Almas cautivas

Capítulo 6

Laura.       Martes 02:28pm

 

Sangre.

Mi mente no deja de reproducir la imagen del cuerpo de Rebeca cayendo frente a mí y salpicando sangre en mi pecho y mi cara. El líquido rojo forma un charco en el suelo del granero, aunque ya está siendo absorbido por la tierra.

Se han llevado a Riley y a las otras chicas, pero no sé a dónde. Solo quedamos en este granero Mónica, Violet y yo, nos retiraron las mordazas, pero el jefe nos advirtió que si hacíamos el más mínimo ruido, correríamos la misma suerte que Rebeca.

El cuerpo de ella fue levantado del piso hace horas, no sé cuántas exactamente, solo sé que la alzaron del suelo como si fuera basura, llevándola quién sabe a dónde.

—Laura—  dice la voz de Mónica, pero yo no respondo. —Laura por favor, di algo— me ruega arrastrándose a mi lado. Todas seguimos con las manos atadas, pero ya no siento las sogas.

Creo que ya no siento nada.

—Laura— susurra Violet. Quiero responderles, pero no puedo, no me sale la voz.

—Por favor, Lau, di algo— insiste Mónica, pero yo me mantengo en silencio mirando a la nada.

La puerta del granero se abre y mis amigas voltean aterradas hacía ella. Luke entra, seguido de Hugo.

Luke es un hombre alto, de cuerpo ancho y fuerte, tiene la piel clara y los ojos negros, su cabello es algo corto, de un tono rojizo muy oscuro. Hugo es muy parecido a él, solo que su cabello es un poco más largo, color castaño, sus ojos son marrones y tiene una figura fornida.

Ambos van vestidos de negro.

—Llegó la hora— dice Luke. Mónica y Violet están temblando, pero yo ni parpadeo.

—Arriba, hay que prepararlas— añade Hugo.

¿Prepararnos? ¿A qué se refiere? Salgo de mi estado silencioso sin darme cuenta y pregunto:

— ¿Prepararnos para qué? — mi voz es neutra, y mis amigas están sorprendidas de que yo haya hablado.

Hugo me mira a los ojos por unos segundos y se inclina, me toma de la barbilla con algo de fuerza y me dice:

—Tú solo obedece, ¿sí?— ladea la cabeza y frunce el ceño.

No me deja responder, me toma del brazo y me pone de pie, lo mismo hacen con Mónica y Violet. Con un cuchillo cortan la soga que rodea nuestras muñecas y las retiran por completo.

—Quítense la ropa— nos ordena Luke.

— ¿Qué? ¿Por qué? — balbucea Violet y da pasos hacia atrás.

—No nos hagan daño, por favor— suplica Mónica.

— ¡Quítense la ropa! — grita Luke de nuevo y me coge del brazo a mí, con demasiada fuerza, su otra mano está sujetando el arma en su cinturón, pero yo no emito sonido alguno, ni hago muecas de dolor.

—Luke, suéltala— le dice Hugo sin siquiera mirarlo. —Si le haces un solo rasguño, el jefe te va a matar— añade y algo en mí se despierta.

Parpadeo un par de veces, el aludido libera mi brazo y da un paso hacia atrás, con la mirada frustrada y llena de odio.

—Hagan lo que nos dicen— digo en voz alta, dirigiéndome a mis amigas.

Ellas me miran como si me hubieran salido 3 cabezas, y los hombres también parecen levemente sorprendidos. Comienzo a quitarme el vestido sin titubear, Mónica y Violet dudan pero siguen mi ejemplo.

—No se muevan— ordena Hugo y nos coloca una al lado de la otra. Con un paño húmedo empiezan a limpiar nuestros cuerpos, quitando la suciedad y el sudor de nuestros pechos, hombros, piernas, cuello… De todos lados. Sus manos ásperas tocan cada parte de nosotras, mis amigas están gimoteando en silencio, pero yo estoy callada, con la mirada al suelo, y mis miedos apagados.

Estos hombres nos necesitan para algo, es por eso que no pueden dañarnos.

—Listo— la voz de Hugo me sobresalta un poco.

Al parecer, en esta situación, Luke es el hombre impulsivo que siempre quiere resolver todo usando la agresión… Claro, es un psicópata secuestrador. Hugo es más calmado, pero firme, no creo que vaya a dejar que salgamos corriendo.

—Voy por la jefa— dice Luke y cierra la boca de golpe. Levanto la cabeza pero vuelvo a bajarla antes de que me vean. —Por el jefe— se corrige y sale del granero a paso rápido.

¿Jefa?

No creo que se haya equivocado.

¿También hay una mujer detrás de esto?

 

*  *  *

                                                                                                      

Tara.

 

Este día se ha hecho eterno. Son las 2:30 de la tarde y después de hablar con la forense, voy subiendo las escaleras al laboratorio de evidencia, espero que Abby haya encontrado información sobre la bala.

Abigail, es nuestra analista técnica y especialista en evidencia. Lleva años en el buró, y no hay nadie como ella. Espero que en ésta ocasión haga uso de su magia.

—Abby, Abby— la saludo en cuanto cruzo la puerta.

—Tara, Tara, Tara—me responde ella sin despegar la cara del monitor. Va toda vestida de negro, como siempre, su cabello color carbón está trenzado en dos coletas que solo a ella le quedan bien en este mundo. Y por supuesto, su bata de laboratorio blanca.

—Espero que tengas algo de balística—le digo mientras me pongo a su lado.

—Por supuesto que tengo algo. ¿Con quién crees que estás hablando? — Alardea, se levanta y va hasta la mesa de evidencias. —La bala proviene de una Glock 9mm—asegura.

—Maldición— digo y Abby suelta una breve carcajada.

—Ésta es la parte en la que me preguntas si pude rastrear el arma, pero en ésta ocasión no puedo complacerte, ya que en toda la ciudad de Phoenix deben haber un millón de éstas— dice señalando la foto del arma en su monitor.

—Lo sé Abby… Tengo algo más para ti— le digo y ella frunce el ceño. —Toma, necesito que analices ésta ropa, todo lo que encuentres es crucial para el caso—.

—Entendido jefa— se burla.

—Sabes que odio que me digas jefa— le recuerdo y se me escapa una sonrisa.




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