Almas cautivas

Capítulo 8

Tara

 

Seguimos de camino al domicilio de los Morales, yo voy conduciendo y Hoppes no ha dicho más nada desde que encendí la radio, supongo que no quiere decir algo que me incomode…

—Lamento lo de hace rato— dice mirándome de soslayo.

—No es nada— respondo y sigo mirando la carretera. —No suelo hablar de mi vida privada— le digo en un tono bajo, él me mira unos segundos.

—¿Y eso por qué?— pregunta mirando por la ventana.

<<Maldición>> No sabe rendirse.

En lugar de responder le digo:

—Hemos llegado—  y señalo la casa abandonada con la cabeza.

Estaciono el auto y caminamos a la casa. Es de dos plantas, y se encuentra alejada de la ciudad. Las paredes que eran blancas están deterioradas y llenas de moho,  producto de la filtración de agua., las ventanas se ven frágiles y empañadas, las puertas desgastadas… La puerta.

—Hoppes, no se supone que esa puerta deba estar abierta— le digo a mi compañero y comienzo a mirar a los lados.

—Louis— me dice él y sigo la dirección de su mirada. Hay un auto negro con vidrios blindados, estacionado a unos metros más delante de la casa, Hoppes y yo nos miramos, sacamos las armas y apuntamos a la casa mientras caminamos hacia la puerta.

Dejo que Daniel vaya adelante, yo voy detrás de él, voltea a verme al llegar a la puerta y yo le hago una seña de que entremos.

Al entrar veo que la casa está cubierta de polvo hasta en el más mínimo rincón, todo parece ser de hace más de 3 años, paredes y muebles desgastados, el suelo de hormigón está manchado de tierra, supongo que por estar cerca de la zona de bosques, han de pasarse muchos animales por aquí.

Recorremos toda la planta baja en extremo silencio y al llegar a las escaleras le digo a Hoppes en un susurro:

—Vigila aquí abajo, voy a revisar el piso de arriba— por su mirada, sé que no está de acuerdo.

—¿Segura? — pregunta con preocupación.

—Sí, segura— respondo con firmeza. —Mantente alerta— le pido y asiente.

Subo los escalones lentamente, al llegar arriba, cuento las habitaciones y hay tres puertas entre abiertas, pero están lejos una de la otra.

Reviso la primera habitación y está totalmente vacía, solo una cama con sábanas verdes, desgastadas por el tiempo.

Salgo sin hacer ruido y cuando voy a entrar en la segunda habitación, escucho voces provenientes del tercer cuarto, me salto la segunda puerta y me dirijo al lugar de procedencia de los murmullos.

La puerta está entre abierta, me asomo por la abertura y veo a un hombre de pie en medio de la habitación hablando por teléfono.

—Jefe, ésta casa está totalmente vacía, no veníamos aquí en tres años. ¿De qué está hablando? — pregunta el hombre exasperado. Está de espaldas a la puerta, y sin dudar, entro en la habitación y grito:

— ¡FBI!, las manos donde pueda verlas— digo con autoridad. Espero que Hoppes me haya escuchado, el hombre me mira desconcertado pero sin un ápice de miedo.

Repito la orden pero él no se mueve ni un centímetro. Es alto, 1.80 aproximadamente, tez oscura y ojos verde acuarela. Lleva puesto un jean oscuro y una franela negra. Cuando observo el cuello de su camisa veo restos de aserrín. Lo tengo.

Cuando comienzo a acercarme para arrestarlo, percibo un sonido detrás de mí. Giro sobre mis talones y otra figura masculina me golpea con algún objeto en el lado derecho de mi cabeza. Mi vista se nubla y trastabillo por el suelo de la habitación, por puro reflejo, acciono el arma y disparo en dirección a la puerta, escucho un quejido, supongo que herí a uno de ellos. Mi frente palpita. ¿Dónde está Hoppes?

En medio de ese pensamiento, lo escucho llamarme:

— ¡Louis! — Grita y yo trato de responder.

—Aquí— digo en un intento de subir la voz. Trato de sentarme, ya estoy recuperando la visión, pero los hombres no están en ningún lado.

— ¡Louis! — vuelve a exclamar Hoppes en cuanto me ve tirada en el piso. —Maldición, ¿Estás bien? — pregunta preocupado y me ayuda a levantarme.

— Eso creo— respondo pero hago una mueca de dolor al tocar mi cabeza. —Eran dos hombres Hoppes. Tengo la descripción de uno de ellos, pero no pude ver al que me agredió— le informo con rapidez.

— ¿Y a dónde se fueron? — pregunta él, mirando a todos lados.

—Hay una ventana en la primera habitación, de seguro saltaron por ahí, pero creo que logré dispararle a uno de ellos— respondo y sigo apoyada del brazo de Daniel.

—Hay que llamar a los paramédicos— dice él y me mira angustiado.

—Hoppes, es solo un golpe. Debemos revisar la casa, por lo que pude escuchar, ellos venían por algo, y no solo eso, son más hombres de los que creíamos— digo y me separo de él.

Mala idea. Al soltarme la cabeza me da vueltas y Hoppes tiene que sostenerme para no caerme, él solo me mira con una ceja alzada.

—Está bien— suspiro resignada. —Llama a los analistas para que vengan a revisar la escena, nosotros regresaremos al buró— digo sin ánimos, odio perder a un sospechoso.

Subimos al auto y Hoppes se ofrece a conducir. Mi cabeza no deja de palpitar y siento un hilo de sangre recorrer el lado derecho de mi cara.

—Él hombre que hablaba por teléfono se dirigía a alguien como “Jefe” — le digo a Hoppes entre suspiros.

—Eso significa que son un grupo, y qué de ser así, hay alguien que dirige todo este embrollo— responde él y me mira.

—Sigo preguntándome qué es lo que buscaban aquí— digo con leve preocupación. —No quiero pensar que eran armas o algo parecido— añado apretando los ojos unos segundos.

—Esperemos que los analistas revisen la escena, solo así estaremos seguros. Además, lo que sea que vinieron a buscar, ya no podrán tenerlo— responde él con la vista fija en la carretera.

Al llegar a la UAC, Daniel me lleva con los paramédicos y se queda ahí mientras curan la herida, me hacen un par de pruebas para ver si el golpe no me causó una contusión y me piden que me quede ahí mientras van por el medicamento para el dolor.




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