Alianzas Híbridas

Capítulo 7 “Mil mujeres”✓

Dylan

Dieciséis años

Aunque me molan las lecciones de Aerodinámica, ver a Leyla —de cerca o de lejos— es mi parte favorita del día.

Desde esta altura se ve diminuta como una hormiga pero alcanzo distinguirla bastante bien: lleva un lazo en su cabello, a juego a con el uniforme azul del colegio.

Como es costumbre, graba un vídeo de su día a día con el móvil para subirlo a su blog.

—¡Dije formación de estrella, Dylan! —grita el señor Shrek desde el centro de la estrella de cinco puntas de la que debería formar parte —Tendrías que estar aquí, no mirándole el trasero a la señorita Olsen.

Pestañeo un par de veces y cuando menos lo espero, me estrello contra una pared. Mi cabeza duele un poco pero logro recuperarme del golpe. Vuelo para unirme al resto de mis compañeros, quienes no me quitan los ojos de encima.

—El patrón es dos veces rojo, una vez azul. Respeta el orden —me ordena Shrek, el profesor de Aerodinámica de tercer año, haciendo gestos exagerados con las manos.

Dos nubes calientes salen de las fosas nasales de Will. Entiendo su irritación. Debe ser desesperante tener a ese pesado encima, ladrando y ordenandole dónde y cómo debe moverse.

Como el profe Franco se ausentó por motivos personales, nos toca aguantar a este tío.

—Cambio. ¡Formación de V!

Aleteo con calma, esta vez con cuidado de no salir de la formación ni chocar con alguien.

Miro hacia abajo por última vez.

«Joder, Leyla me está mirando»

—D'Angelo, te estás desviando.

Así es imposible que me concentre.

***
Al terminar la clase me dirijo al baño a ducharme, no sin antes leer los quinientos mensajes de mi hermana.

Dani:

Ven a la cafetería porfa.

Nishi está mal de la cabeza, la llevaré a terapia.

Deslizo el dedo en la pantalla riéndome de ella. Leer su chat su es lo máximo.

Tienes que ayudarme a convencerla.

Lo que siente no es amor, más bien, es obsesión.

—Venga ya. ¿Por qué no te abres? —escucho una voz femenina quejándose.

Tenemos que conseguirle un novio para que se olvide de Carlex.

Esto se pone mejor.

Preséntale a algún amigo tuyo.

—Uff, maldita sea —otro golpe en un casillero por parte de alguien carente de fuerza o que insiste en llamar la atención.

Me giro y miro a Cloe con detenimiento. Su estatura media no le impide alcanzar el candado de su casillero. Tiene la fuerza de un licántropo corriente multiplicado por seis porque su padre asesinó a varios alphas antes de engendrarla. Sus garras son útiles en estos casos.

Entonces, ¿cuál es el motivo para que sea yo quién le ayude?

—Dame la llave —le digo acercándome a ella.

Guardo el móvil en uno de los bolsillos de mis shorts deportivos.

Ella me entrega las llaves con un ligero sonrojo en su rostro pecoso. Se aparta con la mochila colgando de un hombro, aunque casualmente esta se le cae al suelo y se la recojo.

—Gracias —susurra tomando la mochila con un leve temblor en sus manos.

Me volteo para abrir su casillero de una vez. Es fácil. No fue necesario utilizar la fuerza bruta ni maldecir como lo habría hecho papá.

—Aquí tienes —le entrego su llave y el candado.

—Gracias doblemente.

Iba a decirle que no es la gran cosa pero al ver a la profe Medusa detenerse en el pasillo, decido callarme.

Hace un calor de muerte. Me quedé con el torso descubierto después de la clase de Aerodinámica; así que me hago una idea del regaño que me dará.

—Señor D'Angelo, no necesitamos nudistas en el colegio. Hágame el favor de vestirse como es debido —ordena, recorre mi torso con la mirada y se marcha.

«Que mujercita esta»

Entre tantos alumnos semidesnudos que hay en el pasillo, soy el afortunado en recibir sus quejas.

—Descarada —susurra Cloe, mostramdo sus colmillos. Su espontaneidad logra sacarme una media sonrisa. Mantiene su mirada sobre Medusa.

—¿Qué dijiste?

Se muerde el labio inferior con fuerza en cuanto me pilla viéndola.

—Nada —mira sus zapatos, los casilleros, cualquier cosa menos a mí —Eres muy amable, Dylan —me arrebata sus libros con tal torpeza que casi caen al suelo. Es incapaz de sostener algo —Gracias otra vez —se pone de puntillas y me da un casto beso en la mejilla izquierda antes de irse corriendo a su salón de clases.

Es una loquilla.

Siento la vibración de mi celular.

Lo desbloqueo y leo el nuevo mensaje.

Liam:
¿Le estabas mirando el culo, eh? Tienes buen gusto, primito.

Tecleo rápido.

¿Desde dónde me estás mirando?

Barro con la mirada a mi alrededor hasta que doy con Liam. Él me ve con los ojos entrecerrados desde la puerta del aula de Alquimia.

«¿Cómo es que no lo ví?»

—Oye, me agrada esa chica —dice cuando me acerco a él —Tendrás dónde agarrar cuando te la tires.

—No digas tonterías.

Me molesta cualquier tipo de comentario sobre el cuerpo de mi hermana o el de las mujeres de mi familia. Aunque Cloe no es una D'Angelo.

—Vale, vale. Es tuya —se ríe con malicia, mientras se abotona la camiseta del uniforme —Ya tengo a mis nenas.

Sé a qué se refiere.

No consigo entender cómo Rianna y Reyna comparten al mismo hombre. Cada cuál tiene sus gustos, pero admito que no me gustaría hacer un trío con mi hermana.

—Nos vemos, Liam. Cuídate —Rianna lo nalguea y le lanza un beso antes de salir del aula, ¿o era Reyna? Da igual. No sé distinguir una de la otra, son gemelas.

—Nos vemos, preciosa.

—¿Me llamarás este finde? —la otra pelirroja se recoge el cabello en una coleta y le hace un puchero a Liam.

—Claro que lo haré —toma a la gemela por el cuello para acabar con la distincia que los separa, dándole un beso —Iremos al yate para hacer las poses del kamasutra que no te enseñé hoy.

—Me parece bien —sonríe satisfecha. Se va desprendiendo un fuerte olor a feromonas.

—Entiendo que te ponga cachondo que cualquiera los pille, pero no te fíes. Medusa anda paseando por aquí.




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