Almas cautivas

Capítulo 5

Tara

 

Es martes por la mañana, anoche tuvimos que regresar a casa, con la cabeza baja y la frustración a flor de piel. Esas jóvenes desaparecieron el fin de semana y aún no hay señales de ellas, y no hemos podido tomar el caso.

—El sistema me decepciona— suspiro cayendo en la silla de mi escritorio.

—¿Por qué lo dices?— pregunta Sam sentándose en la otra silla frente a mí.

—No es justo que una inocente tenga que morir para que nosotros podamos actuar— respondo con la mirada en los papeles. —Estamos para salvar vidas, no para esperar que una de ellas muera para ir por las demás—.

Levanto la mirada para ver a Sam. Su piel morena contrasta con sus ojos color marrón oscuro, recién corto su cabello negro ayer, sus cejas se unen en un evidente ceño fruncido, tiene los labios gruesos formando una línea. Sí, está tan frustrado como yo.

—Sam, si no encontramos una pista, éste caso se enfriará de nuevo— le digo preocupada.

—Tienes razón, Tara, pero la policía local no ha solicitado nuestra intervención. Solo tenemos una vista superficial de lo que está pasando— me recuerda, pero su tono es molesto.

—Lo sé... ¿Pudiste averiguar algo más sobre Hank Taylor?— pregunto.

Hank Taylor está bajo arresto por violencia doméstica, aún no ha pedido un abogado, lo que es muy extraño. Su esposa accedió a testificar en su contra, pero a ella la tenemos aquí, en custodia protectora.

—No tuve éxito. El hombre parece una tumba— pasa sus manos por su cara.

—Sigo pensando que hay algo más por lo que Riley huyó de casa— le digo. —No te vas de tu hogar solo porque te prohíban una salida—.

—Tienes razón, quizá uso esa excusa para poder irse— responde Sam y frunce el ceño.

—Creo que iré a hablar con Hank— propongo.

—¿Segura?— Sam no parece convencido.

—Por supuesto, he de ponerme ruda— aseguro y echo a andar a la sala de interrogaciones. — Tráelo—.

 

Estoy esperando de pie fuera de sala de interrogatorios, Sam llega con Hank y lo sienta en la sala con las manos esposadas en la espalda. Cruzo la puerta y me adentro en la sala.

El hombre ha cambiado totalmente su facha de señor decente. Tiene una mirada fría, actitud petulante y una estúpida sonrisa de labios apretados.

—Agente Benson, yo me encargaré— le digo a Sam, aunque él ya lo sabía. Asiente y sale.

—Buenos días Tara— dice el señor Taylor.

—Para usted soy la agente Louis— le corrijo. —¿Sabe por qué está usted encerrado?—.

—¿Por qué la incompetente de mi esposa no sabe cerrar la boca?— pregunta en respuesta.

—Señor Taylor, usted está bajo arresto por golpear a su esposa— le informo. —Y no me extrañaría que a sus hijas también— digo y se pone de pie al instante.

—¡Nunca le pondría una mano encima a Rebeca!— grita.

—¿Y qué hay de Riley?— añado. —¿Alguna vez agredió a su hija?— no responde. —Señor Taylor, hay algo que no me dice, y a no ser que quiera añadir obstrucción de la justicia a su lista de cargos, será mejor que hable— le sugiero con voz neutra.

—Riley no era mi hija— suelta de repente.

<< ¿Qué?>>

—¿A qué se refiere?— Mantengo mi tono calmado.

—Me refiero a que no era mi maldita hija— grita. —Mi esposa se acostó con otro tipo hace 18 años, ¿Creyó que yo no me daría cuenta de que Riley no se parece en nada a mí?— escupe con odio. —Esa niña no era mi hija—.

Noto que afirma que Riley no era su hija como manera de justificar algo que hizo, creo saber qué es, y si tengo razón, este hombre es un bastardo asqueroso.

—Señor Taylor, ¿Cómo era su relación con Riley antes de que ella huyera?— pregunto y me recuesto en la silla.

—¿A qué demonios viene esa pregunta?— grita exaltado. —Yo la críe, nos llevábamos bien, hasta que decidió que quería salir con ese muchacho del colegio— dice con desprecio.

—Tienes 18 años, es normal, Hank. ¿Por qué habría de molestarle eso a usted?— le pregunto con mi tono neutro. Él no responde, solo baja la mirada. —Hank, creo saber por qué se enojó tanto con Riley esa noche— le digo y parece molesto.

—¡Usted no sabe nada!— grita poniéndose de pie

—Sentado Hank— le ordeno. Para mi sorpresa, obedece. Me inclino sobre la mesa y comienzo a susurrar: —Lo deseaba ¿Cierto? Quería tenerla, tocarla, besarla... Descubrió que no era su hija y aprovecho la oportunidad—.

—Cierre la boca— dice entre dientes y sacude la cabeza. Yo continúo hablando un poco más alto, pero me doy cuenta de que me hierve la sangre.

—¡Lo quería Hank!— grito y golpeo la mesa. Él se sobresalta un poco y me mira con los ojos abiertos por la impresión —No me mienta. Se enojó con Riley porque solo la quería para usted, no soportaba la idea de que alguien más estuviera con ella— digo a punto de perder los estribos.

—¡Está bien!— grita —Basta ya— pide sacudiendo la cabeza e intentando tapar sus oídos.

—¿Ella estaba de acuerdo con lo que le hacía?— pregunto con la última gota de mi paciencia.

—No del todo— admite en voz baja. —Le dije que así la gente demostraba su amor— dice y yo siento una ganas tremendas de matar a éste imbécil.

—Abuso de ella Hank, la violó aun sabiendo que era prácticamente una niña— intento respirar. —Su esposa nos dijo que ese día, fuera de la comisaría, usted parecía contento por algo, ¿Me puede explicar por qué estaba tan alegre ante la desaparición de sus hijas?—  mi tono es duro.

—Es que...— se detiene y su voz tiembla cuando escucha que también incluí a Rebeca en la pregunta.

—Hank Taylor, le sugiero que hable— digo en tono amenazador. No sé cuánto tiempo resistiré las ganas de golpearlo hasta causarle una contusión.

—Le pedí a unos conocidos que la buscaran... A Rebeca— admite cabizbajo —Y ese día me dijeron que habían localizado a Riley, no a mi pequeña niña— aprieta la mandíbula.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.