El trayecto no solo se miraba difícil de recorrer, si no que a medida que avanzaban, parecía ser cada vez más imposible. Las distancias sin parar eran tan largas, que solo se detenían cada 3 días para comer de las presas, cada vez más secas y putrefactas, y dormir máximo 4 horas, siendo para Lobezno la mejor parte de todo, pues descansaba plenamente al lado de su adoptiva hermana, generalmente quedando abrazados, prácticamente sin darse cuenta.
Sin embargo, el resto del viaje parecía ser un muy mal sueño, en el que se trataba de escapar de algo sin éxito, pero que todo el tiempo te estaba observando y persiguiendo de muy cerca… en este caso, la soledad que quería recuperar su condición.
A medida que Lobezno pasaba en las afueras, cada vez le daba más la impresión de estar viendo claramente a algunos kilómetros frente a él, enormes aldeas flotantes, como se describían en las leyendas antiguas; siendo construcciones verticales, cercanas una de la otra, y que por su grandeza hacían ver pequeños a los arboles arcoíris. Sin embargo, al acercarse más, se daba cuenta de que aquello solo había sido una mala jugada de su mente, que a menudo se repetía.
En otras ocasiones, se encontraban con muchas rocas a lo largo del suelo, que daban la impresión de formar parte de algo una vez construido, pero que al verlas de cerca, la cristalización y sus formas hacían casi imposible que eso hubiera pasado.
A un así a Lobezno, lo que más le parecía imposible era que no existiera ningún rastro de vida presente en toda esa vasta extensión de miles de kilómetros. Inclusive que no hubiera la más mínima vegetación, agua en los suelos, o siquiera nubes en ese cielo tan gris, con un sol tan opaco, que hacía parecer que hasta el tenía miedo de entrar ahí, sin mencionar que la propia luna y los millones de astros que se reflejaban en la aldea lobuna, nunca se dejaban ver por ahí.
En una ocasión se detuvieron a dormir al lado de una montaña de la que Liber ya había escuchado y serbia como referencia para saber que iban por buen camino. La extraña elevación parecía ser un medio circulo a lo ancho, mientras de de los otros dos lados casi plana; su textura también estaba cristalizada del color gris natural de la zona, pero con algunas zonas con una tonalidad más oscura. Ahí la hermosa Huma-Loba acabo de confeccionar las prendas de Lobezno: un pantalón que dejaba un poco al descubierto su pantorrilla, de color azul índigo, favorito de él, y una camiseta sin mangas de color violeta, que dejaba ver su imponente musculatura, sin ya ningún rastro de haber sido dañada jamás. Aunque a Lobezno no le gustaba mucho el color violeta, sin ningún problema lo porto gustoso, con tal de complacer a su querida hermana adoptiva.
Así transcurrieron 22 días de viaje, hasta que por fin llegaron a los territorios de los espinos, donde el clima sin duda era mucho más intenso que en los territorios lobunos, pero nada comparable con lo que eran las afueras. Ahí el aire fresco les acariciaba constantemente el cuerpo, las nubes llenas de agua amenazaban los cielos y se interponían en ocasiones a un brillante sol que se dejaba ver con fuerza, mientras que la tierra, aunque árida, era café y propensa a dar mucha vida, como se apreciaba en la hierba verde alta y delgada, como los arboles dispersos entre sí, de poco más de 3 metros de alto, pero que sus ramas abarcaban una gran anchura, donde algunas presas se acercaban a descansar.
Pero no prestaron interés en todo lo diferente que se apreciaba a simple vista, solo bebieron algo de agua de un pequeño arrollo que cruzaba un sendero y continuaron con la firme misión de dejar al Lobo-Espino, pues mientras antes se contemplaba, podían descansar más tranquilamente. Así llegaron hasta la aldea de los espinos, o al menos donde Liber había presumido antes estaría.
-¿Por qué no hay nadie, ni nada? –se pregunto Liber a sí mismo, desde lo alto de un barranco de 30 metros, que rodeaba completamente lo que justo en el medio parecía ser un volcán, con dimensiones tan inmensas, jamás antes vistas por Lobezno, en lugares naturales o artificiales; mientras que en el centro y alto de él, se desprendía una luz roja, dando la apariencia de estar completamente activo, pese a no haber rastro alguno de haber hecho erupción a lo largo de la historia.
-Algo me da muy mala impresión –dijo la Humana-Loba y hasta entonces, en todo el viaje, Lobezno vio señales de preocupación en ella.
-Tal vez no debería de decirlo, pero a mí también –dijo Liber-. Quizás podamos verlos detrás del volcán.
Así los 3 hermanos adoptivos, junto al Lobo-Espino en brazos de Lobezna, saltaron sin ningún inconveniente, dentro del barranco, ahí la tierra pasaba a ser solamente roca de color café, haciendo imposible que alguna clase de vegetación naciera en ella. Avanzaron entonces algunos metros, con un suave trote hacia el centro, pero al menos Lobezno, que iba detrás, no lograba percibir un olor diferente al de toda la vegetación con presas ya antes olidas.
Cuando entonces, de la nada un enorme y filoso pico de roca salió debajo de Lobezna, con claras intenciones de atravesarla. Sin embargo, rápidamente la Humana-Loba salto producto de un reflejo natural, logrando esquivarlo con facilidad.
-¡¿Qué ha sido eso?! –grito Lobezno, completamente asustado-. ¿Estás bien hermana?
Lobezna no alcanzo siquiera a contestar, cuando otro pico igual se formo de las propias rocas del suelo, e intento atacar a Lobezno, sin éxito, al esquivarlo de un movimiento lateral.
-¡Silencio! –ordeno Liber y rápidamente le sucedió lo mismo que a los Humanos-Lobos-. No hablen. Quizás el sonido provoca esto –finalizo justo antes de tocar el suelo, luego de su enorme salto.
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Editado: 12.12.2023