Almas carmesí

4 | Negociación

— Entonces, ¿te vas a tu casa? —preguntó plantado en la puerta de la heladería. Había conseguido lo que había querido. Le dio pase a Melisa y de inmediato fue tras ella cuando salió.

Sintió su presencia detrás de ella y eso la puso más nerviosa. Apresuró el paso sin pensaro cuando notó que él la seguía. No quería correr, no quería demostrarle que estaba asustada, además su mente era un caos, sabía que podía disociar y podía tropezarse en cualquier momento. Pronto, el agotamiento físico y mental la estaban superando— Deja de seguirme —logró decir como pudo con evidente incomodidad. Empezaba a agitarse.

Quería vomitar del agobio, la saliva se le estaba haciendo espesa. No recordaba haberse sentido tan angustiada en toda su vida. Un jamais vu, puesto que realmente había estado en peores atmósferas.

Pero ahora no quería mostrarse vulnerable.

— ¿Por qué caminas tan rápido? Te vas a cansar —cuestionó él, manteniéndose a su lado mientras le seguía el ritmo.

Lo extraño era que, a diferencia de ella, no mostraba signos de cansancio. Sus pasos tranquilos y seguros eran desconcertantes. Lo veía como un depredador y pensar que estaba reflejándole esa vulnerabilidad en ella le estaba fastidiando. Adrien se adelantó unos cuantos pasos para llevarle delantera y se giró hacia ella, provocándola— ¿Tienes miedo?

— Aléjate, maldita sea —suplicó. Él solo rió, descacelerando su paso para quedar a la par.

Se quedó un momento en silencio viendo los vanos esfuerzos que ella hacía en apresurarse para dejarlo atrás— ¿Te va a dar algo si me quedo caminando a tu lado?

Melisa ignoró su pregunta. A él parecía divertirle pero retrocedió unos cuantos pasos, caminando apenas unos centímetros detrás de ella.

✟ ——————— ✟

Llegó a su casa en 20 minutos, demasiado exhausta. Era lo más rápido que había logrado, y no sirvió de nada, puesto que él seguía ahí. Abrió la puerta y entró, con la leve esperanza de haberla cerrado lo suficientemente rápido como para no dejarlo entrar. De nuevo, no sirvió de nada; él se apareció en su sala de todas formas, frente a ella.

Ya no podía soportar más. No sentía sus piernas y su cuerpo estaba agotado. Se dejó caer en el sillón, sintiendo cómo su cabeza palpitaba, cómo el calor se desprendía de su cuerpo y cómo su respiración se mantenía entrecortada— Te dije que no debías caminar tan rápido —le dijo con burla.

Melisa cerró los ojos tratando de recuperar el aliento. Le tomó unos minutos recomponerse para contestarle, mientras su pecho subía y bajaba de forma notable— ¿Qué es lo que quieres de mí? —preguntó entre jadeos, reclinándose hacia adelante para encararlo— ¿Acaso hice algo para que vinieras... a buscarme? —su tono estaba cargado de enojo— Dímelo, ¿te invoqué sin saberlo o algo?

Recordó que había jugado una vez con un tablero de ouija que encontró en el armario de su abuela, de niña. Planeaba hacer un pacto para deshacerse de las cucarachas que la tenían rodeada, en un momento de desesperación. Pero se había tardado mucho en atender su llamado, ¿no?

Además, no era más que un juguete patentado por hasbro, qué incovación iría a hacer esa cosa inútil.

Adrien se encogió de hombros con una tranquilidad insoportable— A decir verdad solo quería molestarte un poco —se acomodó en el sillón, cruzando las piernas como si la conversación fuera de lo más trivial. Le gustaba ver cómo estaba perdiendo el control, como si se alimentara de ello.

Ella apretó los labios pero se forzaba por conservar su tolerancia— No, no me refiero a eso —suspiró intentando mantener su compostura. Si seguía desbaratando sus pensamientos, se daría cuenta, y continuaría jugando con ella— hablo de lo que dijiste antes en la heladería.

Clavó sus ojos en ella con intensidad, pero habló con calma, tirando de los límites de su paciencia— ¿Acerca de tomar tu alma?

Sintió un escalofrió por su columna cuando volvió a escucharlo— Sí... eso —cada palabra le pesaba más que la anterior.

Él arqueó una ceja, estudiándola en silencio, se quedó así por unos segundos disfrutando del visible aumento de su desesperación. Se le hizo tentador ver su hipnótica apareciencia mostrando el temor que él manejaba perfectamente.

Se repudió por ello. Estaba dejando que su esencia lo envolviera, de nuevo.

Se puso de pie para acercarse, hasta estar centímetros de ella. Melisa se hizo hacia atrás en el mismo sillón, y esa reacción le causó satisfacción al saber qué efectos podía causar en ella— ¿Te asusta eso?

Se mantuvo firme, o al menos eso intentaba para no dejarse intimidar— No has respondido mi pregunta —dijo con seriedad

Esbozó una media sonrisa, tratando de extender los silencios, como si quisiera aumentar su ansiedad— ¿Quieres la respuesta real?

— Sí —respondió de golpe—. Quiero saber qué mierda hice para que te aparecieras de repente en mi casa

Finalmente dio un suspiro desvaneciendo su sonrisa— No hiciste nada en especial —empezó a caminar lentamente por la habitación.

— ¿Qué se supone que debo interpretar de eso? —preguntó confundida

— Simplemente —continuó— fue algo... al azar, diría yo.

— ¿Qué? ¿Al azar? —eso no le aclaraba sus dudas, de hecho le sumía más en la incertidumbre.




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