Lobezno la volteo a ver, observando sus grandes ojos verdes, siempre expresivos, llenos de preocupación y miedo. Él sabía que su querida hermana adoptiva confiaba totalmente en él, más incluso que en Liber, y eso era algo que lo hacia enfurecer más que cualquier cosa en ese momento, al no poder sacarla de ahí. Así que concentrándose completamente y con una furia incontrolable, empezó a golpear la gruesa pared frente a él, sin importarle como varios picos del suelo y la pared intentaban dañarlo. Él solo esquivaba sin siquiera darse cuenta de cada ataque en su contra y golpeaba nuevamente el mismo punto de la roca, con todas sus fuerzas, empezando poco a poco a agrietar la pared.
Mientras que Liber a su lado, hacia lo propio, esquivando y cavando en la pared con sus poderosas y filosas garras. A pesar de todo, Lobezno sabia que su hermana adoptiva era quien peor la estaba pasando, el tener en brazos al Lobo-Espino la limitaba a solo poder esquivar los ataques, siendo cada vez más difícil para ella. Eso lo hacía atacar con más violencia la roca, sin importarle como cada vez más sangre brotaba de sus nudillos. Él solo quería sacarlos de ahí a los 3 a toda costa y le parecía que pronto lo lograría, pues la pared cada vez estaba más resquebrajada y con poco más se haría un hueco lo suficiente grande como para salir.
Sin embargo, su felicidad rápidamente desapareció, al ver como la roca se volvía a unir y empezaba lentamente a convertirse en diamante puro.
-¡No puede ser! –gruño Liber con deje de rabia y suma preocupación, al ver como sus garras no le hacían ningún daño al diamante-. Ahora entiendo todo… ¡MALNACIDOS! –rugió.
Lobezno no se detuvo y siguió golpeando con los nudillos ensangrentados el diamante. Pero era inútil. Rápidamente se dio cuenta de que aquel material era solo menos duro y resistente que los dientes de los lobos, por lo que posiblemente era el segundo material más fuerte de la tierra. A pesar de eso, no se detuvo y siguió golpeado con todas sus fuerzas. Tenía que sacar a sus hermanos adoptivos y al Lobo-Espino de ahí.
Pero como si todo lo anterior no fuera lo suficiente grave para ellos, los filosos picos de roca que antes podían ser destruidos fácilmente, pasaron a ser de diamante; atacándolos en un espacio cada vez más acorralado. Los picos rodearon contra una pared a Lobezno. Con escaso margen para moverse, donde seguramente ya está previsto salir más ataques. Liber se pasaba de lado a lado hasta acorralarse solo contra una esquina. Mientras que Lobezna saltaba con los dedos de sus pies, entre los picos de diamantes ya creados en eso suelo. Hasta que uno de ellos creció más, cuando pasaba por él; eso la hizo resbalar y dos picos de diamante se formaron debajo de ella.
Lobezna alcanzo a soltar a tiempo al Lobo-Espino; justo antes de que uno de los dos picos se clavara en él. Sin embargo, ella no pudo salvarse de ello y el pico acertó justo en su hombro izquierdo, mientras que el otro le rozo el gemelo derecho.
-¡HERMANA! –grito Lobezno, completamente desesperado al ver como la Humana-Loba empezaba a sangrar del hombro y la pierna.
-¡El pequeño! –grito Lobezna, preocupada al ver que el Lobo-Espino había caído indefenso en el suelo. En ese momento parecía ni siquiera molestarle el estar herida. Mientras que el cachorro corría alegremente por el suelo.
Otro filoso pico de diamante se formo de entre las rocas. Lobezno veía claramente como avanzaba en dirección al pecho de Lobezna, la cual apenas se zafaba del diamante que se había clavado en su hombro. Grito con desesperación, corriendo hacia ella, sin prestar atención en nada más a su alrededor e implorándole a la luna para que ayudara a su hermana adoptiva. Y como si su deseo hubiera sido concedido; el pico se curvo antes de clavarse en Lobezna, pasando por el frente de su pecho y cabeza, rasgándole la blusa en el camino.
-¿Estás bien? –inquirió Lobezno preocupado, llegando casi al instante con la Humana-Loba, sin prestar atención en que los ataques habían cesado de la nada. La sujeto de la espalda y las piernas y la levanto en brazos.
-Estoy bien hermano, descuida. No es nada –dijo Lobezna, sin apartarle la mirada con curiosidad al Lobo-Espino.
-Miren eso, hermanos. Parece que el cachorro nos ha salvado la vida –dijo Liber sorprendido.
El Lobo-Espino saltaba alegremente, moviendo la cola a su paso, mientras dirigía la mirada hacia el suelo. Los picos de diamante y las paredes empezaron a volver a ser de roca, hasta que se convirtieron en fino polvo que volvió a ser uno solo con la roca del suelo. Quedando la zona intacta, como antes de haber llegado.
Lobezno no entendía nada de lo que pasaba, y se podía dar cuenta en las caras de sus hermanos adoptivos, que ellos pasaban por algo similar. El suelo produjo un estruendo acompañado de un fuerte temblor, que los dejos más anonadados y alerta. Haciendo pensar a Lobezno que el suelo de toda la zona se desplomaría. Frente a ellos, a menos de 60 metros, las rocas se partieron y descendieron al vacio. Pero del enorme hueco ascendió otra roca con 21 seres en dos filas, con uno en el centro.
Todos eran muy similares. Median aproximadamente 1 metro con 50 centímetros de alto. Se mantenían de pie sobre sus 2 anchas patas, aunque encorvados al frente, con brazos, manos y dedos similares a los humanos. De sus espaldas salían largas púas blancas, mientras que en el resto del cuerpo solo poseían corto pelaje de color café y negro. En su rostro para nada se veía maldad; más bien sus pequeños ojos negros divididos por una gran nariz los hacía parecer muy inocentes.
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Editado: 12.12.2023