Almas carmesí

26 | Desconfianza

Melisa tomaba lentamente un batido de mango en su escritorio, mientras el cursor parpadeaba en la pantalla del computador, recordándole la cantidad de trabajo que le quedaba por terminar. Había pospuesto ese informe demasiado tiempo, y ahora estaba condenada a pasar toda la noche pegada a esa silla hasta terminar de corregir cada detalle, antes de enviarlo al sistema de revisión de la universidad.

Adrien se acercó a ella, dejando que el eco de sus pasos resonaran intencionalmente en la habitación, no había encontrado otra forma para anunciar su llegada.

— Oye, voy a ausentarme por algunos días —declaró con seriedad.

Levantó la vista, sorprendida. ¿Y por qué se lo estaba notificando? Siempre iba y venía a su antojo, de cualquier forma.

— ¿Te irás?, ¿a dónde? —preguntó con curiosidad, apoyando la barbilla en su mano.

— Tengo que encargarme de una tarea. Podría tomarme un tiempo, no sé exactamente cuánto.

Eso no le aclaraba nada, pero su actitud parecía más sombría de lo habitual.

— ¿Qué? —dijo, fingiendo diversión—. ¿Eso significa que tendré vacaciones?

Pero a Adrien no le parecía graciosa la situación, y no respondió con la misma ligereza. En lugar de devolverle el comentario, solo mantuvo su expresión firme— No es una broma. De verdad no sé cuánto tiempo me tardaré.

Melisa giró su silla, con el vaso de jugo en la mano, para quedar frente a Adrien— ¿Y qué es eso tan importante que tienes que hacer?

Le molestaba que quisiera saber más de lo necesario— No puedo decirte

— ¿Por qué no? —cuestionó ella—. Tú siempre quieres que yo te cuente mis problemas, pero yo no puedo saber nada de los tuyos —levantó una ceja—. ¿Eso te parece justo?

— No. No es lo mismo

— Ay, por favor —le insistió, como una niña queriendo saber una sorpresa, con anticipación—. No tienes que darme detalles, solo dime algo general, para quitarme la curiosidad de encima —hizo un gesto de tristeza.

Sus ojos chocaron y Adrien suspiró, le era muy difícil quitarle los ojos de encima. Casi tentador perderse en ellos, aunque su expresión por fuera seguía siendo bastante seria— De acuerdo, está bién. Solo te diré que necesito arreglar algunos asuntos familiares.

— Oh —dejó el vaso en el escritorio, interesándose en la respuesta—. ¿Con tu padre, don diablo?

— Asuntos familiares —repitió con más dureza, no tenía ni un ápice de ceder a verse simpático—. Eso no se limita solo a mi padre.

«¿Más familia?» Lo miró con más intriga.

Adrien le observaba desde abajo desde su altura. Al analizarla más de cerca, comenzó a tener ciertos impulsos de los que no podía permitir dejarse tentar. Pero tampoco podía dejar en evidencia lo que pasaba por su cabeza, por lo que solo se mantuvo estático.

— ¿Tienes más familia aparte de él?

— Sí, pero no lo entenderías —respondió, tratando de cortar la conversación de golpe.

Melisa bajó de la silla, captando que no extraería más información—Está bien— tomó el vaso. Terminó de beber el batido y luego se dirigió al lavabo de la cocina.

— No está bien —la siguió—. No tengo seguridad con respecto a cuánto tiempo no estaré—guardó silencio por un rato. «Y eso me deja intranquilo» pensó.

— ¿Y por qué no usas la bilocación?

Adrien se quedó sin respuestas, pero decidió hablar— Solo puedo usarla cuando estoy dentro de la misma dimensión. Si cruzo hacia el infierno, hay una barrera que me lo impide —explicó.

Melisa se quedó unos segundos analizando sus palabras. Por primera vez, se preguntó seriamente cómo sería el infierno. Claro que eventualmente lo sabría, pero no estaba ansiosa por conocerlo precisamente de esa forma.

—. Tengo un favor que pedirte —continuó él, interrumpiéndo sus pensamientos.

— ¿Qué cosa?

— Quiero que te mantengas alejada de lugares peligrosos, especialmente donde haya oscuridad y puedas encontrarte sola. Y No subestimes a tu madre —«Nunca lo he hecho»—, podría intentar algo. Además, intenta no beber tanto alcohol.

Melisa lo observó por un momento. Incrédula ante lo que acaba de escuchar. No sabía si le trataba de proeger pero su comportamiento le resultaba casi cómico.

Una vez que lo asimiló, soltó una carcajada— De verdad pareces mi niñera

— No estoy bromeando y no es chistoso —respondió, absolutamente carente de humor.

— Pues a mí me lo parece bastante —siguió inclinada sobre el fregadero, abriendo el grifo para lavar el vaso que acababa de usar.—. De hecho, no entiendo por qué tanta preocupación hacia una simple mortal.

— No me interesa tu "mortalidad" —soltó. Mel cerró el paso del agua para escuchar a Adrien con atención.

— ¿Cómo así?, ¿a qué te refieres?

Adrien parecía debatirse internamente, como si no encontrara las palabras adecuadas para expresar lo que sentíam

— No sé cómo explicarlo exactamente —admitió.

Lo miró con extrañeza, pero desistió luego de un rato— Bien. Intentaré no hacer nada que manche mi alma, para que puedas llevártela limpia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.