Alerta! Chica Nueva ©

Capítulo 30.

30. Sorpresa.

 

Cassie

—¿No vas a darme un abrazo? —No es necesario que lo diga otra vez, porque me lanzo a sus brazos que esperan abiertos por mí. La calidez que me transmite provoca que cierre mis ojos por unos segundos e imágenes de nuestra niñez se reproducen en mi mente. —Te he extrañado —confiesa en un susurro.

—Yo...

—Lo siento, de verdad que lo siento mucho —me interrumpe.

Jackson Evans ha sido mi vecino desde que tengo memoria. Cuando salía a jugar a mi jardín trasero, desde el otro lado de la cerca, podía verlo a él, rodeado de diversos juguetes pero sin la compañía de nadie. Su presencia solitaria me había llamado la atención desde pequeña, y por eso, un día me había quedado toda la tarde observándolo. Fue allí donde todo comenzó.

Recuerdo sus ojos azules posándose en mí e intentando indagar porqué lo miraba tanto, como si nunca hubiese visto a un niño antes. Luego, sus cortas piernas comenzaron a acercarse a mi cerca, sus brazos de apoyaron encima de esta y sus labios se movieron hasta articular las palabras que hicieron que frunciera mi nariz en molestia.

«¿Qué miras, niña fea?»

Sí, no fueron las palabras más bonitas para el comienzo de una amistad entre ambos, pero éramos niños y los niños suelen decir cosas como esas porque no saben exactamente como utilizar las palabras correctamente. Sin embargo, mi boca no se había quedado sellada, sino que le contesté con mucho orgullo.

«Tu apestoso rostro».

Al día siguiente, como si ambos hubiésemos estado esperando el momento, salimos de nuestras casas a jugar y nuestros ojos se encontraron al instante. ¿Cómo acabamos jugando juntos esa misma tarde? No lo sé, pero creo que se debe a que los niños no guardan rencores por las palabras. Lo olvidan fácilmente si el rumbo de las cosas cambia, tal como lo hicieron con nosotros.

La monotonía de mis días había cambiado cuando no solo jugaba con mis padres, sino que con mi nuevo mejor amigo también. Empecé la primaria y con ello conocí a mi otra mejor amiga, Helena. Ella se había vuelto tan importante como Jack, y jugaba con ella cuando él no estaba en casa.

Con el tiempo, los tres nos hicimos amigos a pesar de la distancia. Jack y yo vivíamos uno al lado del otro y Helena a unas calles no tan lejanas, pero la distancia no se debía a ello y tampoco por parte de la rubia. La distancia provenía de Jack. Él no asistía al mismo instituto que nosotras y eso se complicaba, porque lo veíamos en las tardes solo para jugar y nos habíamos vuelto tan inseparables que el tiempo que teníamos no era suficiente para ninguno de los tres.

La distancia también apareció cuando llegamos a la edad de once años y su mamá había decidido implementar algunas reglas y toques de queda para su hijo. Sus tardes a veces estaban ocupadas por tareas o por las clases en las que ella lo había inscripto. Nosotras también teníamos días en los que los juegos pasaron a un segundo plano, pero nos veíamos sin importar qué y sin Jack.

Los días pasaban y si lograba ver a Jackson solo era cuando ambos salíamos en la mañana para marcharnos al instituto. Habíamos perdido el contacto por un tiempo y creí que sería el fin de nuestra amistad, pero me equivoqué cuando una noche apareció en el ventanal de mi habitación con varias películas y palomitas en sus manos.

Y eso fue frecuente hasta convertirse en una tradición y una forma de vernos sin las limitaciones de su día. Helena se quedaba a dormir en mi casa para que cuando Jack entrará por mi ventana también pueda pasar tiempo con él. Eso solo ocurría los fines de semana o cuando obtenía el permiso de sus padres.

No obstante, nosotros no dejamos de vernos en las noches y a escondidas porque si sus padres o los míos nos encontraban nos mantendrían vigilados. Nos desvelábamos hasta altas horas de la noche y eso afectaba nuestro rendimiento al día siguiente, pero ninguno quería dejar nuestra tradición de películas, palomitas, golosinas y conversaciones entre susurros hasta tarde.

Todo parecía perfecto, excepto cuando me dormía en clases y llamaban a mis padres, pero lo era. O eso creía hasta que tuve que despedirme de mis amigos para marcharme de vacaciones. Helena viajó conmigo después y eso me alegró de sobremanera, y aunque hubiese deseado que Jack también lo hiciera, no tenía el permiso.

En ese momento, fue que nuestra amistad acabó aislándose como antes hasta quedar en la nada misma, a pesar de que siempre creí que nos volveríamos a encontrar, y más, cuando antes de irme, él me prometió algo. Sin embargo, el reencuentro quedó pospuesto porque ocurrió lo de mamá y cuando volví a Portland era demasiado tarde; Jack y su familia se habían mudado y perdimos todo contacto.

Hasta ahora...

—Yo también lo hago —murmuro contra su hombro.

No quiero preguntarle cómo se ha enterado de lo que sucedió, estando alejados uno del otro y sin hablarnos en todo este tiempo, solo quiero abrazarlo y sentir la familiaridad y el cariño que siempre sentí por él.



#4951 en Novela romántica
#1959 en Otros
#500 en Humor

En el texto hay: amor, chicossexys, bromasyvenganzas

Editado: 28.07.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.