Adrien y Rouse estacionaron el auto frente a una casa en ruinas. La fachada estaba casi casi echa pedazos. una parte del tejado estaba apunto de colapsar, dejando a la vidta vigas desgastadas. Las ventanas, alguna vez transparentes, ahora eran opacas y las plantas se aferraban a las psredes, trepando como dedos retorcidos. Había elegido un lugar perfecto para estar fuera de su radar.
Ingresaron en silencio, con Adrien atento a cada rincón. Sin embargo, no había señales de movimiento, ni un indicio de vida, se le ocurrió que tal vez Rouse se había confundido, pero eso significaría que había perdido todo ese tiempo, y se negaba a aceptar esa posibilidad. La chica avanzó con menos precaución, recorriendo las habitaciones. Muchas puertas habían desaparecido, y el eco de sus pisadas resonaban lúgubres en el vacío de los cuartos. La última habitación abría pase al final de la casa, donde comenzaba un descuidado e inmenso jardín, lleno de espinales y árboles silvestres.
Apenas puso el pie fuera de la madera, sintió que le arrebataban el aire de la garganta. Dante emergió de las sombras, con su mano cerrándose alrededor de su cuello en un segundo, sometiéndole contra la pared.
— Qué buscan aquí —gruñó con aspereza.
Adrien frunció el ceño. La confusión se le notaba en el rostro; el collar en el cuello de Rouse estaba ausente. No tenía protección.
— Suéltala —dijo, acercándose a él con cautela.
Dante hizo un movimiento para advertir que se alejara— ¿Qué es lo que quieres? ¿Acaso quieres que le tompe el cuello aquí mismo? —aumentó la presióm hasta hacerla jadear de dolor.
— No seas absurdo, ella no tiene nada que ver en esto.
— ¿Ah, no? Entonces, ¿qué mierda hace aquí?
— Suéltala y dime dónde tienes a Melisa.
Dante esbozó una sonrisa sin humor— No tengo idea de dónde se puso haber metido tu juguete.
Adrien endureció su expresión. Rouse ni siquiera podía gesticular—. No sess estúpido, no juegues conmigo. Te lo digo por última vez.
— Me repugna tu actitud de superioridad —elevó el tono de su voz—. Me repugna que pienses que puedes amenazarme de esa forma.
— ¿No vas a decirme?
— Ya te dije que no sé dónde carajos se pudo haber ido —golpeó el cuerpo de la chica contra el muro, por la rabia—. Si se te escapó, no es mi puto problema.
Adrien apretó los puños, con una mirada oscura. Podía sentir cómo la sangre hervida le invadía el cuerpo.
— No voy a volver a preguntarte.
Sacó el otro frasco que tenía en su bolsillo y le arrojó el contenido a Dante en el rostro. Este reaccionó por instinto, trando de atraparlo al vuelo, pero lo soltó de inmediato con un quejido de dolor al contacto con el draxil. En el acto, liberó a Rouse para sostener su propio brazo.
Adrien aprovechó el momento para ir contra él y estrangularlo con una fuerza descomunal. Apretó con tanta intensidad que de haber sido un humano, habría muerto al instante, pero solo consiguió noquearlo.
Rouse sostenía su cuello, recuperándo el oxígeno.
— ¿Estás bien? —preguntó él, ella asintió—. Te dije que te pusieras el collar.
— Lo siento —sacó el frasco de su bolsillo y se lo puso.
Luego de devolver el collar que Adrien había lanzado, al otro frasco, se concentró en tratar de buscar a Melisa en ese lugar. Con toda la oscuridad y los nervios que la invadían, se le imposibilitaba.
Había puesto sus esperanzas pensando que Adrien sabría qué hacer, pero él solo estaba quieto, viendo a su alrededor con desesperación contenida. Así que, sacó su teléfono y se lo mostró— ¿Ahora mismo sí te sirve que la llame?
Lo analizó por un momento, evaluando la posibilidad. El lugar era exageradamente grande como para ubicar ese tipo de sonidos, pero sus sentidos eran más agudos que los de ella y podía servirle. Le afirmó con la cabeza.
Ambos guardaron silencio para que Adrien pudiese afilar el oído. Cuando lo hizo, avanzó hasta el origen del sonido, el timbre se concentró en un punto, pero no tenía ni idea de cómo llegar a él, había buscado por toda la casa y no había ninguna entrada que indicara que podía ir hacia el subterráneo.
— Vuelve a llamar.
Rouse caminó hacia él, con la llamada pendiente en la mano, cuando Adrien giró la cabeza bruscamente hacia sus pies. Había detectado un sonido hueco. Se aproximó, inclinándose para tratar de buscar algo y logró levantar una de las tablas, revelando unas escaleras que parecían perderse en las profundidades de la casa. Ambos bajaron los escalones hasta llegar al final, donde había una puerta cerrada. Adrien la abrió con una patada e inmediatamente detuvo a Rouse con una mano.
— No. Retrocede —volvió a cerrar la puerta, caminando hacia ella para que volviera a subir.
— ¿Por qué?
— Hay monóxido de carbono en la habitación. Si entras, te vas a intoxicar.
— ¿Cómo puedes saberlo? Ni siquiera se puede ver nada.
— Puedo percibir las cosas mejor que los humanos. Solo haz lo que te digo, Rouse —replicó, sin dejar lugar a dudas—. Podrías morir si respiras dentro, y no quiero complicar esto aún más.