Almas carmesí

1 | Indiferencia

Se deslizaba ágil y silenciosamente sobre los tejados, sintiendo un atisbo de emoción que aún le mantenía en alerta. A medida que avanzaba y la ciudad se desplegaba sobre sus pies, su mente reorganizaba los pensamientos mientras examinaba los rincones con atención. Y pese a su dedicación, empezaba a asomarse un sentimiento de aburrimiento y cansancio, ensombreciendo su búsqueda.

Después de algunas horas cuando el sol se ocultaba, decidió reposar en la rama de un árbol cruzando las piernas. Desde allí, todo el mundo parecía reducirse como insignificantes hormigas. Débiles hormigas. La perspectiva le hizo sonreir para sí mismo. Pensó que podría bajarse de ahí y provocar fácilmente un revuelo entre la gente, cosa que sabía hacer muy bien, pero tenía algo más importante que hacer ahora.

Y mientras sus ojos recorrían meticulosamente el horizonte, percibiendo los detalles con precisión, se fijó en un punto a la distancia que finalmente había captado su interés. Observó detenidamente y apenas pudo ocultar su satisfacción al comprender que la había encontrado.

Ella estaba inmersa. Y aunque el sol ya no alcazaba a vislumbrarla, en la serenidad de su espacio, a él le parecía emanar un brillo.

La vio a través de la ventana cuando tenía la vista fija en el televisor y estaba recostada en la sala. Analizó su rostro desde lejos.

Sus pensamientos, que se encontraban organizados a su modo, acababan de ser revueltos al ver su imagen. Tuvo que apartar la vista para poner en orden sus ideas. No era posible que se dejara embelesar con una primera impresión.

Pero cuando ya no quedaba casi nada de la luz del cielo, aumentó su determinación y decidió hacer su aparición frente a ella. Su figura emergió de la nada intentando tener una presencia intimidante, y calculando sus movimientos, trató de asustarla, la calma del entorno creaba una atmósfera perfecta.

— "¡Buuu!" —le dijo sonriente, en tono de burla, y con la esperanza de que su inesperada aparición fuese suficiente para erizarle la piel.

Pero el sonido de su voz resonó en la habitación. Ni siquiera se inmutó, y él sintió que su orgullo se hería por ello.

En cambio, la chica levantó la vista desinteresadamente, chistando los dientes— Ash, ¿y tú qué? —respondió.

Sus ojos verdes lo miraron por unos segundos, eso hizo que se removiera algo dentro de él, aunque no quiso admitirlo. Pero con la mirada pudo notar una leve sombra que los cubría. Ojeras. Pensó. Se veía muy cansada y un aura de melancolía la rodeaba.

Él trató de ignorar lo que estaba percibiendo y se acerco más, cruzándose de brazos.

— ¿Te asusté?

Ella lo observó con un poco de fastidio ignorando su pregunta. Levantó el brazo con pocas energías y le hizo una señal— ¿Tendrías la amabilidad de moverte? Estoy viendo mi programa —el tono de su voz denotaba más irritación que sorpresa.

Él chasqueó la lengua, claramente fastidiado por la reacción, se sentó en el sillón frente a ella preguntándose si había hecho algo mal para que le diera tan poca importancia. Ella debería haberse hipnotizado con su sola presencia, pero sentía que las cosas estaban saliendo al revés— Deberías intentar verme y reaccionar un poco más, en lugar de mostrarte tan aburrida.

— Sinceramente, no estoy de humor para tonterías —dijo ella, y se reclinó hacia adelante para tomar la copa de vino que reposaba sobre la mesa.

Después de un tiempo, Mel había asociado el sonido de la botella chocar contra el vidrió de la copa al servirse, como algo reconfortante. Casi se podría decir que se había autocondicionado sin querer. A veces le gustaba pensar en ello como un ritual; el sonido, el aroma, el sabor dulce y finalmente el licor quemando su garganta erróneamente le hacían sentir que tenía poder sobre algo.

Él observó la botella y la copa con atención, entrecerrando los ojos. Con el arrastre que había tenido ella con las palabras sumado a su expresión apagada, comenzó a sospechar que su indiferencia tal vez estaba influenciada por efecto del alcohol.

Regresó la vista hacia la chica, un poco sorprendido al ver cómo se llevaba la copa a los labios, se acercó sin permiso y tomó la botella que estaba junto a la mesa, analizando su contenido con detenimiento.

La agitó en el aire haciendo que el líquido se removiera en su interior. No quedaba casi nada.

— Vaya, ya te has llevado unas cuantas —dijo observándola con interés. Inclusive con el aspecto desarreglado que tenía sentía que no podía apartarle la vista. Melisa se recostó sin prestarle mucha atención, y él sonrió ante su apatía— Entonces, ¿eres una alcóholica?

La pregunta provocó que ella soltara una risa seca desde su lugar— ¿Eres detective o qué? —preguntó con desdén.

El chico rió un poco divertido por haber logrado una respuesta mejor que la anterior— ¿Te lo parezco? —preguntó obteniendo solo una mirada (que luego regresó hacia el televisor) como respuesta— Tsk, qué fría y apática. Es un poco grosero de tu parte que ni siquiera me estés dando la mínima atención.

Se sentía decepcionado. Ciertamente esperaba cualquier reacción a excepción de esa. No recordaba que le hubiese pasado algo parecido. Podía utilizar otros métodos pero su ego no le permitía tomar otra opción. Sin embargo, se preguntaba si en verdad era culpa del trago o ella tenía cierta inmunidad.




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