Almas carmesí

38 | Aturdimiento

Melisa llegó tarde a su clase de antropología. Había salido de su casa a la misma hora de siempre, sin haber valorado antes cómo el estado de su pierna afectaría su camino.

Era cierto que había cicatrizado para ese momento, pero el dolor punzante era el mismo, y le impedía estabilizarse.

Al ingresar al salón, interrumpió la clase, lo que provocó una mirada severa del maestro, que la reprendió cual niña pequeña. Mantenía su vista en ella, buscando intimidarla. Había una tensión bastante evidente en el ambiente.

— Lo siento —había dicho ella—, le prometo que no vuelve a suceder. Es que no puedo caminar muy bien ahora. ¿Puedo pasar?

Él solo la miró y después le cedió el paso con un gesto serio para que avanzara— Vaya y tome asiento.

Mel se sentó junto a Rouse, quien ocupada un asiento en la esquina derecha, en los primeros asientos.

— ¿Qué te pasó? —le susurró— ¿Por qué no puedes caminar? —Melisa levantó un poco el vuelo de su falda para mostrarle el corte. Rouse analizó la herida con una mezcla de sorpresa y preocupación—. ¿Y qué fue lo que ocurrió?

— Me... —lo pensó mejor—. Intentaron asaltarme.

Abrió más los ojos— ¿Qué? ¿Pero estás bien? —intentó seguir manteniendo un tono bajo, pero su voz se elevó.

Elías se giró hacia ellas, cortando su explicación nuevamente.

— Perdón —se disculpó Melisa, añadiéndole más vergüenza a su situación. Esperó a que Elías retomara la clase antes continuar—. Estoy bien, de verdad, no te precupes. No me pasó nada más grave.

— ¿Fue después del evento? —Mel asintió—. Supongo que estabas con Adrien, ¿él está bien?

— Sí, Ro, en serio. Estamos bien.

El aspecto de la herida en su pierna no coincidía con la cronología de los hechos, pero Rouse no hizo más preguntas al respecto, se le hizo ridídulo cuestionarle.

— Por cierto, ¿supiste algo de Dante? —cambió de tema, sin poder seguir ocultando su curiosidad.

— La verdad, no sé nada. No tengo idea de qué pasó con él.

Y se le hizo muy extraño, pero había estado ebria la última vez que lo vio y apenas lo recordaba vagamente. Su mente atribuyó el olvido al estado de ebriedsd en el que se encontraba. También se preguntó si le había pasado algo pero esa idea se le hacía imposible, por alguna razón, y había algo que no encajaba en su cabeza.

✟ ——————— ✟

Las clases de Melisa terminaron al anochecer. Todavía no podía caminar perfectamente, aún cojeaba, pero sentía el impulso de apresurarse. Pensar en la noche anterior hacía que su corazón se descontrolase, así que optó por colocarse los audífonos y silenciar sus pensamientos para evitar la paranoia.

Se consoló con la idea de que, si Adrien regresaba, esa sería la última noche en la que volvería a sentirse insegura caminando sola por las calles.

Al menos, ese pensamiento fue lo único que le reconfortó los últimos minutos que le quedaban antes de que su vida, como tal, terminara.

A unas calles de donde se encontraba ella, había estado observándola atentsmente desde que abandonó el campus. Estudiaba muy bien la escena, para asegurarse de no quedara casi nadie cerca de la acera.

En realidad, había puesto sus ojos en ella desde la tarde, esperando con paciencia a que saliera de sus clases. Sabía de fuentes confiables que Melisa estaría sola esa noche. Y era la última oportunidad que tendría de tomarla sin obstáculos.

La siguió, manteniéndose oculto entre las sombras.

Cuando Melisa estuvo lo suficientemente cerca de los arbustos en los que él se escondía, se lanzó sobre ella, sujetándola por la detrás. Le cubrió la boca con una cinta adhesiva y la dejó caer sobre el césped. Tomó sus brazos sin esperar a que terminase de reaccionar y con un lazo le ató las muñecas a la espalda, ajustándolas con tanta fuerza que le empezaron a doler.

La hizo girar sobre su propio eje para que quedara frente a él. Mel lo vio a los ojos.

Por un momento, pensó que Thomas era quien estaba detrás de esto, pero no era así. Era Axel.

Axel era el amigo de Thomas, quien pasaba demasiadas horas en su casa cuando ella aún vivía allí. Nunca le había agradado su presencia, siempre llenaba el ambiente de comentarios y miradas con insinuaciones, y sus intenros de propasarse le habían dejado en alerta más de una vez, aunque siempre logró repelerlo.

Y ahora estaba aquí, mirándola con una rabia contenida y una sonrisa que le revolvía el estómago.

Le quitó la cinta de un tirón, provocando que cerrase los ojos por el ardor— Tú que mierda haces —preguntó Mel.

Axel clavó sus rodillas sobre sus piernas para evitar que se moviera— ¿No es obvio?

— Fue Thomas quien te envió, ¿verdad?

Negó con la cabeza— No, yo vine por mi cuenta. Aunque admitiré que me facilitaron mucho las cosas.

— ¿De qué estás hablando?

La mirada de él se oscureció— ¿Crees que te había quitado de mi mente tan fácil? ¿No te preguntaste quién pudo haberte encerrado en aquel ascensor lleno de cucarachas arrastrándose por —pasó los dedos por sus brazos y cuello. Melisa se removió con asco— todo tu cuerpo?




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