Alianzas Híbridas

Capítulo 4 “El lado oscuro del amor” ✓

Narrador Omnisciente

Ocho años

Hay momentos y personas que te marcan de por vida; nosotros decidimos si será para bien o para mal. Los años nos vuelven sabios, así que aprovechemos nuestra infancia porque será la única oportunidad que tendremos para ser inocentes.

—Vamos a jugar a las casitas —Neisha toma sus muñecas y peluches de la cama para ponerlos sobre la alfombra rosa—. ¿Quién quiere ser el papá?

—Yo seré la mamá —dice Dani, que es la única que le presta atención a su prima.

—El Maclaren rojo dobla a la izquierda, luego a la derecha —Liam cuenta con entusiasmo el desempeño de su auto de carrera por la habitación de Neisha—. Ya casi llega a la meta. El polvo que dejan sus ruedas no permite que el lento de Dylan vea por dónde va.

—El auto azul está a nada de pasar a Liam. Queda poco tiempo —el hermano menor de Daniela corre con rapidez detrás de Liam—. ¡Súper Dylan activa la supervelocidad y...!

¡Zas! Neisha le da un almohadazo tan fuerte a Liam que este termina golpeándose la cabeza contra el suelo.

—Auch. Eso dolió —el hijo de Asher y Lilith se acaricia la frente haciendo una mueca de dolor.

Dylan suelta su carrito de carreras y corre a auxiliar a su primo, aunque tiene la oportunidad de ganar; la meta está cerca.

—Dame la mano —coge la mano de Liam y lo ayuda a ponerse en pie.

—Lo siento, Liam. No quería lastimarte —Neisha juega con sus dedos, nerviosa y arrepentida.

—¿Por qué lo hiciste? —le gruñe Dy.

—Oye, no le grites a Nishi —interviene Dani—. Fue sin querer.

—Solo quería que jugaran conmigo a las casitas —murmura Neisha, cabizbaja—. Perdón, Liam.

—No pasa nada. Estoy bien —le sonríe para no preocuparla. El pequeño chichón que crece en su frente le duele muy poco.

—¡Eres una egoísta! Nunca más jugaré contigo —le grita Dylan a Neisha.

Razón no le falta. Aunque pensar solo en sí misma es una aspereza de la personalidad de Neisha que aún no logra pulir.

—Le pidió disculpas —Daniela, alias la protectora de Neisha, le da un ligero empujón a su hermano—. No trates así a Nishi.

—Liam no quiere jugar con ella —el enojo que siente va en aumento—. No tenía que pegarle por eso —sus ojitos verde menta se tornan negros.

Dani, que estaba dispuesta a continuar la discusión con su hermano menor, decide callarse.

Las extremidades de Dylan se alargan; crece en tamaño, una cola larga aparece en su parte trasera.

El polvo negro que lo rodea, natural de los demonios, no permite que sus primos y su melliza lo vean con claridad.

—Tranquilo, Dy —le pide su hermana, asustada—. No quería hacerte enojar.

Daniela sabe lo que está ocurriendo. Las partes demoníaca y dragón de su hermano quieren revelarse a la vez. Dylan se ha transformado otras veces, tanto en dragón como en demonio; incluso sabe utilizar su conexión con la naturaleza, pero nunca ha pasado por esta situación.

Dani ve el aura azul que surge alrededor de la rubia. Está triste, con lágrimas en sus ojitos color miel.

—No llores, Neisha. No le pasará nada. Ya verás —Liam abraza a su prima y observa atento la nube de polvo que se agranda frente a él—. Dylan, vas a estar bien. Solo contrólate.

—Es mi culpa. Voy a buscar a mis papás —Neisha se desprende del abrazo de su primo y sale corriendo de la habitación.

—¿Dy, me escuchas? Estoy aquí, ¿vale? —Dani se acerca a donde cree que está su hermano, extiende su brazo para tocar el pecho escamoso de Dylan—. Recuerda lo que dijo mamá. Respira y piensa en algo bonito.

—¿Qué pasa? ¿Qué tiene Dylan? —Leyla entra a la habitación dando un puertazo; le siguen Neisha y sus padres.

Después de la escuela, los niños pasarían un tiempo juntos. Neisha quería darle la oportunidad a Aby y Drake de resolver sus problemas con Axel sin que los pequeños estuvieran presentes.

Lo que se suponía que sería divertido se ha convertido en algo muy preocupante.

—¿Qué ocurrió aquí? ¿Por qué Dylan se está transformando? —Neila indaga, alarmada, ya que su hija no le contó la historia completa—. ¿Qué hicieron, niños?

—No quería que esto pasara. Es mi culpa —lloriquea Nishi—. Lo siento mucho. Dylan me va a odiar.

—¿De qué hablas, princesa? ¿Qué hiciste? —Brandon se muestra neutro ante la actitud de su hija. Ella siempre hace algo que termina volviendo el día un caos.

La nube de oscuridad comienza a disiparse; las cuatro patas de Dylan y los cuernos en su cabeza asustan a los presentes.

—Hay que llamar a tía Ámbar —chilla Liam.

—No pasará nada —afirma Daniela, sorprendida por el fenómeno que ven sus ojos y en el que, en un futuro cercano, ella también se convertirá—. Dy no nos lastimará, ¿verdad, Dy? —camina hacia su hermano.

Dylan siente una mezcla de sentimientos nuevos: miedo de no ser aceptado, de lastimar a sus seres queridos inconscientemente. El dolor en su pecho se intensifica; sus ojos negros se posan sobre la hermosa pelirroja que ama desde pequeño.

Leyla está en shock. No cree que los latidos acelerados de su corazón sean causados por su primo.

«No. Dylan, no»; la voz impertinente de su madre resuena en su cabeza.

Dylan da un chillido ensordecedor, su boca se abre tanto que sus dos lenguas, semejantes a la de una serpiente, causan pánico en su alma gemela.

Camina con velocidad hasta llegar a ella, ignorando los gritos de su hermana pidiendo que se calme y pisoteando juguetes que están en el suelo.

Leyla permanece paralizada; unas gotitas de sudor se deslizan por su rostro. Quiere abrazar a Dylan, darle apoyo, pero sabe que no puede. La promesa que le hizo a su madre es más valiosa que cualquier sentimiento no fraternal que Dy despierte en su corazón.

—No puedo hacerlo. No puedo —abre la puerta y corre hecha un manojo de nervios, dejando atrás a un hombrecito que crecerá en un par de años y hará lo imposible por ganarse su amor.




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