La clase de la mañana había sido cancelada, lo cual agradeció en silencio, había tenido mucho que hacer esta semana y necesitaba ese deacanso. No fue a la universidad sino hasta las cuatro de la tarde.
Salió de su casa treinta minutos antes, con los audífonos puestos, la musica ambientaba el aire mientras guardaba las llaves en el bolsillo pequeño de su mochila.
Caminó por un aproximado de diez minutos cuando atravesó un pequeño parque. Sintió una punzada en su mente, se detuvo y giró la cabeza hacia la izquierda, retrocediendo unos cuantos pasos para comprobar lo que su periferia había captado.
Dante estaba sentado en una banca, bajo uj árbol. Tenía los brazos extendidos sobre el respaldo de la banca y las piernas cruzadas de manera despreocupada.
Se sacó un audífono para dirigirse a él— ¿Tú me estás espiando?
— Discúlpame —se puso la mano en el pecho en un gesto dramático. Después se inclinó, apoyando ambos codos sobre sus rodillas—. No te espío. Suelo rondar las calles cuando no tengo mucho que hacer.
No estaba del todo convencida— Nunca te había visto por aquí.
— No soy de aquí —respondió tranquilamente—. Me mudé recién, hace unos días.
— Ya veo —dijo. Quería cortar la conversación y seguir su camino, pero no se le daban muy bien ese tipo de situaciones.
— ¿Hacia dónde vas? —se puso de pie, estirando su cuerpo—. Te acompaño.
— Solo voy a la universidad —señaló en dirección a los edifcios que se divisaban desde lo lejos—. No creo que sea muy interesante.
Mantuvo la vista en esa dirección— Un momento. ¿Estudias?
La pregunta se le hizo un poco rara. Como si fuera algo poco conún.
Lo miró, como estando en defensiva—Pues... claro —empezó a dar pasos ligeros, él no tardó en seguir el ritmo—. No es algo muy extraño. Digo, la mayoría lo hace, ¿no?
—Sí, yo sé, pero —la observó con curiosidad—. Es solo que no parecías de las chicas que estudian.
No sabía si sentirse ofendida o si era una especie de halago— ¿Por qué no?
— No sé —levantó los hombros—. No me lo tomes a mal, no es que trate de ofenderte. Solo algo sobre ti me hace pensar que eres de esas chicas que prefieren tener novio a estudiar.
Mel se sorprendió de lo rápido que salió su respuesta— No tengo novio.
Dante no dio respuesta alguna, el comentario flotó en el aire. En su lugar solo dejó que se dibujara una sonrisa en su rostro. Pero no precisamente por las razones que ella pensaba.
Llegaron a la universidad sin que Mel se diera cuenta. Muy probablemente a causa de la distracción que Dante representaba a su costado, sumado al barullo de pensamientos que se le venían a la cabeza sin que pudiera controlarlos.
Después de entrar se detuvo frente a él— ¿Estás seguro de que no vas a aburrirte si me acompañas?
— No te preocupes, estoy seguro. Me gustaría conocer más sobre qué haces aquí —sus ojos recorrieron el entorno con serenidad—. Tampoco tengo mucho que hacer en casa —volvió su atención a ella.
Mel soltó una ligera risa, un poco confundia por ese interés que emanaba— La verdad no entiendo por qué querrías, pero está bien.
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Dante habia pasado tiempo con ella durante la primera hora de su clase. Había estado más atento a su clase que ella misma, seguía cada palabra. Por otro lado, a ella se le había hecho casi imposible concentrarse –es decir, en su maestro, porque claramente en otra cosa sí que lo estaba–.
Cuando terminó, Mel fue directo hacia la cafetería a comprar algo ligero, recordando que no había desayunado muy bien esa mañana. Terminó de comprar, aún con Dante detrás, y antes de salir, se chocó con Rouse, quien venía entrando.
— Hola— saludó. Miró a Melisa y luego sus ojos se movieron automáticamente, notando la nueva compañía inesperada.
— Él es Dante —lo presentó antes de que ella preguntara.
— Soy Rouse —entrecerró las cejas mientras lo estudiaba—. No te había visto por aquí antes. ¿También eres de intercambio?
— No —dijo entre risas—. Digamos que estudiar no es lo mío. Pero sí soy nuevo por aquí, solo acompañaba a Mel para que no estuviera sola. Y me dio curiosidad conocer el lugar.
— Sí, entiendo —dijo antrs de cambiar de tema, y giró la cabeza hacia Melisa—. Oye, por cierto. ¿Sabes algo de Adrien? Quería saber si podía volver explicarme algo. Te juro que intenté buscar información al respecto para no molestarle pero el único que logró que entenfiera fue él.
Titubeó, sintió una incomodidad en el epigastrio— Uhm, no. Adrien... —se tomó un segundo para pensar bien en la mentira antes de soltarla—. Tuvo que irse hace algunos días por una emergencia. Es probable que no lo veas por un rato. Lo lamento.
Suspiró con decepción— Oh. Está bien. ¿Crees que vuelva antes del examen?
— No tengo la menor idea, Ro —le dijo, tratando de sonar empática.
— ¿Y podrías llamarlo o mandarle un mensaje? —«¿Mensaje?»—. Es que realmente lo necesito. Sabes que no te insistiría tanto si no fuera algo importante —se apresuró a agregar.