Alma infinita

Capítulo 2

*Ann*

A pesar de haber estado en la misma clase durante el instituto, ahora cada una va a lo suyo. Bueno, no todas. Mientras que Rebeca estudia Historia del Arte y Cristina está en la carrera de Periodismo, Cinthya y yo estudiamos Sociología. Nuestra suerte ha sido que las tres facultades están en el mismo campus.

En uno de nuestros descansos, nos reunimos para comer. Una vez más, me doy cuenta de que, vistas desde fuera, somos realmente un grupo variopinto por el cual nadie en su sano juicio apostaría por nuestra amistad.

Empezando por Becka, que con su altura perfectamente podría ser jugadora de baloncesto. Tiene unos ojos oscuros que rozan el azabache, cabello castaño y ondulado que llega hasta la baja espalda, y lo que más envidia me ha dado siempre de ella: su tono de piel, que luce un bronceado natural durante todo el año. Además, sabe cómo sacar provecho de lo que Dios le ha dado, complementando su físico con un estilo digno de una actriz americana. Hoy lleva una camisa a cuadros roja, abierta, con una camiseta negra de tirantes con el logo de Jack Daniel’s, vaqueros boyfriend de cintura alta con cinturón negro, y botas ,estilo militar.

Luego está Cristina, con su estilo skater. Rara vez no la ves con una falda de tablas o pantalones cortos, y hoy toca la segunda opción. Además, lleva una camiseta con el logo de una de sus bandas favoritas, medias de red, sudadera atada a la cintura, y unas Mustang de suela ancha. Siempre parece tener la mirada perdida en otro planeta, y hoy tiene el cabello recogido en dos trenzas sueltas que me recuerdan a espigas de trigo. Su metro sesenta la hace parecer una niña a nuestro lado.

Cinthya, en cambio, es lo más sencillo que se puede encontrar en lo que a moda se refiere: camiseta básica, vaqueros pitillos, cazadora vaquera y botines negros. Su piel es muy blanca, lo que contrasta con su cabello negro. Está obsesionada con la música; no recuerdo una sola vez que no llevara auriculares puestos o colgados del cuello. Cuando la veo junto a Cristina, siempre pienso en lo diferentes que son, pero basta un vistazo a su comportamiento para darte cuenta de cuánto se quieren. Parece ser verdad eso de que los polos opuestos se atraen.

En cuanto a mí, mi armario consiste en decenas de pantalones negros, la mayoría con rotos en las rodillas o desgastados en los talones, camisetas con logos de bandas musicales o estampados absurdos y mensajes irónicos. Mi cabello natural es negro, como el de Cinthya, pero desde secundaria lo tiño con colores fantasía. Al principio eran solo mechas, pero ahora es algo más extravagante. Actualmente, lo llevo en dos capas: una a la altura del pecho, de color azul, y otra por los hombros, de un tono entre morado y rosa. Miro mi camiseta de Bring Me the Horizon y sonrío al recordar el día en que todas compramos la misma. Si hay algo que nos une, es nuestro gusto musical.

Suspiro, intentando sacudirme la sensación de nostalgia que me invade al pensar en nuestra curiosa amistad, y me concentro en mi comida.

De repente, recuerdo la imagen de la pareja de esta mañana. Aunque apenas pude fijarme en ellos, estoy segura de que el chico era Thomas. Llevo dándole vueltas todo el día, y cuanto más lo pienso, más segura estoy de que es cosa de las pesadillas. El haberle recordado esta mañana ha hecho que mi mente me juegue malas pasadas, haciéndome ver cosas que no existen. Aun así, eso no explica a la mujer que lo acompañaba.

Suelto un suspiro. «En fin, solo ha sido un espejismo. Desaparecieron antes de que pestañeara, seguramente haya sido una alucinación por el cansancio.» Me digo a mí misma, intentando terminar con el círculo vicioso de pensamientos.

—¡Oye Ann!

Una mano se pasea delante de mi cara para llamar mi atención, y de pronto soy consciente de que tres pares de ojos me miran fijamente.

—¡Vaya! Has vuelto.

El tono sarcástico de Becka me molesta, como si ella nunca se hubiera quedado en Babia.

—Hum. ¿Qué pasa?

—Te preguntaba si estás libre esta tarde para ir a la cafetería.

Frunzo el ceño y miro a las otras dos del grupo, que encogen los hombros al notar mi duda. Cinthya rodea con un brazo a su novia para susurrarle algo al oído, y esta se ríe.

«Vaya, pues sí que son útiles estas dos.»

Pienso, poniendo los ojos en blanco. La verdad es que, después de la auto-invitación al viaje por parte de Nicklaus, no me apetece nada verlo.

—¿No te parece que primero deberías hablar con él a solas para aclarar lo del viaje?

Su mirada se oscurece; sé que la he enfadado y que estoy a punto de escuchar alguna de sus perlas. Pero en lugar de eso, pone ojos de perrito abandonado y, haciendo pucheros, me replica:

—Escucha, sé que llevamos mucho tiempo planeando esto y que no quieres cambios de última hora... pero ponte en mi lugar —me habla con voz dulce, como una niña pequeña pidiendo a su madre que le compre un juguete, intentando convencerme—. Tú irás con Robert, Cris con Cinthya, y yo, en cambio, me quedaré sola. ¿Es que acaso no quieres que sea feliz?

Al terminar de hablar, finge lloriquear, y las otras dos estallan en carcajadas.

—¿Me estás diciendo que tú lo invitaste? ¿Sin consultarme primero? —No doy crédito a la situación.

—No. Te estoy diciendo que si él va conmigo, no te arrastraré a ningún bar de mala muerte para que me sirvas de escudera en la caza de un ligue aleatorio.

La pareja se ríe de nuevo, y yo las fulmino con la mirada.

—Vamos, Ann, no seas tan estricta. Cuantos más seamos, mayor será la diversión —dice Cris mientras se levanta para ponerse al lado de Becka, en muestra de apoyo.

—¡Eso es! Además, no me apetece correr detrás de Becka de bar en bar.

Como no, Cinthya también se pone de su parte. Siento la mirada de las tres sobre mí. En realidad, entiendo el punto de Becka, pero ese tío es un desconocido.




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