A veces, Mel aprovechaba el final de sus clases para traspasar sus apuntes más recientes a una hoja nueva mientras aún los comprendía. Sabía que si los dejaba para después no entendería su letra ilegible ni el desorden de sus notas puestas en espacios en blanco al azar. Además, si el tema ya no estaba fresco en su cabeza, no podría interpretarlo correctamente.
Adrien se encontraba a su lado, en silencio y con los ojos color verde. Para entonces había transcurrido cerca de un mes desde su primer encuentro, y lo que ella se preguntaba constantemente era cómo es que no se aburría. La mayor parte del tiempo que pasaba con ella parecía perdido en sus propios pensamientos, como si reflexionara sobre algo serio.
También se preguntaba dónde iba cuando desaparecía por horas. Estaba al tanto de que Adrien se volvía invisible de vez en cuando, pero también estaba segura de que había momentos en los que realmente no estaba allí, como aquella mañana de jueves. No sintió su presencia sino hasta que llegó al campus, donde parecía estarla esperando.
Rouse la buscó entre los asientos y se acercó, subiendo los escalones con un poco de prisa, cuando la localizó— ¿Por qué siempre te quedas en el fondo del salón? —estaba levemente agitada. Se plantó en su carpeta.
— Me parece más cómodo desde aquí —respondió Mel sin levantar mucho la vista.
Siguió rayando las hojas en tanto le prestaba parcial atención.
— ¿Tienes clases aquí? —le escuchó decir.
Cuando levantó la cabeza se dio cuenta de que no le hablaba a ella— No te había visto en la lista de alumnos.
Al parecer, a partir de su aparición frente a sus amigos desde la cafetería, Adrien había tomado la decisión de introducirse en su vida académica recientemente y ser más visible ante las personas que la rodeaban. No sabía si era para molestarla más o para conservar la estupidez sobre ser un estudiante extranjero.
— No. No estoy inscrito, solo estoy observando.
— ¿Qué? —se notaba algo sorprendida— ¿Mónica te dejó pasar así nada más? ¿Sin ser parte de la clase?
Mónica dictaba la clase teórica de Neuropsicología. Conocida por su seriedad. Raramente hacía conceciones, odiaba que la molestasen con el mínimo favor, y desde luego no permitiría la entrada de un extraño a clase.
Normalmente, se habría negado ante la petición de Melisa. Pero como fue Adrien quien se lo había pedido directamente, Mel vio el embelesamiento de su rostro al mirarlo y no creyó que fuese por coincidencia la excepción que le concedió.
— Yo le pedí que lo dejara ingresar como espectador —le explicó.
— Qué raro —murmuró Rouse para sí misma. Luego cambió el tema— Oye, Mel. Estaba pensando repasar los temas para el exámen sustitutorio de Elías de la próxima semana, después de su clase mañana. Tú entiendes los libros más rápido que yo, necesito que me ayudes —recostó la mitad de su cuerpo en la mesa mientras seguía de pie—. De paso, podrías controlar que no siga pensando en tonterías y asegurarte de que no me distraiga.
— Ro, sabes que tengo turno en Fresde mañana. Amy me pidió que la cubriera para que pueda ir a su cita médica —le dijo con suavidad.
En parte, quería ayudar a que no se angustiara. Pero reemplazar a Amy significaba hacer horas extras, y las horas extras eran igual a más dinero. Que, por supuesto, ella necesitaba.
Rouse lucía decepcionada— Es cierto. La verdad tengo la mente revuelta y lo había olvidado —se frotó la cara con ambas manos como si intentara quitarse el estrés—. Pero, ¿puedes avisarme cuándo tengas un día libre antes del examen? —juntó sus manos, en un gesto suplicante—. Por fa, Mel. No quiero que mis calificaciones bajen por culpa de mis problemas personales. No puedo yo sola.
Le sonrió— No tienes que preocuparte por eso. Yo me voy a asegurar de apartar unas horas para estudiar contigo antes del exámen.
Rouse le sonrió de vuelta, luego miró al chico con algo de timidez— Adrien, ¿a ti no te gustaría venir mañana? Igual tengo que intentar estudiar sola —él le prestó atención—. Digo, como eres de intercambio y te quedarás un tiempo, podrías intentar ponerte al día con algunos temas.
Él alternó la vista entre ambas. A Mel se le ocurrió que tal vez estaba leyéndole la mente para tratar de tomar una decisión. Todavía desconfiaba. Pero lo que pasaba por la mente de aquel demonio estaba muy lejos de ser así.
— De acuerdo, me parece bien —dijo finalmente.
Mel frunció el ceño al oirlo y lo observó por la vista periférica.
— Ok —le dijo Rouse con un tono más encendido—. Primero pasaré comprando algo de comer en la cafetería para ambos —él pensó en lo poco que se le antojaba la comida para humanos, pero no mostró expresión alguna—. Luego te veo en la biblioteca a las cuatro treinta, ¿sí?
Adrien asintió y Rouse fue hasta su sitio después de despedirse de Melisa. Ella, por su parte, tenía la curiosidad en la boca.
— "¿De acuerdo?" —repitió las palabras de Adrien en cuanto Rouse desapareció— "¿Me parece bien?"
Él mantuvo la vista puesta en ella— Sí. Eso dije ¿No?
Mel soltó una risa— Entonces, me vas a dejar sola por ir a estudiar —resaltó la última palabra.
Lo cierto era que, en todo el tiempo que había pasado con él, le parecía más humano que demoníaco. Incluso había llegado a verlo como su guardaespaldas personal –probablemente cuando ella no estaba en su rango de alcance para que pudiera leerle la mente, porque seguramente no le gustaría que pensara en él de tal forma.