Melínoe –Mel, para su comodidad– había recuperado enteramente la razón después de entrar en el inframundo, gracias a las aguas del lago de Mnemósine. Todavía de sentía extraña al tener las piezas de su verdadera identidad encajando una tras otra tras recuperar la conciencia plena de quién era. Y no fue simple, sguía teniendo la memoria de Melisa intacta, por lo que seguía siendo ella de todas forma y esa dualidad le creaba un choque constante.
Con todo eso, una cosa había estado rondando en su cabeza con incertidumbre, algo que todavía no encajaba con lo demás. ¿Qué era lo que había dicho Adrien sobre su abuela?, ¿ella sabía de esto?
— He escuchado los rumores —respondió para aclarar sus dudas, con una voz que resonaba como un eco eterno, imponente, digna de él —. Imagino que tu abuela debió haber sido una de las aprendices que envié contigo. Seguramente decidió enlazar su alma con la tuya para poder cuidar de ti en cuanto te encontró, pero al habitar un cuerpo humano, al igual que tú, perdió todo recuerdo de ello, y solo conservó la intuición de protegerte.
Entonces, aquella sensación de conexión que había sentido con ella, al parecer era más real de lo que imaginaba.
Hades retomaba su andar, haciendo resonar sus pasos. Tenerlo tan cerca, ahora que había recuperado todo, le hacía preguntarse cómo es que pudo olvidarlo.
— Algún día volverás a verla —le dedicó una mirada sin detenerse—, cuando su alma haya concluido su ciclo de reencarnación.
Mel no supo qué decir, la promesa le traía una punzada de melancolía.
En cuanto a Alessia, la muchacha que todavía aparentaba la edad en la que su alma fue desprendida de su cuerpo, de hecho tenía la madurez suficiente –no es cierto– pero había tomado la sabia decisión de indignarse con su dios por haberle ocultado semejante información importante.
Hades jamás le había contado la historia completa. Claro que ella recordaba perfectamente haber sido llevada al infierno, siempre tendría grabado el miedo que penetró su espíritu al cruzar, pero todo este tiempo había pensado que las ánimas se habían equivocado al registrarla –esa fue la mentira de Hades–, y que por esa razón quedó varada en el limbo en donde el gentil dios la recogería, dejándola pasar con una extraña piedra preciosa en su cuello.
No, lo que Hades sentía en realidad era culpa y responsabilidad sobre el caso, y la razón por la que no fue retenida en el fuego eterno se debía a que las reglas de la naturaleza no permitían torturar almas puras. Internamente, Alessia sentía una gratitud silenciosa por el lugar en el que había terminado, pero no se lo diría nunca.
Mel, su parte, aún estaba adaptándose. Se dio cuenta de que estaba rodeada de nodrizas que tenía a su disposición y la guiaban mientras recuperaba sus habilidades. A pesar de que había vuelto en sí, aún le costaba trabajo recordar sus obligaciones. Después de todo, había pasado décadas, incluso siglos sin practicarlas.
En esos días, su entrenamiento era arduo, pero sus pensamientos estaban constantemente en otra parte y la llegada de una nodriza apresurada interrumpió su ensimismamiento. Le había indicado que alguien del exterior estaba buscándola y no necesitó mas explicacionea para que su corazón volviera a latir con fuerza por la idea, así que se levantó inmediatamente, camino al umbral.
Lo vio ahí de pie, admirando el vacío con una expresión inmutable. Había algo en su postura que delataba un cansancio profundo. Al verla cruzar, se acercó a ella por instinto, pero se detuvo al recordar el collar que llevaba.
Mel se dio cuenta e hizo un gesto para retirárselo.
— No, tranquila —le dijo antes de que pudiera quitárselo—. Solo vine a despedirme de ti.
Las palabras le vinieron como un choque de realidad. Aunque era cierto que había considerado esa posibilidad, se negaba a tomarla.
— ¿A qué te refieres? —preguntó, temiendo la reapuesta.
— Lucifer está pidiendo mi cabeza —explicó—. Es posible que mañana mismo ya no exista más, y no quedará nada de mí —sonrió con un poco de tristeza integrada que apenas lograba disimular su aflicción.
— Pero él no puede hacer eso —se apresuró a decir, una cosa era que ya no iba a verlo diariamente, eso lo había aceptado. Pero, ¿borrar su existencia?—. Es tu padre.
Algo dentro de él se rompió, y se quedó viéndola por un lapso.
—...Si puede. Dante murió, Mel. Yo lo maté—ella abrió un poco los ojos ante la declaración—. Y ahora Lucifer me matará a mí. Además, vine a entregarte a tu padre yo mismo. Fui contra él, yo sabía que esto iba a pasar.
— No puedes hacer esto —se arrancó el collar y lo tiró al pasto para permitirse acercarse, pero él caminó hacia atrás—. No... no lo sé, tal vez puedas...escapar de él —dijo en un ruego desesperado—, igual que yo lo hice.
Y la verdad, prefería no volver a verlo nunca, mientras supiera que seguía ahí en algún lado.
— ¿Vivir como fugitivo? ¿Para qué? —preguntó con una resignación que a él mismo le irritaba, mantenía los ojos fijos en ella—. Terminará por encontrarme —y reencarnar como ella lo había hecho no era una opción a considerar. Significaría borrar su conciencia y sus recuerdoa a cero, no sería él quien viviera verdaderamente—. De todas formas, no tengo nada más que hacer aquí.