Alice Black 1: La híbrida de los vampiros

Capitulo 4: Dieciocho años después

Narra Grecia Kirchner:

El bullicio de su voz chillona, resonaba numerosamente en mi cabecilla, al extremo de querer dar volteretas como carrusel descendente y ascendente. ¿Acaso no existiese el día en que se callase? La revuelta que irritaba mi yugular obstruía la paz interior que ya hacia diminuta.

—¡Bajad de una vez! Llegareis tarde a la preparatoria. ¿Podrías avanzar? El autobús está a dos cuadras. — ruedo los ojos iracunda, lo más que repugnase eran las interrupciones.

— ¡Dejadme redactar en serenidad en mi diario! Estaré preparada en seguida — Algún día finalizaría matándome de un infarto cuya dama era mi tía biológica e madre adoptiva o quizás los papeles de la balanza se invertían y el cuervo criado desmembraría su nido.

—¡Deja de perder el tiempo! — exhalo ante su insistencia menopaúsica. < nunca se daba por vencida>

—¡Madre! — recrimino cesando y atesorando mi diario en su lugar secreto, cuando Roxana Kirchner entra a mis aposentos con rostro de patrona mandona.

—¡Péinate mujer! ¡pareces un denigrante erizo! ¿Ni siquiera has ejercido tarea tan factible? — jurase que sus quejidos se escucharon por toda la barriada. — no hay tiempo, el autobús ha llegado a su destino.

— ¿Qué? ¿Tan pronto? ¡rayos! — cerco despavorida por las escaleras, encontrándome con un deleitoso desayuno que no sería devorado. Gracias a la imprudencia de mi mejor amiga, Mita Lamboy Velázquez, que me sostuvo conversando hasta la grata madrugada.

—¡Pórtate bien Grecia, que no quiero ir de visita otra vez a tu escuela!

—¡Adiós!

Exhausta arrastro mis pies por las escalinatas del autobús e reboto como rana hacia el asiento que mi compañera había reservado con su mochila; agitada observo los estudiantes adormilados, y como no esperárselo. Hoy era el primer día de clases después de las extravagantes e libertinajes vacaciones navideñas.

—¿En qué tanto cavilas? — cohíbo las ideas que me alcanzaban mi mente, esas levantadas en plena madrugada donde aparecía en el jardín posterior de la morada, empapada y en pijama. O el hecho de toparme con sabanas pulcras dominadas por pétalos de rosas.

—Perennemente en lo mismo. — bostezo al estereotipo de un león recién trasnochado.

—Es evidente que eres sonámbula. — pellizca mi antebrazo tras una sonrisa lánguida. —Ahora vamos al infierno — desfiguro el rostro ante un huracán de fobia, “El sendero de la Muerte”, un camino que se habría marcha por el bosque, insuficiente de hogares que por cierto estaban desahuciados e embrujados y por supuesto, numero uno a nivel estado en asesinatos y secuestros. La ultima víctima fue hace dos entristecidos días, Daniela Carrillo Méndez, joven no caucásica de aproximadamente catorce años. Según las noticas su torso había sido cortado en plano transversal con algo más tajante que una espada. — dejad esa mueca, ni que fuéramos al purgatorio. — ¿Debía sonreír y acurrucarme en Morfeo mientras posiblemente estén mutilando a alguien?, rotundamente no. Suficiente tenía con las pesadillas repetitivas, acosadoras y tormentosas que me hacían presentir la presencia de alguien observándome o que en algún momento aparecería un lobo azabache de ojos rojizos en plena vía enseñándome sus colmillos, el mismo se balancearía e subiría hacia la parte superior del objeto sobre ruedas y rasgaría el metal para tragarme. — relájate, mujer. —indescriptible era lo que sentía. No podía ni siquiera recostarme de la ventanilla, auscultando baladros y voces distorsionadas. — ¿Qué cursos tienes este semestre?

—Mitología — era fundamental adquirir conocimiento en el área, según Roxana.

—No está en el currículo. — descendimos del autobús tropezando con algunos esgrimistas que no titubearon en coquetear con mi única camarada, que se caracterizaba por ser introvertida y enamoradiza. ¿Quién se resistiría? Era la inconfundible rubia de cuerpo esculpido que gozaba de poseer ojos azules más intensos que el mar, quizás el mismo océano la envidiaba a pesar de utilizar espejuelos.

—Dichosos mis ojos, disfruta el día. — ese era Marcos Balboa, un jugador cretino de Futbol americano. Un impar entre pares de vagabundos que notaba que existía, sin embargo, jamás por caballerosidad me ha solicitado ir a ninguno de sus partidos. < marica > Quizás era por quered optar por libros de cocina, cosa que actualmente a los niñatos no les importase.

—Por mí hace tiempo hubiese culminado. — comento al entrar a recorrer los pasillos infectados de alumnos novatos y de fantasmas llamados: depresiones.




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