---EMMA---
El taxi se detuvo frente a un edificio de ladrillo rojo en la 440 W 24th St. Bajé del auto sintiendo una mezcla de ansiedad y esperanza. Todo lo que tenía —física y emocionalmente— estaba dentro de una maleta azul que arrastraba conmigo, como una metáfora de los restos de mi vida pasada. Miré hacia arriba, hacia las ventanas que adornaban la fachada, y respiré profundamente. "Esto es", me dije. "Aquí empieza todo".
Mientras buscaba la puerta principal, una chica alta, de cabello castaño claro y ojos café cálidos, salió del edificio con una sonrisa despreocupada. La reconocí al instante: Celik Grahams. No sé por qué, pero en el momento en que la vi, supe que era ella. Había intercambiado algunos mensajes con Celik en línea, y lo que comenzó como una búsqueda de apartamento terminó llevándome a una entrevista de trabajo en Kensington Magazine. Nunca pensé que tuviera tanta suerte.
—¡Emma! —exclamó con entusiasmo, acercándose con pasos largos y enérgicos—. ¿Emma Edwards, verdad? ¡Sabía que llegarías hoy, pero no sabía que llegarías tan pronto!
—¡Celik! —respondí con una sonrisa genuina, sintiendo una extraña pero bienvenida sensación de alivio al verla—. Sí, soy yo. Perdón si llegué demasiado temprano...
—¡Para nada! —replicó, restándole importancia con un gesto de la mano—. Justo estaba a punto de salir a buscar café, pero qué bueno que te encontré. ¡Bienvenida a Nueva York! Ven, subamos.
Sin perder tiempo, tomó una de las asas de mi maleta y empezó a subir las escaleras. Yo la seguí, agradecida de no enfrentar sola ese primer obstáculo. Mientras ascendíamos por los peldaños de madera ligeramente crujientes, traté de absorber cada detalle a mi alrededor. El edificio olía a mezcla de madera vieja y café recién hecho, con esa energía vibrante que solo una ciudad como Nueva York podía ofrecer.
—Este lugar es mejor de lo que imaginé cuando lo vi en línea —comenté, queriendo iniciar una conversación.
Celik rió suavemente, girando la cabeza hacia mí por encima del hombro.
—Oh, espera a ver el apartamento. ¡Te va a encantar! —prometió con una sonrisa traviesa que hizo que mi curiosidad se encendiera aún más—. No es muy grande, pero tiene carácter.
Cuando llegamos al segundo piso, se detuvo frente a una puerta color turquesa con una corona de flores secas colgada en el centro. Sacó una llave del bolsillo de su chaqueta y la hizo girar en la cerradura con un clic satisfactorio.
—Aquí estamos —anunció con una nota de emoción mientras empujaba la puerta—. ¡Bienvenida a tu nuevo hogar!
Di un paso al interior, y lo primero que me golpeó fue la explosión de colores. Las paredes estaban pintadas en un tono suave de azul menta que daba una sensación de frescura y calma. Pero lo que realmente destacaba eran los muebles: un sofá lila en forma de L, cojines amarillos y una mesa de centro rosa con patas doradas. Las plantas en macetas colgaban de los estantes, y pequeños cuadros con frases motivadoras decoraban las paredes. Todo era alegre, acogedor y completamente opuesto al caos que había dejado en Dallas.
—¡Guau! —solté, incapaz de contener mi asombro—. Esto es increíble, Celik. ¿Tú decoraste todo esto?
Ella sonrió, un poco avergonzada pero satisfecha con mi reacción.
—Sí, bueno... soy fan de los colores vibrantes. Pensé que con un apartamento pequeño necesitábamos hacerlo sentir grande de alguna manera, ¿sabes?
—Lo lograste —admití, aún asimilando lo acogedor que se sentía el lugar—. Me encanta. Realmente me siento afortunada de haber encontrado este lugar... y a ti.
Celik rió con un aire cómplice y se dejó caer en el sofá lila, abrazando uno de los cojines amarillos contra su pecho.
—Créeme, la suerte fue mutua. Cuando vi tu mensaje en mi bandeja, para ser mi compañera, supe que encajarías aquí. Además, cuando me platicaste que tenías experiencia en editoriales, pensé que te vendría bien saber de la entrevista en Kensington Magazine. Es un lugar genial, Emma. Si te contratan, nos vamos a divertir mucho trabajando juntas.
Me senté a su lado, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, el universo me estaba sonriendo.
—No puedo agradecerte lo suficiente por eso, Celik. Ha sido un año difícil, y encontrar este apartamento... bueno, fue como encontrar un salvavidas en medio del océano.
Celik me miró con comprensión.
—No te preocupes, Emma. Nueva York tiene esa magia, ¿sabes? Te tira al abismo, pero justo antes de tocar fondo, te da algo o alguien que te hace flotar de nuevo.
Asentí, sabiendo que en esas palabras había una verdad profunda. Por primera vez en meses, sentí algo parecido a la esperanza. Nueva York, con todas sus promesas y desafíos, me daba la oportunidad de empezar de nuevo. Y en ese apartamento lleno de colores brillantes y posibilidades, sabía que estaba exactamente donde debía estar.
—Ven, te mostraré tu habitación. Sé que estás agotada del viaje, y quiero que veas dónde vas a dormir —anunció mientras se dirigía por un pasillo corto a la izquierda de la sala.
La seguí, sintiendo la emoción revoloteando en mi pecho. Celik se detuvo ante una puerta blanca y la empujó suavemente.
—Aquí tienes. —Se giró hacia mí con una sonrisa—. ¡Espero que te guste!
Entré y me detuve en seco, impresionada. La habitación era pequeña pero acogedora, con una vibra que me hizo sentir como si ya perteneciera allí. Las paredes eran de un tono suave entre crema y gris, decoradas con un par de cuadros abstractos que parecían pinceladas de libertad. Una cama tamaño matrimonial, vestida con ropa de cama blanca y una manta azul marino, estaba contra la pared principal. Frente a la cama había un pequeño escritorio de madera clara con una lámpara vintage, perfecta para las noches en las que tendría que escribir o editar artículos.
Celik señaló una repisa alta llena de libros y un perchero de metal donde colgaban algunas luces tipo guirnalda.
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Editado: 13.11.2024