de niñera porque cree que es más dócil, que el de una camarera.



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En el texto hay: amor, chicossexys, bromasyvenganzas

Editado: 28.07.2019

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