Narra Rafael Buckminster:
Tras un sólido golpazo, William Buckminster, desmantela la mesa de piedra. Induciendo a los miembros de la orden que se consideraban insobornables ante su majestad, inclinaran sus rostros amonestados. Puesto que nadie fue competente en asesinar el retoño de Roxana Kirchner, valiéndose de la intervención del guerrero e príncipe de los territorios Lemoine: Eduardo Lemoine, quien gozaba de una inmensurable capacidad para combatir a todo terreno, temiendo solamente a su propia lobreguez.
—¿¡Cómo es posible que me defraudasen!? — Lina Buckminster en veneración se despoja de su máscara, frenética, ejerciendo que todas las alfas enmudecieran ante quien demandaba la herencia absoluta del gran centenario de la corte. —¿Qué ofrecéis? — incinerando sus ojos ambarinos en voracidad, sonríe macabramente concediendo una carta magna a su superior.
—Señor, dejadme la misión que vuestro hermano Carlos Buckminster no pudo culminar. — exaltado ante su actitud arbitraria, expongo en ira que nadie ha podido aseverar que dicha joven era la reencarnación de Alicia Rubí, aunque fuesen semejantes físicamente. < ¿Esa humana debía morí a toda costa ante el capricho de ellos? > Si moría la doncella, nunca me lo perdonaría. <Podría ser mi hermana > Dustin Kirchner jamás se definiría como un hombre sincero. La niña que por años he buscado inalcanzablemente, puede estar más cerca de lo pensado. < la amare y la defenderé con vida, si mis sospechas con acertadas>
—Nuestro objetivo es prescindir de cualquier reclutado por Dustin Kirchner. — contradice mis ideologías el señor de las anillas de fuego, Carlos Buckminster.
—Sois unos cobardes, en especial tú, sobrino. Que designas llorar por los rincones sin hacéis nada al respecto. — abuchean los grupos betas ante la discusión que afloraba en finalización del invierno.
—¿Me llaméis cobarde?, llorar no es de cobardes, pero tampoco es de “valientes” no ahogarse a sí mismo para no dañar a otros. ¿Quién es el pávido, Lina?
—¿Me estas retando? — desafiante, convoca fluorescentes llamas verdosas que entornaron su silueta esculpida; todos retroceden, dejando libre el campo de batalla.
—Tomadlo como queráis…— Lina, relame sus labios afanosa por emitir un hechizo letal—ven por mí —invocando contra defensa, estaba preparado ante cualquier agresión — ¿venís a morderme? — triturándose los huesos y alargando su piel quejosamente, adquirió porte de ataque, incrustando sus garras en la tierra en forma lobuna; Los arboles trepidan ante su presencia, el viento se torna frío y rudo, ocultándose el sol tras un gran rugido que amenazaba con despedazar mi muro de protección. —¡la pagarás! — resistiéndome firmemente, aproximo a atacar. Lina salta, esquivando el mordisco en su costado. Girando sobre su eje de 360 grados hace ademan de cavar con sus patas, corre en mi dirección arrollándome contra el suelo. Penetro su pelaje nevisca, abrigándolo de sangre, desgarrándola con mis potentes colmillos, cuando imita el gesto, aprisionado mi cuello.
—¡Detenerse! — Inmovibles, así estaban los presentes ante la horrible escena que prometían un sobrino y una tía. — ¡Basta! — William y Carlos nos apartaron, recibiendo heridas en el proceso — le brindare otra oportunidad a Carlos, de fallar su faena, nuestro honor será tu responsabilidad. — Lina asiente ultrajada, cubriendo su torso con un abrigo de oso —retiraos los dos, me indignan— remuerdo la lengua para no sonar como criado. <Esto era humillante >. Se apoderaron de la corona que por derecho me pertenecía a mí. Ahora las manadas se volvieron agresivas y posesivas con los territorios, pero lo vil era que me tratasen como un trapo, una basura más entre novatos.
—No se preocupen, continúe usted—contesté cansado de tantas injusticias, adentrándome rabioso en el bosque.