Almas cautivas

Capítulo 13

Medianoche – viernes

Tara

 

Es medianoche, y como era de esperarse, sigo en la clínica. Abby se fue hace un par de horas, después de hacer que me comiera todo el helado.

Hoppes ha ido por algo de café y por un teléfono nuevo a mi departamento, necesito poder comunicarme. Admito que la idea de que Hoppes esté en mi casa no me agrada, así que espero que no se ponga a husmear.

Ha desaparecido otra mujer. No hemos podido ver su foto, pero la descripción encuadra con las demás víctimas: Tez blanca, cabello oscuro, y tiene aproximadamente 25 años.

Aún estoy un poco agotada por la explosión. Me duelen los hombros y el costado derecho, mi pierna está algo dormida por el medicamento, pero debo salir de aquí cuanto antes. Sé que en unas horas podré caminar otra vez sin marearme y saldremos a encontrar a esos criminales.

En este momento me gustaría estar en mi apartamento, y poder ver la foto en mi repisa… Es lo único que me motiva a seguir cada día.

Hoppes entra como un torbellino, y lleva muchas cosas en sus manos. Los envases con café, un par de cupcakes de crema y mi teléfono.

—Pensé que te gustaría comer algo— dice y me entrega el café.

—Gracias— respondo con una sonrisa y bebo un sorbo de café. — ¿Qué sabes de la mujer desaparecida? — pregunto.

—No mucho, soltera, sin familia en la ciudad, trabaja de medio tiempo en un restaurante— responde él mirando su celular.

—  ¿Quién reporto su desaparición? — pregunto y muerdo la orilla de mi cupcake.

—Su jefe. Ella no volvió al trabajo después del almuerzo y su celular sonaba apagado. Recordaron el boletín de alerta y nos llamaron de inmediato— responde y me entrega mi nuevo teléfono. —Ya está activado— me dice.

—Excelente. Debemos salir de aquí para seguir con la investigación— le digo y de inmediato niega con la cabeza.

—No hasta que te sientas mejor— responde y se pone de pie frente a mí.

—Hoppes, hazte a un lado— le pido y no se quita.

—Si valoras tú vida será mejor que te quites de su camino— dice una voz masculina y se ríe.

—Sam— suspiro de alivio al verlo.

— ¿Qué tan terca estás? — pregunta sentándose a mi lado.

—Lo suficiente para acabar con tu paciencia— choco mi hombro con el suyo y él vuelve a reír.

—Tara— lo miro.  —Basta— pide y yo suspiro derrotada.

—Sam, quiero salir de aquí, sabes que no me quedaré sentada en una clínica mientras el tráfico de mujeres sigue avanzando— refunfuño.

—Sé que no lo harás, ¿pero puedes al menos dejar que la morfina haga su función y que tus oídos se adapten de nuevo? — pregunta sarcásticamente y Hoppes suelta una pequeña risa.

—Debes escucharlo— me dice Daniel.

—Vale, descansaré un rato, pero como vuelvan a decirme qué hacer los obligaré a hacer el papeleo por un mes— los amenazo.

—Menudo humor— sonríe Sam y me besa en la sien.

—Voy a cambiarme esta ropa, vuelvo en unos minutos— nos dice Hoppes, asiento y él se va.

— ¿Qué pasa entre tú y Hoppes? — me pregunta Sam y le da un mordisco a mi cupcake.

— ¿A qué te refieres? — ladeo la cabeza sin comprender.

— Noto como lo miras— me guiña un ojo y sonríe.

— Oye, oye, no estamos en la secundaria— niego con la cabeza. —No es uno de esos romances juveniles que se vuelven escándalo por los pasillos. Hoppes es nuestro compañero, nada más— le aseguro.

— ¿Y por qué te estás mordiendo las uñas? — señala mi mano. Joder, no me había dado cuenta de que lo estaba haciendo.

—Te he dicho que dejes de analizarme— replico.

—Tara, es obvio que él te atrae, y que seas adulta no significa que no puedas tener nada con nadie— me mira con una ceja alzada.

—Sam, soy una mujer independiente, no necesito un novio— vuelvo a replicar.

—Tú y yo sabemos que solo lo dices porque no te gusta tener más personas en tu vida por miedo a perderlas a causa del trabajo y lo que implica— responde poniéndose de pie.

Suspiro y me levanto también.

—Yo no puedo perderte a ti, o a Abby— susurro. —Son lo único que tengo— añado.

—A mi no me perderás, ¿crees que te librarás de mi tan fácil? — bufa y me hace sonreír. —No le bloquees el paso a Hoppes, no sabes lo que puede pasar si lo dejas entrar a ese escudo— apunta mi pecho con su dedo.

—Basta de sentimentalismos— quito su mano y ambos no reímos.

Tomo mi celular y marco el número de Abby. Si no puedo salir de aquí todavía, trabajaré desde donde estoy.

Ella responde de inmediato:

— ¿Estás bien? ¿Paso algo? ¿Voy para allá? — comienza a preguntar apresuradamente.

—No Abby, todo bien, pero necesito que hagas algo— le digo.

—Lo que quieras— responde con su vocecita.

—Necesito que busques en los alrededores de la ciudad, cada lugar abandonado que pueda servir de escondite de esos criminales. Sé que la lista será larga, pero puedes hacerlo— le pido y cruzo los dedos.

—Haré todo lo que pueda, Tara, pero el número de esos lugares será infinito— responde con cansancio.

—Reduce la búsqueda y céntrate en los lugares que lleven entre 4 o 5 años abandonados. Pueden ser granjas, industrias o casas de abrigo sin remodelar— le sugiero.

—Busca cerca de la zona de bosques— añade Sam con el ceño fruncido.

—Entendido. Haré todo lo que pueda— promete y cuelga.

—Aquí estoy— dice Hoppes volviendo a la habitación. Se cambió de ropa y ahora lleva puesto algo cómodo: Jean oscuro y franela blanca del FBI.

—Ahora seré yo quien vaya a casa, necesito ver a mi esposa y asegurarme de que esté bien— nos dice Sam.

—De acuerdo, nos mantendremos en contacto— respondo. Él asiente y se va.

Vuelvo a sentarme en la cama para descansar un poco más la pierna y tomar aire.

—Tara… Debo preguntare algo— dice él y se sienta junto a mí, parece preocupado.




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