De cualquier forma, no quería irse, y yo no estaba en condiciones de soportarlo. Mi carrera entera estaba en riesgo por esta tontería. No hacía más que empeorar las cosas, soltaba comentarios al vacío a la espera de incrementar mi ansiedad. Entiendo que guardara rencor por el tema del papeleo, pero esto de verdad era algo importante.
Digo. Bien, está bien. Tal vez los documentos que perdí por error –y no adrede como él se ha encargado de divulgarle a Rouse– eran valiosos para él. Pero no había ningún punto de comparación, a lo mucho la directiva lo vería como un despistado, ¿y qué más?
Yo perdería mi beca y la posibilidad de continuar estudiando si no corregía a tiempo lo que había causado. No se me había olvidado, estoy segura de haber guardado el registro, lo prometo. Esto tenía que ser culpa de la computadora, una reliquia anticuada con un sistema operativo tan obsoleto como problemático.
Me molestaba mucho la actitud que había adoptado Boudelaire conmigo, sentía que se había desligado de sus responsabilidades por completo. Sí, yo era la encargada de esta tarea, pero ella debería haber estado igual de preocupada que yo, tenía que estar allí mismo supervisándome, y en lugar de eso, se había ido tranquilamente a la cafetería por su almuerzo. La tipa me caía peor de lo que me caía el imbécil que se resisitía a dejarme tranquila en un momento tan crítico.
Y no, no hubiera querido arrojarle la pantalla por la cabeza, lo hubiera querido arrojar a él por la ventana.
Se había quedado callado al ver que no cedía a sus comentarios, pero incluso en silencio, su sola presencia vigilándome me mortificaba de sobremanera. Seguía siendo insoportable.
— Liam, ya vete. Dios mio, no te aguanto más.
Me ignoró, desde luego.
— ¿Sabes que pienso? —se paseó por la pequeña sala con aires de superioridad— Que esto se trata de que estás celosa de cuánto más inteligente soy que tú.
Otra vez el "yo, yo, yo". No me podía dar el lujo de discutir como gallito. No era un patio de recreo, me estaba desconcentrando.
Bajé la cabeza, agotada del escenario. Me agarré el cabello con fuerza. En ni mente, no era mi cabeza la que sujetaba, sino la suya.
— Parece que de verdad te estoy irritando. ¿No es divertido cuando las cosas son a mi favor por una vez?
La verdad, quería soltarme a llorar, esto ya estaba pasando mis límites. Pero eso nunca, no para que se prendiera de eso después, así que me resistí. Justo en ese momento, Rouse abrió la puerta. Siempre aparecía a esa hora una vez terminada su clase de psicopatología, y casi siempre llevaba algún postre consigo para traérmelo.
— ¿Qué ocurre? —cerró la puerta tras de sí, dejando la caja a un costado luego de escanear las cosas.
— Llévatelo, ¿quieres? —le rogué con voz apenas contenida.
— ¿Qué pasa? Creí que disfrutabas de mi presencia —respondió él, pero no le dije nada.
— Por favor —le pedí nuevamente, juntando mis manos para que comprendiera que lo estaba pidiendo en serio.
A lo que Rouse respondió tomándolo de la muñeca para jalarlo hacia afuera.
Felizmente, porque me encontró al borde de la tortura, y estaba a nada de estamparle la cara contra la maceta que tenía al lado.