En la clase de psicopatología, el ambiente del salón estaba cargado de murmullos y el constante sonido de sillas radpando el suelo. Parecía un aula llena de adolescentes inquietos. Eso le trajo a Melisa recuerdos incómodos de su época en secundaria y le removió el estómago. Quería borrar todo lo que tenía que ver con esos fragmentos de su vida.
La profesora acababa de asignarles un proyecto de investigación y tenía que trabajarlo en parejas, lo que solo añadió una nueva capa de molestia en el día.
Odiaba eso, y odiaba más cuando ella no podía elegir con quién le tocaba. Siempre terminaba emparejada con un idiota que agotara su paciencia y lo hiciera todo más complicado. Cuando se terminaron se formar los equipos, se publicaron los resultados en el sistema.
Con cierta resignación, revisó su aplicativo para ver la lista: Lucas Barret.
Maldijo internamente.
Bajó la mirada en su dirección, le estaba sonriendo ampliamente, y eso le pareció abrumador. Pero era obvio que él estaba más que encantado con la elección. No perdió tiempo y subió las escaleras para encontrarse con ella.
— ¿Tienes alguna idea sobre por dónde empezar? —preguntó Mel, al ver que estaba lo suficientemente cerca para que la escuchara sobre el bullicio.
Quería limitar cualquier interacción con él únicamente al proyecto en cuestión. Nada más. Cuantas menos palabras intercambiaran, mejor.
Lucas se detuvo frente a ella, y con una confiqnza que emanaba de él, respondió— Supongo que podríamos repasar las esferas mentales para poder aplicarlas a los trastornos. Podemos ir a un salón de estudio más tarde.
Definitivamente no.
Un salón de estudio se le hacía muy privado, casi sofocante. No quería estar encerrada en un lugar así con él. Necesitaba espacio, y quería mantener la distancia.
— Mejor en biblioteca —le sonrió, nerviosa de temer no poder negarse—. Es que en un salón de estudio hay mucho silencio, y no me ayuda a concentrarme.
— Ah, es cierto —dijo como si entendiera. Pero ella no recordaba habérselo mencionado nunca—. Está bien, te veo en biblioteca después de clase.
Lucas sonrió nuevamente, y se marchó con la misma lentitud con que había subido. Pero su mirada la seguía desde lejos, y eso le hacía sentir una presión incómoda.
¿Por qué era justo ahora que tenía que hacer ese maldito protecto con él?
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Más tarde, en la biblioteca, Melisa ya estaba instalada en una mesa, rodeada de libros que había colocado estratégicamente para usar como barrera. Sentía un nudo de ansiedad apretándole el pecho.
Lucas llegó poco después, demasiado entusiasmado para su gusto.
— ¿Has encontrado algo interesante? —preguntó, tomando su hombro por la espalda. Sin esperar respuesta, se sentó frente a ella.
— Solo algunas fuentes —respondió de manera seca, manteniendo su atención en las hojas delante de ella.
Lucas se inclinó hacia delante, de todas formas, y aunque no la tocara directamente, sentía el aroma de su colonia invadiendo su espacio.
— Podríamos enfocarnos en las alteraciones afectivas o en las de percepción —sugirió—. Al menos son las que yo entiendo mejor, igual podríamos enlazarlo con algo que tú comprendas con mayor facilidad, si prefieres.
— Claro —respondió Lucas. Demasiado rápido. No le importaba realmente lo que estaba diciendo, sino el simple hecho de estar ahí con ella.
Melisa notó cómo iba rotando su silla sobre la mesa con disimulo, acercándose más y más. La observaba de una manera que la hacía sentir examinada.
— ¿O crees que deberíamos centrarnos solo en la consciencia? —preguntó ella, en un intento fallido de redirigir la conversación hacia el proyecto.
— La verdad, me parece bien lo que tú digas —respondió con una sonrisa que ella no pudo ver, pero sí sentir.
Y esa clase de respuestas tan complacientes, solo incrementaban su frustración. Sabía que terminaría haciendo todo el trabajo ella sola.
El silencio los acompañó por unos momentos, Mel se obligó a fingir que escribía la información en su teléfono, tomando notas mecánicamente, sobre la investigación.
Se mantuvieron así una cantidad significativa de tiempo. O al menos eso le pareció a ella, que miraba el reloj cada tanto con la esperanza de que los dígitos corrieran más rápido, pero cada vez que lo hacía parecía ralentizar los minutos con cada mirada.
De vez en cuando se preguntaba qué estaría haciendo Adrien con sus asuntos infernales. Probablemente se encontraba mejor que ella.
No era así.
— Oye, ¿te parece si hacemos una pausa? —sugirió Lucas, interrumpiendo su lapsus mental—«¿Una pausa de qué?» se preguntó ella, si lo único que había hecho todo este tiempo era admirarla cual adorno— Si quieres podemos ir por unas malteadas y así podríamos hablar un poco —No. De hecho, no quería—. Yo te invito —le sonrió.
Melisa apretó el boli contra el papel, sin que él lo notara— La verdad, preferiría terminar con esto primero, tengo otros pendientes que hacer más tarde —le sonrió forzadamente.