Adrien permanecía de pie junto a al grupo. Y Melisa seguía preguntándose mil cosas en tanto lo escaneaba.
— No quise interrumpir ni molestarlos —dijo él—. Es que... —fijó su vista en Rouse y disminuyó el tono de su voz al notar cómo lo observaba.
Sonrió más. Había conseguido embobarla, algo que no había funcionado antes con Melisa, y eso le había estado carcomiendo el ego.
— Soy un alumno de intercambio —continuó, lanzándole una mirada fugaz a Melisa. Rió por dentro al notar su evidente fastidio y confusión.
— ¿De qué facultad? —preguntó Rouse embelesada
— Psicología —respondió él
Ella sonrió.
— ¿En serio? Nosotros también estamos en psicología —le señaló— ¿Y de dónde vienes?
Adrien seguía siendo amable. Era una falsa amabilidad, y eso le desconcertaba más a Melisa, que seguía observándolo fijamente tratando de entender qué estaba haciendo.
— Soy de Italia —dijo él—. Llegué hace apenas unos días y llevo deambulando toda la mañana. No tengo idea de dónde están los edificios que corresponden a mi horario y mucho menos los salones ni las demás áreas.
Rouse lo estudiaba, más intrigada. Se le hacía más atractivo cada segundo que pasaba examinándolo— ¿Cuánto tiempo te vas a quedar? —preguntó, esperanzada de que su respuesta fuera la que quería escuchar.
Él volvió a sonreirle tranquilamente, consciente de lo que estaba causando. A Melisa le empezaba a preocupar la respuesta que estaba obteniendo en ella. Rouse ya estaba vulnerable antes de que él llegara, y ahora daba la impresión de que Adrien se divertía manipulando sus emociones a conveniencia.
A su vez, a Lucas también le estaba irritando con su exagerada expresión de cordialidad, aunque por razones completamente distintas.
— De hecho —respondió Adrien—, probablemente me quede un buen rato. He oído que esta universidad tiene muy buena reputación.
Lucas, visiblemente molesto, interrumpió con sequedad— ¿Qué es lo que necesitas? —preguntó.
Adrien regresó a mirarlo, pareció notar que puso más firmeza en el agarre del brazo que aún rodeaba a Melisa. Se dio cuenta de que estaba tratando de marcar territorio como un chiquillo inmaduro. Era obvio que intentaba imponer su presencia.
No mostró ni un ápice de lo que en verdad pensaba; en cambio, mantuvo un aura de amabilidad— Solo buscaba a alguien para que me guiara por el campus de la universidad —explicó—. Como dije, estoy un poco perdido todavía.
Claro que Rouse fue la primera, y única, en ofrecerse.
— Yo podría —le dijo. Pero Adrien la omitió, ignorando su oferta, para desviar la vista hacia Melisa.
Ella no dijo nada, así que él decidió proceder— ¿Crees que podrías? —preguntó directamente.
— ¿Yo?
Todavía con la mirada fija, nunca borró la sonrisa— Sí, ¿tú podrías hacerme un recorrido?
Intentó desviar su atención hacia su amiga— Pero Rouse —señaló en su dirección, recostándose en la silla—, ella está dispuesta a hacerlo.
Antes de que Adrien pudiese replicar, Lucas intervino.
Se inclinó hacia él, siguiendo las palabras de Melisa— Además, Mel tiene clases en un rato. Está muy ocupada.
— No te preocupes —le dijo con calma—. No tomaría mucho tiempo de todos modos. Solo me gustaría saber dónde están algunos salones y otras cosas más. Nada complicado.
— Lucas tiene razón —respondió Melisa—. Tengo muchas cosas que hacer. De verdad no puedo —le hizo una expresión falsa de tristeza, esperanzada en que desistiera.
Por su parte, Adrien mantenía su fachada de simpatía, pero Melisa pudo notar cómo jna leve sombra de enofado cruzaba en su rostro.
El silencio que siguió a su rechazo fue tenso. Y cuando Adrien habló de nuevo, su tono era ligeramente más serio, más incisivo.
—¿Estás segura —recalcó lentamente— de que no puedes ayudarme?
Ella lo observó con incredulidad ¿Estaba presionando, casi como una amenaza, frente a sus amigos? Él solo la observaba con paciencia mientras esperaba una respuesta, intentando ver qué pasaba por la mente de Melisa. Buscaba una señal de que ella comprendía lo que implicaba negarse.
Mel se fastidió al pensarlo, ¿tenía control sobre ella?
Se lo pensó mejor. Francamente no conocía sus límites, ni de qué era capaz un demonio con tal de obtener lo que quería. Decidió que no quiso probar suerte y comenzó a recoger sus cosas—De acuerdo, yo te guío. Tal vez pueda explicarle la situación a mi docente. Seguro entenderá si llego un poco tarde— se puso de pie, resignada a acompañarlo.
— ¿En serio? —preguntó Lucas, irritado.
Sintió el peso de la mirada de todos.
— Sí, estaré bien, no importa. Igual puedo revisar el tema de la clase por mi cuenta, más tarde —dijo, y despidiéndose de ellos antes de que pudieran objetar más, siguió los pasos de Adrien a regañadientes.
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Mientras caminaban, a distancia de allí, Adrien no dejaba de observarla de reojo, midiendo sus pasos. Una vez que Melisa creyó que estaban lo suficientemente lejos, se plantó para encararlo— ¿Qué carajos fue eso?