Almas cautivas

Capitulo 2

Laura

 

No sé dónde estoy. Me encuentro acostada en algo blando pero no distingo qué es, mi vista está completamente negra, siento algo tapando mi cabeza, tal vez sea un funda. Intento mover mis manos pero están unidas por una soga.

Gasolina, huele a gasolina... ¡Estoy en el maletero de un auto!

Quiero gritar, pero no me sale la voz, es como si mi cerebro no se conectara con mis labios, me siento mareada y débil, mi mente me da pequeños recuerdos de lo que sucedió...

¡El guardia!, él me salvó de ese tipo... Pero luego otra figura se abalanzó sobre mí, y ahora estoy aquí, sin poder moverme ni hablar.

"Ella es nuestra" había dicho él antes de que yo perdiera el conocimiento. Pero, ¿quién estaba detrás de mí? ¿Qué fue lo que me inyectaron? ¿A dónde me llevan?

El auto se detiene bruscamente y mi cabeza se estampa contra un cajón de madera o algo así. Mis manos comienzan a despertarse, al igual que mis piernas, ya debe estar pasando el efecto de la droga. No sirve de nada tratar de recordar todo lo que alguna vez leí sobre secuestros o técnicas de escape, porque aunque quisiera, no podría ni alzar la voz en contra de uno de estos hombres.

Me siento aterrada, no sé qué harán conmigo. Mi madre debe estar angustiada, Mónica y Violet de seguro están buscándome por toda la playa, porque, ¿me están buscando, no?

Debo controlarme, es importante que mantenga la calma, ya es muy tarde para resistirme.

Se abre la puerta del maletero y el olor a cigarrillos inunda mi nariz.

—Parece que ya despertó— Dice un hombre de voz ronca.

—Eso parece— otra voz masculina. — ¿La vas a bajar o te quedarás ahí mirándola como un imbécil?— grazna uno de mis secuestradores.

—Luke, el único imbécil aquí eres tú— replica el otro. —Se supone que tenías que traer a las demás— le escupe este con rabia y desaprobación en su voz.

¿Las demás? ¿Significa que no soy la única con su vida en riesgo?

—Hugo, ya deja de sermonearme— refunfuña Luke. —Ya me encargué de eso—.

Sin previo aviso unos brazos fuertes me toman por la cintura y me sacan del maletero.

Intento moverme pero sus brazos se ajustan a mi cintura, aplicando más presión. No me detengo, pataleo con todo lo que tengo de fuerza.

—Quédate quieta— grita el tal Luke.

—¿Qu-quiénes so... son uste...?— Sigo sin poder articular una frase coherente. Lo que es ilógico, porque mi mente está activa.

—Dije que dejes de moverte— grazna y me sacude con potencia.

Seguimos caminando y escucho el sonido de hojas secas bajo las pisadas de mis agresores. Percibo un olor a pino y a aserrín. Madera, huele a madera. Hace mucho frío, el viento no ha cesado desde que me sacaron de ese maletero. Hugo y Luke no han hablado en todo el camino, y yo he dejado de patalear por miedo a lo que puedan hacerme.

Una puerta se abre y murmullos masculinos cesan de repente, siento que damos tres pasos más y me ponen en el suelo.

—Hasta que por fin llegan—se queja un hombre de voz ronca.

—Lo sentimos jefe, se complicó la situación— Luke ha bajado el tono como un sumiso.

—Quiero ver qué encontraron— exige.

Una mano se aferra a la parte trasera de mi cabeza y arranca la funda que me cubría. Mi vista es borrosa, pero logro distinguir a un hombre frente a mi. Es alto, y su cara solo me produce una cosa: Miedo.

—No está nada mal— dice con su aliento rozándome la cara, su mano sostiene mi mandíbula y mueve mi cabeza a ambos lados. —Llévenla a la cabaña de atrás, la prepararemos luego— ordena con voz autoritaria. 

¿Prepararemos? ¿Preparar para qué? ¿Qué van a hacerme?

Luke echa a andar de nuevo y su paso es brusco. Trato de moverme de nuevo pero en lugar de sacudirme como antes, él me arroja al suelo con una fuerza estrepitosa, mi espalda impacta con el suelo y siento que me falta el aire.

—Te dije que dejaras de moverte— escucho decir a Luke. — Ahora tendrás que caminar—.

Me levanta del piso bruscamente y me arrastra con él. Siento que mi corazón va más lento, me falta el aire, mis piernas tiemblan, las manos me sudan y me duelen por la soga que las tiene atadas, mi cabeza parece que va a estallar por el golpe que recibió en el maletero, mi costilla izquierda comienza a doler. Quiero salir de aquí.

Escucho que se abre una especie de puerta y Luke me arroja ahí dentro. Estoy sentada, con las manos atadas en la espalda y las rodillas pegadas al pecho.

—Bienvenida— dice él y me quita la funda de la cabeza. Mis ojos se abren y ya puedo ver con un poco más claridad.

No puedo creer lo que estoy viendo.

Me encuentro en una especie de granero de paredes de madera color café, pero lo que me deja de piedra, es que Luke y yo no somos los únicos aquí. 

Miro a mí alrededor con todo mi cuerpo temblando, hay cinco chicas que parecen tener la misma edad que yo. No logro distinguirlas muy bien porque mi vista sigue algo nublada.

—¿Qué es este lugar?— Pregunto totalmente aterrada.

—La cueva del diablo negro— Responde Luke con una sonrisa macabra, y antes de que me dé tiempo de preguntar otra cosa, se acerca y me amordaza con un pañuelo color azul, como el de las otras chicas.

Intento resistirme y de la nada me avienta un bofetón con su pesada mano. Siento como toda la cara me tiembla.

—A ver si me entiendes— dice y me toma de la barbilla con mucha fuerza para que lo mire a los ojos. —O haces lo que te digo, o te llevarás algo más que un simple bofetón— me amenaza y no me queda otra opción. Debo ceder.

*  *  *

Llevo aproximadamente dos horas en éste granero. Estuve llorando durante la primera, pero luego mis ojos se agotaron y dejé de hacerlo. Las otras chicas parecen estar tan nerviosas y aterradas como yo, aunque sus ojos, al igual que los míos, están un poco apagados, ha de ser por las drogas que nos inyectaron.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.