Alineación de estrellas.

1. Un arcoíris de tres colores.


 


Siete años...

Las blancas paredes del lugar estaban decoradas con pequeñas luces de colores, adornos delicados en tonos dorados y rojos, y un gran árbol navideño en una esquina del hogar que da el toque final para ambientar dulcemente aquel frío diciembre. La casa de los Cooper jamás se vio mejor, sin mencionar el exquisito aroma que emanaba de la cocina.
 


 

Sin embargo, lo mejor de todo aquello era el salón, decorado con pequeñas luces amarillas, sillas por el lugar y una chimenea en el centro que irradiaba calor a las tres familias alrededor, quienes reían mientras contaban historias, recuerdos y aventuras que vivieron durante el año. Los Grant, los Johnson y los Cooper, tres familias tan unidas que era como si fueran una sola, cada navidad, año nuevo y cualquier festividad, la pasaban juntos.
 


Incluyendo, el nacimiento y primeros años de vida de aquellos tres pequeños niños que se encontraban sentados en una mecedora de madera blanca del jardín, la cual ya hace casi un año que cumplía con la labor de ser el lugar favorito de esos tres mejores amigos.

—¿Cuánto tiempo tendrás que usarlos?, parece algo incomodo —preguntó Saimon, un pequeño rubio de ojos verdes y piel pálida, mientras trenzaba un lado del cabello de su amiga.
 


 

—La doctora le dijo a mamá que posiblemente deba usarlos por muchos años —resopla Brennan, la morena de largo cabello negro y ojos cafés, mismos que se ven cubiertos por unas gafas de pasta negra— los primeros días han sido muy incomodos, olvido que los llevo puestos y me meto a la ducha con ellos.
 


 

—Eso es porque eres torpe —Saimon saca la lengua— y te ves fea con lentes —bromea y sonríe cuando la morena lo golpea levemente en la pierna— no deberías golpear a alguien que puede jalarte el cabello, tonta.
 


 

—Si jalas mi cabello volveré a golpearte —sentencia.
 


 

—Yo creo que luces linda —se encoje de hombros el pequeño Tayler, chico de cabello castaño y hermosos ojos color ámbar. Se encontraba del lado contrario de Saimon, a un lado de Brennan, peinando también su cabello.
 


 

Cuando los ojos de la morena caen sobre él y le sonríe, sus blancas mejillas se tornan rojas, como es costumbre, pues Tayler Jonhson es un niño bastante tímido y peculiar. Aunque claro, los tres lo eran y quizá por ello eran tan buenos amigos.
 


 

—¿Dónde está tu padre, Brennan? —cuestiona Saimon luego de un rato, la niña se limita a encogerse de hombros sin mucho interés— ¡estoy por terminar y te ganaré, Tayler! —canturrea triunfante al darse cuenta que está a punto de terminar su trenza.
 


 

Al no tener respuesta del castaño, Brennan y Saimon dirigen su vista hacia él y ríen al verlo con la punta de su lengua afuera, muy concentrado y apurado en terminar el peinado. Cuando termina ata una pequeña liga en el final y resopla agotado, Brennan por su parte lleva ambas manos a cada lado de su sien y recorre su cabello, para darse cuenta que sus torpes mejores amigos no habían hecho más que unos extraños nudos en su cabeza.
 


 

—¡Son unos tontos! —rugió, y tan rápido como la luz, se encontraba corriendo tras sus dos amigos, quienes reían y pedían clemencia de su parte.
 


 

Luego de un rato, Tayler cae al suelo rendido, sus mejillas están sonrojadas y muy calientes, su pecho sube y baja con rapidez agitado, sin embargo, sonríe al ver a Brennan arrodillarse frente a él con su ceño fruncido intentando respirar. Su cabello parece un muy oscuro nido de pájaros, aunque sea lacio posiblemente pasará un largo rato desenredándolo, a pesar de ello Tayler cree que luce hermosa, claro que la mayor parte del tiempo así lo creía.
 


 

Brennan sujeta sus mejillas y las estira como plastilina— lo lamento —dice el niño, con sus mejillas pegadas a sus labios, luciendo como un pequeño y lindo pez, lo cual hace sonreír a la morena— prometo que aprenderé a hacer esas cosas de niñas —ella resopla para luego soltarlo, y sentarse en el suelo, acomodando su abrigo para no tocar la fría nieve, Tayler hace lo mismo.
 


 

—¡Te vas a caer, torpe! —grita al rubio, quien sube apresurado a un pequeño muro— ¡ya deja de subir ahí!
 


 

—¡Jamás! —grita de regreso.
 


Antes de que Brennan pueda contestar, Margareth, su madre, grita desde la entrada de la casa que es hora de abrir los regalos, por lo tanto deben volver con los demás. Sin pensarlo demasiado los chicos se levantan del suelo y Saimon se lanza del muro, golpeándose las rodillas, aunque parece no importarle mucho porque luego de sacudirlas, sigue corriendo hasta alcanzar a los otros dos.

Brennan aprovecha su cercanía para golpearlo en su brazo, el niño se queja mientras la mira mal— eres una bestia, ¿sabes? —el chico se coloca entre ambos y coloca sus brazos en los hombros de sus dos mejores amigos— desde ahora te llamaré así, mi bestia.

Tayler ríe, mientras Brennan frunce el ceño no muy convencida de que aquel apodo le guste, sin embargo, ya conociendo lo terco que puede ser su rubio amigo, decide guardar silencio y aceptar su destino.
 


Los tres chicos llegan al salón, donde sus familiares están reunidos, Tayler se sienta en los regazos de Charlotte, su madre, además de tomar la mano de Cristopher, su padre. Saimon se lanza y cuelga de la espalda de su padre y Brennan, luego de dejar un beso en las mejillas de sus abuelos maternos, se sienta en el suelo junto a Anthony, su hermano mayor.

—¿Quién será el primero en abrir sus regalos? —Margareth pregunta entrando con una gran bolsa de regalos. 
 



#31468 en Novela romántica

En el texto hay: juvenil, amor, amistad

Editado: 30.01.2021

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