Escuchar la propuesta de Morales me hizo despertar. No esperaba que algo así se integrara a la clase, los puntos extras me vendrían bien.
Sin embargo, al terminar mi respuesta, noté cómo la expresión de su rostro cambiaba drásticamente. ¿Cómo era posible que no hubiera acertado? Tenía la respuesta muy clara.
Y después de escuchar con atención la respuesta de esa loca, me quedé estático. No tenía previsto que Allison cuestionara la existencia de la propia silla. Estudiando la interacción que tenía el maestro con ella me irritó, el modo en que sonreía con satisfacción y esas felicitaciones. Si me hubiera esperado un poco más para examinar mejor las cosas, esa respuesta habría sido mía. Esos puntos habrían sido míos.
Antes de subir y regresar a su asiento, me lanzó una mirada cargada de orgullo. No cambié mi expresión, no ina a darle el gusto de responder a sus provocaciones ni obtener ninguna reacción de mi parte. A pesar de todo, seguía siendo mejor que ella.
Faltando tres días para mi conferemcia, estaba ensayando el resto de mi discurso frente a Boudelaire. Mi atención estaba completamente en el ensayo: fuera del contenido tenía que pulir mi pronunciación, gestos, y sobre todo, el tiempo. Todo tenía que ser impecable. He de aceptar que eso me tenía particularmente nervioso, pero había algo emocionante en la idea de presentar mis ideas ante un público real.
Articulaba cada palabra cuidadosamente con la mirada centrada en las paredes, imaginando que tenía a la multitud en frente. Estaba tan ensimismado que no noté la molestia que reflejaba en el rostro de la doctora sino hasta concluir.
Yo solo asintía en señal de comprensión y anotaba las correciones al margen de las hojas, para integrar los cambios en un futuro. Pero su tono no estaba siendo el más amigable. De vez en cuando me permitía descansar para que mi voz volviera a tomar forma y mis pensamientos se restructuraran. De un momento a otro, se acercó a obsservar el computador en el que Allison estaba operando.
Se quedó en silencio, ensombreciendo su semblante. Allison tenía que corregir los exámenes de algunos alumnos y se le había olvidado presionar el botón de «guardar» en el sistema de notas. Probablemente por haber estado distraída riéndose de los regaños que yo recibía.
— Allison, ¿dónde están todas las notas? —preguntó con el enojo que ya había acumulado durante mi ensayo por mis repetidas equivocaciones.
Ella levantó la vista, confundida— Pues ahí —dijo con obviedad—. Yo las puse hace... —se congeló al notar su desastroso error—. Yo... yo las puse hace un momento, de verdad.
— Esto —golpeó el marco del monitor con su uña para enfatizar— tiene que estar listo en una hora antes de que el sistema se cierre, sino tendrás que presentar un acta con el rector. ¿De dónde planeas sacar tiempo para volver a subirlo todo? —la seriedad de su voz parecía querer perforar el aire.
Me miró, y me burlé. Tengo razón cuando digo que es una descuidada.
— Le prometo que lo haré lo más rápido posible —balbuceó, casi rogando.
Se apresuró a mover sus dedos sobre el teclado. Boudelaire solo le dedicó otra mirada de desaprobación antes de retirarse del despacho, despidiéndose de mí con un gesto de cabeza.
Por mi parte, me permití obervar en silencio cómo se apresuraba a corregirlo todo. Ciertamente, me estaba divirtiendo la situación, y cómo no hacerlo, era cuestión de tiempo. Primero, no comenté nada, fingí que estaba ordenando mis archivos. Rompí el silencio cuando vi que su angustia iba incrementando a medida que avanzaban las agujas del reloj.
— Así que, ¿olvidaste pulsar el botón? No me sorprende —guardé las cosas en mi maletín—. Digo, es lo que se espera de una desorganizada.
— Cállate —espetó.
Reí con ligereza y me incorporé.
— Lo siento, no puedo evitar disfrutar de esto. Todo el tiempo tú te burlas de mí, tratando de irritarme. Ahora, yo tengo la oportunidad de devolverte el favor.
Ella estaba bastante agitada. Sus manos golpeaban las teclas con tanta energía que las iba a arrancar del teclado.
— Liam —dijo sin mirarme—. Esto es... algo importante. Apreciaría que te fueras, ya no tienes nada que hacer aquí.
— ¿Qué? ¿No puedo quedarme y ver cómo luchas desesperadamente para rectificar tu error? Es bastante entretenido de ver.
Levantó la vista con los ojos llenos de ira. Solté una risa por ver cómo le estaba afectando.
— Vamos, no es tan grave. ¿No puedes tomártelo con calma?
— ¿Que no es... —respiró— que no es grave? Si ella reporta esto me van a amonestar. Y si lo hacen una vez más, me quitarán la beca, idiota.
— Ah, parece que es algo importante para ti —dije con sarcasmo—. Y aun así fuiste negligente.
Tomó unas hojas que estaban en el escritorio y me las lanzó. Las esquivé sin problemas.
— Qué madura —respondí a su gesto— ¿Vamos a empezar a tirar cosas como si fueramos niños pequeños?
Se detuvo un momento.
— ¿Qué quieres, Liam? —levantó la voz— ¿Por qué mierda no te vas?
— Solo me deleito con la vista. Es fascinante ver cómo te descojonas por algo que hiciste tu misma.