— ¿Quieres ver qué tan poco respeto te tengo?
Qué clase de pregunta era esa. En qué situación me había metido esta acosadora sexual. Ya estaba nublándome la mente con su contacto externo cuando decidió que era una buena idea meter la mano dentro de mi ropa.
¿Y yo qué hacía? Era ella la que se estaba aprovechando de mi inocencia.
Había perdido mi control, esto no era cuestión de si yo quería continuar o no, es como que le pidas a un adicto que deje de beber. No tenía poder sobre mi propia voluntad, y no puede decir que no intenté resistirme, porque le pedí que se detuviera en más de una ocasión. Ese era mi subconsciente sabiendo lo que mi mente realmente quería y mi cuerpo se nagaba a hacer; quitármela de encima.
No debería hacerme sentir así.
Su propósito era claro, me hacía preguntas acerca de si todavía pensaba que yo era mejor que ella. Si tenía que tenerme en esa situación para sacarme las respuestas de la boca entonces era obvia la conclusión.
Me sobresalté al sentir cómo se movía su mano contra mi piel. No le preocupaba que alguien entrara y nos encontrara así. Me sentía abrumado por su atrevimiento y el contacto me dejaba completamente sin palabras.
Usaría esto en mi contra más tarde, yo lo sé.
— Esto no va a hacer que admita... nada —le dije.
Se había acercado a mi rostro, que seguramente estaba a más de 38 grados. Intenté detenerle, de verdad que lo hice, pero mi cabeza ardía por el placer, al igual que el resto de mi cuerpo. Y me enojaba mirarla, porque se mantenía impacible, ella estaba completamente normal, el único afectado aquí era yo.
Cada movimiento, cada mirada y cada palabra que me dirigía eran una tremenda tortura, incluso sentí que estaba temblando ligeramente. Mi parte lógica estaba luchando contra mi parte primitiva al enlistarme mentalmente todos los motivos por los que se supone, no debía permitir eso, pero esa parte estaba perdiendo.
Mi respiración corría de forma irregular mientras intentaba oprimir los sonidos que querían desprenderse de mi garganta. Mi fin llegó cuando me pidió que la besara porque ni siquiera dudé en hacerlo. Mi autocontrol se desvaneció completamente, no pude detener el deseo que tenía. Mis manos se aferraron a ella y la apreté contra mí, dejando mi orgullo a un lado.
Tenía los ojos cerrados y me estaba quedando sin aliento al sentir su mano frotar con fuerza. No quería concentrarme en nada más que en esa sensación que me estaba causando, yo mismo quería tomar su mano y potenciar la velocidad. Se detuvo, alejándose mientras tenía esa imágen de mí frente a sus ojos que formaba una sonrisa burlona en ella.
— Maldita seas, no me hagas esto ahora.
— Ay, Liam —retrocedió para buscar su bolso—. Deberías avergoncarte de lo manipulable que eres. Y todavía crees ser superior a mí.
La frustración reemplazó inmediatamente todo lo que tenía acumulado.
— Cierra la boca —le dije.
— Ciérramela —dijo entre risas.
— Esto no es gracioso.
— Oh, pero lo es.
Prácticamente estaba jugando conmigo. La odié tanto por ello. Todavía me sentía débil y afectado por sus acciones, pronto reparé en que mi rostro quemaba y estaba despeinado. Y entonces vilumbré el flash de su cámara cuando estaba retrocediendo.
— ¿Qué estás haciendo? —pregunté enojado.
Allison tomó sus cosas y fue hasta la puerta.
— Chaito —se despidió con la mano y cerró.
No tenía los pensamientos nítidos aún como para seguirla, me quedé de pie con el objetivo de procesarlo todo, con el corazón aún latiendo fuertemente. Me desplomé en una silla que tenía cerca. Iba a bañarme conforme pisara la puerta de mi casa, tenía que quitar los rastros de sus manos toqueteándome.
Esa noche, pasé horas revolcándome en la cama y pensando en cómo quitar de mi mente a ella y todo lo que había hecho. Cómo fue que caí en su jueguito. Al día siguiente falté a la clase de derecho empresarial y me quedé en una de las bancas de los pasillos, para no tenerla cerca.
Me enojé conmigo mismo por perder el dominio sobre mí. Al ver a Rouse llegar, no pude evitar sentir cierta incomodidad.
— Ah, hola —le saludé—. ¿Cómo te fue en tus parciales?
Tomó asiento a mi costado.
— Aún me quedan dos, pero creo que voy bastante bien. ¿Tú no deberías estar en una clase a esta hora con Allison? —miró la hora en su teléfono.
Desvié la mirada al recordar los hechos anteriores. No quería admitir lo mucho que me había repercutido.
— No, hoy salí temprano. Es que no podía concentrarme en la clase —me excusé.
Rouse no insisitó mas, pero hasta a ella le extraña la afirmación que hice. ¿Yo? ¿Distraído con mis estudios? Si el verdadero propósito de esa desgraciada era bajar mi rendimiento, estaba empezando por un buen camino.
Me quedé charlando con Rouse de otras cosas para tratar de despejar mi mente, pero terminaba regresando a lo mismo. Allison salió de su clase y al pasar a nuestro lado, Rouse la llamó para acercarse a nosotros.
Se me revolvió el estómago.