Una mejor decisión habría sido encerrarme en un salón de estudio o irme al estacionamiento a leer, porque Allison terminó por encontrarme y no desperdició oportunidas para soltar sus comentarios
Estaba burlandome de ella cuando esperaba que hiciera algo estúpido en su desesperación, algo como un arrebato de ira o que tirara su batido en el pasto por la desesperación. Incluso que me lo lanzara a mí era válido, pero lo que definitivamente no me esperaba era que se acercara para besarme.
Y la verdad, no supe de qué forma reaccionar, fue demasiado repentino y ella no se quitaba de encima. Había logrado descolocarme por completo, ni siquiera recordé por qué estabamos discutiendo para empezar, ni cómo habíamos llegado a esto.
Lo incomodo que seguro sería todo cuando eso terminara, no tenía descripción.
Acabé por corresponder luego de un momento, que se me hizo una eternidad, de notar que no tenía intenciones de soltarme. Porque sí, me tenía agarrado de la camisa y al final sí derramo el batido, pero no en mi cabeza ni en el piso. Lo derramó en uno de mis libros y lo peor fue que me importó un carajo en esa situación.
No era que me gustara esta señora maquiavélica, pero dios. Cómo pretendía exactamente que me negara a esto.
Cuando mi mano empezó a moverse hacia su cintura para atraerla hacia mí, evidentemente, por mera confusión que la mezcla de emociones me traía y no porque era algo que yo quería genuinamente; se alejó bruscamente, riéndose. La desgraciada.
¿Dije que esto sería incómodo? Sí, bueno, al parecer, solo lo era para mí.
— ¿Eso era lo que querías, verdad? —se apoyó en la mesa y yo no sabía ni cómo volver a mirarla—. Por eso estás tan obdesionado conmigo.
Traté de recomponerme rápidamente para esconder lo que había provocado.
— No te creas tan importante —le respondí con seriedad, en tanto quitaba los restos de batido que había regado sobre mis cosas—. Solo te seguí el juego porque me estabas dando lástima.
— ¿Ah, sí?
Solté una risa corta.
— De cualquier manera, fue una buena forma de hacer que te callaras, aunque sea por unos segundos.
Se acercó a mi oreja, pero fingí no notarlo.
— ¿Y si te beso de nuevo?
Ni siquiera tenía respeto por el espacio público. Tal cual una loca urgida. Como no respondí se acercó de todas maneras y no hice nada al respecto. Solo miré su rostro acercándose y sentí una necesidad extraña recorriendome el cuerpo. Estaba demasiado cerca, y olía a manzanas.
Luego, se rió con más fuerza dejandome pasmado.
— Ya ves que sí te gusto —hizo una mueca de tristeza—. Lo siento, Liam. Pero te encuentro... desagradable. No te vayas a hacer ilusiones conmigo.
Claramente, estaba pidiendo a gritos que le mandara a cerrar la boca.
Levanté una ceja— Tranquila, tampoco es como que vaya a querer estar contigo.
Se quedó pensando.
— Ya entiendo. Entonces, ¿por eso es que
“me odias” tanto, no? —qué son esas comillas, eso nunca fue falso—. ¿Es porque no te presto la atención que quieres? Claro, tienes la misma actitud que un hombre rechazado.
— Sí —le di la espalda—. Soy un hombre celoso y desesperado por tener tu atención. Me muero de ganas de que me mires.
— Obviamente —murmuró.
— Pues claro, porque todo el mundo gira en torno a ti, y obviamente ningún hombre puede contra tu encanto irresistible.
— Tú no puedes —se inclinó hacia mí—. ¿Verdad?
Volvó a reirme. Imagine cómo sería si alguien se enamorara de ella, con lo fastidiosa que ya es, se convertiría en una mocosa presumida.
— Si por algún milagro llegara a desarrollar sentimientos por ti, te volverías insoportablemente presumida, y nadie podría aguantarlo.
— Ah, ¿entonces no te parezco bonita? —se cruzó de brazos?
— No importa. Tu personalidad arruina cualquier atracción física que alguien pueda sentir por ti.
Sonrió— ¿Sí? —me miró fijamente.
No sabía qué pretendía, pero ya era evidente que había descubierto una nueva forma de provocarme.
— Así que ¿A esto es a lo que juegas?
— Me iré, si admites que te encanto.
La miré con desdén. Quién se creía, le aceptaba un simple beso y ya se creía la reina de belleza.
— Deja de ser ridícula —tomó mi camisa nuevamente con la misma fuerza que antes—. Eso no hará que admita nada. Entiende que no me gustas.
— ¿Seguro? Porque ya vi que eres tan fácil.
— Solo me tomaste distraído, deja de ser altanera —respondí—. Sigues siendo irritante nada más
— Y más inteligente —me soltó.
— Supongo que te prendes de eso porque es lo único que puedes destacar de ti, considerando que eres teriblemente maleducada.
Me observó, caso sin parpadear.
— ¿En serio crees que soy maleducada?