Algo de ti

Fan de Disney

— ¿Te gustan las gomitas? — preguntó Flor mientras tomaba unas galletas del mostrador.

Flor había guiado a Federico hasta su lugar especial: la cocina. Él estaba muy sorprendido de que ella hiciera eso, pensaba que los cocineros se iban a enojar y que o debería estar invitando a extraños a entrar si la dueña no está.

— ¿De verdad que la dueña no se molestará? — él no quería que alguien resultara teniendo problemas por su culpa. En parte sentía que si Flor iba a ser regaña era por su culpa, por haberla invitado a una taza de café.

Flor, por su parte estaba tranquila. Era la primera vez que invitaba a un hombre, y casi desconocido, a la cocina. Pero ella quería tener una plática que no fuera con sus amigos, quienes, por cierto, no habían ido a trabajar hoy.

— No te preocupes, hoy nadie vino a trabajar por el problema del tercer nivel. Se les aviso a los clientes que estaría cerrado; además, la dueña es como mi amiga.

Federico se sintió un poco mejor, pero no dejaba de pensar en lo nervioso que se sentía al estar con un mujer solo. No es nunca hubiera estado así de solo con una mujer, pero es que ella no estaba tratando de besarlo o queriendo coquetear con él, ella estaba ahí sirviendo un poco de café y colocando unas galletas en un platillo junto con unas guantas gomitas en forma de flores.

— Está bien, aceptaré el café y las gomitas.

— Buena decisión, esté café fue preparado con amor, así que tómalo con cuidado.

Federico no sintió que ella estuviera coqueteando cuando dijo que el café fue preparado con amor. Él entendió que lo que ella hacía era así, y podía notarlo. Eso era extraño, últimamente las mujeres no hacían el amor fuera del sexo así como muchos hombres.

— Apuesto a que todo en este lugar es hecho con amor. — dijo él y señalo las paredes de la cocina.

—¿Qué te puedo decir? Un buen servicio está desde el momento en que haces las cosas para otros, este lugar cree fielmente que si queremos dar un buen producto tenemos que fabricarlo con amor. Aquí amamos lo que hacemos.

— ¿Y cuánto tiempo llevas haciendo esto?

— Tres años — Flor recordó los viejos momentos. Había logrado mucho con poco, gracias al amor de sus amigos y su abuela, pudo construir con lugar cálido que no solo vende pasteles pero que regala bellos momentos.

— Esta es mi segunda taza de café acá y ya me ha ganado el corazón para seguir volviendo.

—¡Estupendo! No te olvides que puedes ir al segundo nivel, leer un poco y tomar té. Nada mejor que una buena lectura y algo rico para tomar. — Flor se acercó un poco y le susurró — y no te preocupes pensando en el azúcar, nosotros utilizamos la fruta como azúcar natural, pero los clientes no lo saben porque luego dicen que todo sabe diferente.

Federico sonrió y observo un poco el rostro de Flor. Aunque tenía el rostro de una mujer adulta, desprendía un aura de niña, es decir, un aura tierno y delicado.

— Tu secreto está a salvo.

Flor se dio cuenta que se había acercado mucho, y se separó un poco.

— ¿Quieres tomar el café en el tercer nivel?

Federico pensó que no era buena idea tomar café a medio día, pero quería hablar con ella y estar allí.

— Por supuesto, ayer no pude ver con detenimiento el lugar.

Flor, entonces, lo guio hacía arriba. Federico había tomado la bandeja con ambos cafés y las galletas y la siguió en silencio. Al llegar arriba se dio cuenta que los corazones que ayer estaban en la pared ahora estaban todos en el suelo, el lugar así se veía un poco triste.

— Perdona el desorden, no quise pegar los corazones con mucha goma para no arruinar la pared y por eso durante la noche se cayeron. — menciono Flor.

— No te preocupes. Te puedo ayudar a recogerlos y...

— ¡Ay, no! No te pondría hacer limpieza. Ven acá y tomemos un poco de café.

Flor tomo la bandeja y la puso en el centro de la mesa de madera. Federico observo un rato la mesa, le parecía conocida pero dejo de pensar en eso cuando vio que Flor estaba sosteniendo la silla para que él se sentará.

— Por favor, yo debería ser quien realice tal gesto. — quiso quitarle la silla de las manos a Flor, pero ella se negó.

— Eres mi cliente, te trataré bien. A ustedes, los hombres, también se les puede correr la silla.

— Disculpa, Flor, me sentiría incomodo si lo hago. Déjame hacerlo por ti, por favor.

Flor noto su incomodidad así que le hizo caso, no quería hacerlo sentir raro. Ella tenía ese gesto hasta con sus amigos, y pensaba que era normal pero parece que no es así.

Cuando ambos estuvieron sentados no dijeron nada por unos segundos, solo tomaron su taza de café y desviaron su mirada a la vista que estaba frente a ellos.

— Me gusta mucho la vista. Tienes una suerte de poder ver esto todos los días.

— Quería que otras personas también lo vieran. Yo siento una tranquilidad inmensa cuando estoy acá. Cuando llueve es mucho mejor, me gusta lluvia y el olor a tierra mojada, y este lugar se impregna de ese agradable olor.

Federico empezó a imaginarse el lugar rodeado de lluvia. La lluvia le gustaba solo cuando podía escucharla y quedarse dormido. La lluvia es como anestesia para él. Se imagino estando ahí y atendiendo su trabajo, sentía que el lugar era especial y tranquilo por lo que si tenía problemas la vista desde ahí le ayudaría a calmarlo, además de los pasteles y las bebidas que ahí servían.

— Quisiera hablar con tu Jefa. — dijo Federico, muy decidido.

— ¿Ah?

— Quisiera hacerle una propuesta a tu jefa. No sé exactamente lo que paso para que no hayas empezado a alquilar este lugar, pero sé que puedo ayudar y ustedes me pueden ayudar a mí.

Flor, entonces, se empezó a preguntar si fue buena idea haberlo invitado a entrar. Él podría ser un ladrón o uno de esos que aparentar ser bueno pero viven a expensas de los demás.

— Este lugar no se puede alquilar para vivir. — respondió Flor.




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