Alma Mater

Capítulo II: Recordando el pasado

Un nuevo aniversario

En un hermoso jardín interior, una hermosa sirvienta de piel morena, cabello negro ondulado, labios carnosos, nariz fina, ojos cafés, pintados con polvo morado, con un vestido típico de sirvienta escotado de negro y blanco, estaba preparando el té de su amo, desde una mesa pequeña y redonda, junto a dos sillas metálicas. Se mostraba muy coqueta y alegre y pensaba que su nuevo amo para el que trabaja ha sido muy caballero y delicado con ella cuando la recibió.  Agradecía internamente el buen trato que le daba cada vez que cumplía satisfactoriamente un servicio en estas últimas semanas. Su amo era nada más y nada menos que el dueño de la gran biblioteca: Zeto.

Zeto era un hombre delgado alto, bien compuesto, de piel clara, ojos azules, cabello café tomado con un moño señorial. Siempre vestía con su túnica blanca con bordes dorados, ceñido de una faja dorada, zapatos rojos y un collar con un objeto dorado que le colgaba, que tenía un símbolo de un árbol con siete líneas a su alrededor.

Zeto ingresó al jardín botánico de los interiores de la biblioteca, muy pensativo y serio. Su sirvienta lo notó, pero no fue hasta que se sentó en una de las sillas del interior para preguntarle:

- ¿Sucede algo, mi amo?

Él la miró diciendo:

- No te preocupes, Amalia. Estoy bien… solamente que hoy se cumple un nuevo aniversario de un hecho que marcó mi vida.

Amalia, se inclinó ante su amo y manteniendo ese gesto le dijo:

- Mi amo: nunca me atrevería inmiscuirme en asuntos que tengan que ver con su vida, mucho menos alterar lo que hay en lo más profundo de su corazón. Solamente deseo su bienestar y que pueda ser feliz.

Zeto se levantó de su silla y le pidió que se sentará con un gesto gentil a su lado. Luego le dijo:

- No es necesario que te disculpes por eso. Eres mi más leal sirvienta y agradezco el hecho de hacerme sentir mejor.

- No, mi amo. Para mí es un placer estar a su lado y estoy muy agradecida de darme la oportunidad de servirle.

Amalia comenzó a servir el té a su amo para posteriormente verter en su taza y comenzaron a beber.

Zeto recordó aquella vez en la que era un pequeño infante, donde vivía junto a sus padres y hermano gemelo, en el reino humano de Saisón.

Él se había preparado como un erudito en todo tipo de conocimientos de las artes mágicas, mientras que su hermano se preparó como un guerrero, practicando con la espada y el arco.

Ambos fueron a la academia de la capital real a pulir sus talentos para el servicio del rey. Lo cierto es que Zeto siempre se mostró muy tímido ante los demás y se la pasaba en la biblioteca, mientras que su hermano Xino era más carismático, tanto con sus pares como con las bellas damiselas que lo admiraban.

Ambos hermanos tuvieron que vérselas muy feas cuando uno de los seguidores de Oblax apareció para causar el caos en la capital real. Fue entonces que el rey fue con todo contra aquel hechicero y sus secuaces, así que mandó a sus mejores hombres para combatirlos. Pero ese día, el rey cometió un grave error.

Resulta que la princesa real estaba en la academia mientras la zona residencial aledaña al palacio real era atacada. Este hechicero mandó a otro destacamento a capturarla y fue así.

El caos de ese día obligó a que su hermano y unos cuantos camaradas de armas fueran a rescatarla de aquellos peligrosos hombres. A pesar del gran esfuerzo del rescate, un poderoso ogro de color naranjo, destacado por ser más hábil e inteligente que los ogros verdes, los atrapó por sorpresa y los encerró junto con la princesa real.

Ante esta situación, Zeto, junto a otros hechiceros leales al rey, intentaron una segunda liberación a las afueras de la capital, donde estaba el campamento de aquel hechicero. Su plan resultó a la perfección, y escaparon junto a la princesa y los guerreros, salvo por un detalle. Su hermano quiso cobrar venganza frente al hechicero y Zeto, al enterarse de la imprudencia, volvió para el rescate.

Xino estaba siendo dominado por este poderoso hechicero gracias a la ayuda del ogro naranjo. Poco a poco fue acorralado por el ogro naranjo, hasta que Zeto llegó y contrarrestó las fuerzas del seguidor de Oblax con un hechizo de aturdimiento, que lo dejó tirado en el suelo por unos cuantos minutos. Luego, ayudó a su hermano para combatir al ogro con todas sus fuerzas, hasta que lo derrotaron atravesando la espada en el pecho, precisamente atravesando su corazón.

En la huida, ambos hermanos fueron alcanzados por el hechicero que había despertado, lanzándoles un rayo que les hirió a cada uno en sus piernas. Ante esta situación, Xino había robado una piedra transportadora de la cámara de torturas y la utilizó para que Zeto se salvara.

Lo cierto es que la piedra lo transportó hacia las afueras de la ciudad, mientras que en el campamento se pudo observar una gran explosión que destruyó todo el lugar. Zeto creyó que su hermano se había sacrificado para salvarlo y lo lamentó con amargas lágrimas.

Al día siguiente, los soldados del rey fueron a revisar el campamento y recogieron todos los cuerpos para quemarlos. Zeto consultó por el cuerpo de su hermano, pero los guardias afirmaron que no lo encontraron, ni mucho menos el cuerpo de aquel lacayo de Oblax.

Fue a partir de ese entonces que Zeto guardó ese mal recuerdo para toda la vida y nunca más volvió a casa de sus padres, por la vergüenza que sentía, de no haber hecho algo más por su hermano.

Huyó a un bosque encantado a las afueras del reino y se encontró con la Dama de la Sabiduría, revestida de un vestido de plumaje blanco, rodeada de búhos a su servicio y se quedó con ella por varios años.

En eso estaba pensando hace poco, antes de encontrarse con su apreciada sirvienta.

Ahora, estando un poco relajado, Zeto le dijo a Amalia:

- Sería mejor que esta noche puedas preparar esas habichuelas que tanto me gustan y yo prepararé ese delicioso zumo que tanto te gusta.



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En el texto hay: fantasia, otro mundo, aventura

Editado: 13.03.2024

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