Capítulo 1
El Astrea:
En las remotas Islas Shetland, las olas rompen suavemente contra las rocas, y el canto de las aves marinas es hermosa. Con el viento soplando fuerte, un grupo de focas se asolea sobre las rocas, ajenas a los pocos humanos que las observan desde la distancia.
En los prados y acantilados, la vista abarca el vasto océano y las islas cercanas, las ranas croan entre los juncos y, de repente, un ciervo aparece, pausando un instante antes de desaparecer tras un arbusto. Allí, una pequeña casita de piedra se asienta en la ladera de una colina, entre campos verdes salpicados de flores silvestres. La casita, de techos bajos y ventanas enmarcadas por madera pintada de negro, mira a un exterior desgastado por el viento y la lluvia. El estrecho sendero que lleva a la vivienda está flanqueado por un muro de piedras apiladas, y la vegetación que la resguarda se mueve suavemente, como si estuviera bajo un hechizo.
Justo allí vive una joven llamada Ava Vatel. Ella creía que su mundo era simplemente común y corriente. Sus padres, la señora Grace Vatel y el señor Jack Vatel, habían estado decididos a proteger a su hija del peligroso mundo de la magia. Así, Ava creció ajena a los destellos de magia que se movían a su alrededor, pensando que los trucos caseros de sus padres eran solo eso, trucos. Nunca hubo conversaciones sobre varitas mágicas ni pociones, los libros de hechizos fueron cuidadosamente escondidos en elevadas estanterías llenas de polvo añejo. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, en ocasiones Ava demostraba sus peculiares habilidades, pero rápidamente los Vatel las disfrazaban como coincidencias inusuales. Hasta que la magia que anida en la chica ya no pudiera ser contenida.
En la mañana de su decimosexto cumpleaños, una inusual sensación la despertó antes de lo habitual. Tuvo un sueño, un maravilloso sueño, donde flotaba en la inmensidad del universo. Vio las estrellas, los astros y los planetas pasar a toda prisa ante ella, hasta que repentinamente abrió los ojos. Estaba inquieta y aún estaba oscuro, sus padres dormían. Pudo confirmarlo al echar un vistazo a la puerta cerrada y escuchar los ronquidos de su padre.
Silenciosamente, bajó las escaleras y caminó por el pasillo hasta la cocina. Allí, la luz se encendió repentinamente, sorprendiéndola y enviando un escalofrío por su espalda. Volvió la cabeza hacia la entrada, pero allí no había nadie. Se asomó por la pequeña ventana encima del fregadero, pero solo estaba el campo y el sol que ya empezaba a asomar. Inhaló profundamente, intentando despejar sus pensamientos y convenciéndose de que eran meras tonterías. Buscó la tetera y la llenó de agua, mientras su mirada se perdía en el paisaje que se iluminaba lentamente. Absorta en el espectáculo del amanecer, hizo que el agua se desbordara. Cuando se acercó para calentar la tetera, la estufa se encendió sin que sus dedos la rozaran siquiera, provocando una oleada de sorpresa en ella, pero alzó los hombros con fingida indiferencia, intentando restar importancia a los extraños sucesos, aunque en su mente la incredulidad crecía. Eligió una hermosa taza de porcelana blanca y la colocó con delicadeza frente a ella sobre la mesa. Una idea fugaz y la curiosidad cruzaron por su mente. Detuvo la mirada en la tetera y la taza perfectamente alineadas. —¿Qué pasaría si los contemplara por unos instantes sin hacer nada más?—. Entonces, con un movimiento casi imperceptible, la tetera se elevó e inclinó para verter el agua humeante en la taza. Esta última se desplazó hacia la mano temblorosa de Ava, quien la soltó, dejando escapar un grito ahogado al mismo tiempo que escuchaba el sonido de la porcelana rota. El estruendo despertó a sus padres, pero no parecían tan sorprendidos como ella.
La cumpleañera, al presenciar tal manifestación de magia, quedó completamente atónita. Grace y Jack intercambiaron miradas llenas de preocupación, no podían seguir ocultándole la verdad a su hija. Era hora de que Ava descubriera quién era en realidad y el legado mágico que, como un caudaloso río, corría por sus venas. El mundo de la magia era real, y ella era parte de él.
Los Vatel se habían refugiado en el paralelo mundo humano, pues querían olvidar aquel lugar tan peligroso, aquellas aldeas de brujas y brujos que, antes de que aquellos "sucesos" tan tenebrosos ocurrieran, solían gozar de felicidad pura. En aquel entonces, y después de la desaparición del padre de Astrid, decidieron ocultar sus nombres y apellidos mágicos: Grace en realidad se llamaba Astrid y su padre, Dorian. El apellido de la familia era en realidad Lumar. Ahora ella lo sabía, su nombre era Nixia, Nixia Ava Lumar. Por eso, sus padres, en ocasiones, le llamaban Nix, lo cual ella pensaba que era una especie de mote cariñoso sin sentido alguno.
La joven y emocionada Nixia se sentía abrumada por una sola idea: ya no asistiría a la misma escuela que aquel misterioso chico que ocupaba sus pensamientos, un joven de tez pálida, cabello como la medianoche y unos ojos color ámbar que parecían, en ocasiones, brillar. Si bien vivían uno al lado del otro y él era su único vecino, parecía percibirla como un espectro errante que deambulaba a su alrededor. Cada vez que se cruzaban, su corazón se aceleraba descontroladamente, como si cientos de cuervos revolotearan dentro de su estómago, pero Arthur nunca alzaba la vista para posarla sobre ella. Lumar se levantaba temprano cada mañana, ansiosa por encontrarse con él en el camino hacia la escuela. El sendero se volvía un escenario lleno de encanto cuando ella se decidía a esperarlo pacientemente, sentada en el muro que bordeaba su trayecto diario. Cada día, Nixia seguía los pasos del muchacho, caminando detrás de él y manteniendo una distancia discreta, pero lo bastante cercana para sentir la emoción de estar cerca. Intentaba llamar su atención con discretas sonrisas y miradas, pero parecía que, sin importar sus esfuerzos por destacarse, él seguía su camino imperturbable, ajeno a la presencia constante de Nixia en su órbita. Ahora solo le quedaba la sensación de tener que olvidarlo, en medio del deseo de descubrir su verdadera identidad como bruja.
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Editado: 10.09.2024