Para cuando el dolor se disipó, él se percató de que se hallaba en un hospital. Como nunca, su cuerpo se sentía cansado y su cabeza confusa.
¿Por qué estaba ahí? ¿Qué había ocurrido?
Las enfermeras y el doctor no tardaron en aparecer, y realizar toda clase de pruebas. Estaban asombrados y confusos sobre qué había ocurrido. Afirmaban que no tenía ninguna enfermedad, ni daño físico.
Sus padres llegaron poco después, asustados cuando el médico les dijo que no podía recordar. Su madre intentó explicarle que había estado trabajando de lunes a lunes por casi un mes, y que seguramente el estrés le había pasado factura. Su padre le aseguró que su jefa comprendía la situación, y que no perdería su trabajo por esos tres días perdidos.
Tres días.
A medida que sus padres le mimaban, y su hermanito fingía un berrinche por los mismos, él comenzó a comprender, o quizá convencerse, de que había tenido un sueño muy extraño.
Pronto volvió a su pequeño departamento, con orden médica de una semana de descanso, y fue rememorando gracias a las fotografías y las pláticas con sus familiares y amigos. Se prometió que no volvería a sobre-exigirse y tomaría las cosas con más calma, incluyendo olvidarse por un tiempo de las egoístas mujeres, como su ex.
Entonces, cuando quienes le amaban notaron que había cambiado mucho, casi como si fuese otra persona... la conoció.
En medio del mercado, con sus compras en el carrito que impulsivamente iba llenando con sabrosos productos, la vio inmersa en escoger tomates. Su figura de rasgos "comunes", no tenía una buena razón para llamar su atención, pero lo hizo. Sus miradas se cruzaron y entonces, con un urgente deseo de alcanzarla, sus pies se movieron por voluntad propia, y torpemente pregunto;
—¿Cómo te llamas?
Ella frunció el ceño, analizando las intenciones del hombre... familiar. Y entonces, sin lograr dilucidar a qué iba ese acercamiento, simplemente respondió.
—Rima.
—Yo soy Izan. ¿Nos conocemos de alguna parte?
—No lo creo. —Ella negó, agitando los mechones sueltos en torno a su rostro.
Él apenas detuvo el impulso de sujetarlos con sus dedos, y deslizarlos tras sus orejas.
Con una sonrisa, intentó hacerle platica aunque ella se resistía, con sus propios labios cediendo al deseo de esbozar una sonrisa.