Almas de Jade [+18]

1 | Probabilidad

En el primer mes de clases de este año, para celebrar el aniversario de la institución, la facultad de Derecho organizaba una conferencia en donde participarían figuras renombradas de la abogacía a nivel nacional.

Se sabía que la espera de la decisión sobre la persona que representaría a la universidad con un discurso, tardaría aproximadamente una semana o dos.

Se dice que la elección final no fue nada sencilla. Y no me extrañaba. No por nada mi nombre estaba entre los dos últimos candidatos.

Pero al final, la selección no fue en mi favor. Y ese día pude entre ver una sonrisa en el rostro de Liam Morelli dentro de esa calurosa y minúscula sala, seguramente le complacía ver cómo la humillación me carcomía por dentro.

¿Cuál era la necesidad de solicitar mi presencia específicamente para notificar que mi solicitud había sido rechazada? Entiendo que pudo haber sido meramente cortesía, pero lo único que habían conseguido era que fuera la burla de este payaso.

— Igualmente, mis felicitaciones por haber sido casi elegida.

Casi, que palabra tan vacía. La profesora me había extendido la mano y yo se la había estrechado por puro compromiso. Pero ¿Perdona? No quería sus felicitaciones de lástima, el conformismo definitivamente no era lo mío, y si no iba a ser la mejor, prefería no haberlo intentado en absoluto.

— Estoy cansada de ti —dije.

Salí del despacho y traté de contenerme para no azotar la puerta en la cara de mis superiores.

— Ni siquiera sé por qué te importa tanto, ¿acaso estás celosa?.

Preguntó el imbécil a mi costado mientras me seguía los pasos como un perro molesto.

Reí de inmediato— ¿Celosa? Evidentemente, esta selección no fue objetiva.

Al escuchar mi comentario, sentí que se detuvo detrás, cuando giré me estaba mirando con rabia.

— ¿Estás insinuando que no lo merezco?

Lo cierto era que, sobre Liam, los rumores abundaban. Era tan fácil como preguntarle a cualquiera que compartía clase con él, cómo engatusaba a las viejas roñosas que tenía por tutoras, a sabiendas o no, el hecho es que las tenía a sus pies. Y la doctora Boudelaire no era la excepción.

— ¿Vamos a fingir que las miradas que te ha dedicado todo el rato en ese salón —señalé la puerta detrás—, son muy éticas de su parte?

Eso le molestó, supongo que estaba ofendiendo su raciocinio.

— Sabes que no es cierto. Soy el estudiante con las mejores calificaciones en toda la universidad —dios, qué nefasto, todo el tiempo hablando con una condescendencia que me sacaba de quicio—. Pero eso no te deja tranquila porque tú eres solo una petulante insoportable que no puede evitar meterse en mis asuntos.

Increíble. Siempre era “yo”, “yo”, “yo”. El chico claramente tenía el ego del tamaño del mismo campus.

— En fin, la verdad es que no tengo tiempo para discutir contigo estas niñadas —le corté.

Me giré para marcharme y lo dejé de pie ante la nada. Le escuché murmurar algo por lo bajo pero no le presté demasiada atención. Por mucho que él pensase que era el más inteligente, también era un inmaduro y a veces, la única forma de lidiar con sus posturas, era ignorándole.

Liam se pasó el día entero, y el que le seguía a ese, indignado por mi comentario. Él estaba en su asiento, ojeando su cuaderno, cuando ingresé a la clase. Le vi levantar el rostro cuando pasé por su lado, y bajarlo rápidamente para pretender que no me había visto. Cómo si yo tuviera la mínima intención de querer interactuar con ese sujeto.

Pasando las horas, cuando todos estuvieron en receso, noté desde lo alto de las gradas, al maestro haciendo apuntes en su laptop, mientras felicitaba efusivamente a Liam, que estaba a centímetros de él.

Al cabo de un rato, bajé los escalones, intentando aminorar mis pasos para afinar mis oídos ante su charla. Torcí los ojos hacia atras. Al parecer, no era suficiente que tuviese encantadas a todas las mujeres que rondaban los más de treinta años. Y si iba a ser de esa forma con todos los maestros, durante todas las clases restantes que compartía con él –que no eran pocas–, me tentarían con saltármelas esta semana.

No, haciéndolo solo le daría la razón, y eso no lo haría jamás.

Regresé después de unos minutos, y me senté en las bancas fuera del aula para despejarme, a la vez que subrayaba las anotaciones que había hecho en mi libreta, luego de comprar un batido de mango y deambular por los jardines para quitarme el estrés de los hombros.

El maestro ya no estaba en su escritorio, y el idiota se había movido de su lugar. Quién sabe dónde, probablemente a seguir presumiéndole a los demás para dejar que le llenen el orgullo con sus palabrerías.

Sin darme cuenta, estaba agitando mi pie con fuerza y ahora que estaba consciente, ya no podía detenerme.

— Deja de comportarte así —le oí decir a mis espaldas, aperciendo de la nada.

Dejé de sorber el juguito para voltearme y mirarlo por un momento. Después, me volví a girar para hacer rayones en las hojas. Me coloqué los cascos para hacer mute su voz y le subí tanto el volumen que tal vez podía escuchar perfectamente la canción.



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En el texto hay: #amor-odio, #rivalidad, #celos

Editado: 20.11.2024

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