A pesar de todo, y de ser un demonio al que todos en el reino empezaron por despreciar, Adrien no parecía tener un aura de maldad. O al menos eso era lo que Mel siempre decía, y seguramente tenía razón, pero hay quienes aún caminaban con precaución a su lado cuando se lo topaban, solo por si las dudas.
Además, siempre que le preguntabas parecía encantado de contar la forma en cómo la había conocido. Nunca pierde la oportunidad de regocijarse en su propio logro por haber sido el primero de su línea en encontrarla, después de tantos años de una búsqueda ardua y cansina por su alma.
Afortunadamente para él, Lucifer perdió el interés en su persona después de unos años. A fin de cuentas, nunca le había guardado ni un poco de aprecio, tampoco es como si el mismo diablo guardara un lugar en su corazón para sentimentalismos. Y era mejor para ambos si ya no pertenecían al mismo mundo.
Adrien cree que en algún momento, su padre comenzará por idear una nueva forma de arremeter contra Hades, aunque eso al imperturbable dios, le tiene sin cuidado.
Sobre Mel, personalmente me parece bastante inquietante saber cómo una revoltosa niña que había sufrido tanto en su infancia y pesar en su juventud, resultó siendo la hija de un dios. La verdad, jamás se me habría atravesado por la mente, y eso que antes solía tener mucha imaginación.
Como sea, en cuanto a la historia de ambos. Como, evidentemente, no puedo dejar que un inútil ser que tiene sus origenes por debajo de mis pies –o sea, en el subsuelo; el infierno– se apresure a contar los hechos a su conveniencia, yo me encargaré de replicar la explicación que, tanto el cochino demonio como mi hermana, me dieron.
Así que.
Se podría decir que las cosas tuvieron su inicio hace unos meses, cuando se deslizaba ágil y silenciocamente sobre los tejados.