Algo más

Segunda parte

Era una hecho que ella aceptó sin cuestionarse mucho. Quería creer que se trataba de esquizofrenia, o algo similar, pero... desde que podía recordar, los veía. Aquellos espectros, grises, blancos y negros. Cada cual más extraño. Cada cual sólo perceptibles por ella, hasta donde pudo notar.

Rima Hold, a sus diecisiete años, había entablado una especie de "amistad" con uno de estos seres, llamado Zaril.

Desde su primer encuentro, el día en que su padre murió, ella había sentido curiosidad a su casi humana figura. No era el primero que veía cogiendo el alma de alguien, pero si él primero que vio a sus ojos. Todos los demás, antes y después de él, simplemente fingían que no tenía sus ojos puestos sobre ellos. Sin importar su color.

Las cosas que poco a poco iba sonsacando a Zaril, sobre la humanidad, la vida y él mismo, no eran tan relevantes como su sola presencia. Para alguien tan solitario como Rima, su compañía valía más que cualquier cosa.

Entonces un día, justo después de su cumpleaños diecinueve, él apareció a la salida de su trabajo.

Sin padres en los cuales apoyarse, Rima tan solo tenía a sus abuelos paternos, los que ya habían dado más que suficiente por ella... y su padre. Por ello, había comenzado a trabajar hace casi dos años. El único que parecía estar de acuerdo con su situación, sin estar estudiando una carrera universitaria como sus pocos conocidos de la escuela, era él. Y quizá todo fuera por el simple hecho de que no era humano, pero comprendía los hechos que la llevaban a ser y actuar de esa forma, más que cualquier otro. Incluyendo a sus abuelos.

—Hola, Zar —Le saludo, con una sincera sonrisa que hasta ese momento del día no había sido capaz de esbozar.

—Hola —murmuró él, frunciendo el ceño mientras la seguía hacia la parada del autobús.

Dándole una mirada extrañada, Rima camino de espaldas, apretando el asa de su bolso con una extraña sensación nacida de la aparente tensión en Zaril.

—¿Todo bien? —inquirió.

Viéndose sorprendido y avergonzado por un momento, se adelantó hasta que ella caminó de frente, llegando a la parada después que él.

—Nada —Mintió, comenzando a toser por lo que su naturaleza reclamaba.

El simple hecho de que lograse soltar esa simple palabra, era clara muestra de que ya no era como antes, en más de un sentido.

—Patrañas —gruñó Rima, ignorando la mirada que una señora mayor le dio... por hablarle al aire—. Es obvio que algo te molesta. ¿Qué es? Puedes confiar en mi.

La señora dio varios pasos alejándose de ella, mientras que él se mordía la lengua. No había forma de que le contase lo que tan humano le había hecho sentir, ya que tenía que ver con ella y su futuro. Un futuro en el que él no pintaba.

—Zaril —gimoteo, frustrada.

El autobús se detuvo, recogiendo a un par de personas antes de marcharse, sin ella. Él suspiró, ya estando solos debía hallar la forma de alejarse de ella... por el bien de ambos.

—Será mejor que camines, el siguiente tardará casi una hora —dijo, observando un punto en el horizonte.

Frustrada y preocupada, Rima extendió una mano tratando de alcanzarlo, a lo que el reacciono saltando lejos al más suave roce de manos. Una mirada a sus ojos, y Zaril sintió aquel revoloteo en su pecho, ahogándolo cuando la realidad le golpeó como un millar de estrellas convirtiéndose en supernovas.

Sabía que lo "correcto" estaba atado al flujo proveniente del mismo creador, y que era importante preservarlo para que el universo no colapsara sobre sí mismo... Sin embargo, esas pequeñas distorsiones de las que entonces él era parte, amenazaban con partirlo a él antes que al universo.

Podía escuchar claramente las palabras de su hermano. Palabras tan ciertas como la misma existencia.

—Bueno, entonces... —dijo ella, con una timidez que él ya conocía bastante bien—. ¿Puedo hacerte una pregunta?

Los preciosos segundos que transcurrieron antes de que cediera, sin mayor batalla, al encanto que ella había puesto sobre su corazón, marcaron su resolución a mantener las distancias.

—Si. —Asintió, dando silencioso énfasis a sus pensamientos.

Rima humedeció sus labios, y se animó a preguntar la única cosa que hasta entonces no se había atrevido a siquiera mencionar, por temor a lo que pudiese responder y el cómo reaccionaría su corazón si resultaba estar más que equivocada.

—¿Tu, de alguna forma, me quieres?

La eternidad por la que se vieron a los ojos, con el mundo continuando su andar y una extraña mezcla de emociones pasando por los ojos de él, fue el momento decisivo, esa oportunidad que tenían de dar media vuelta y nunca más volver a ver los ojos del otro.  

  —Ella conocerá a su "alma gemela", necesitas apartarte o no será capaz de amar lo que está destinada a amar, ni podrá vivir como se supone que lo haga.  



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En el texto hay: angeles, amor puro

Editado: 08.03.2018

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