Alnilam y la gran bruja

Prólogo

Los elegidos

Construido en las montañas de Cabelrai, el instituto Altaír, nombrado así por su fundador, enseña a los estudiantes sobre magia, poder, humanidad y oscuridad. Porque siempre ha sido bueno saber sobre aquello que acecha día a día. Aunque desde la última guerra, el mal no ha sido, raramente visto de nuevo. Con sus torres más altas que las montañas que lo rodean, todo ese majestuoso lugar es solo para los elegidos. Cuando la última hoja del árbol blanco cae, los habitantes de Cabelrai y sus alrededores se preparan para ser elegidos y cumplir su sueño de volverse magos poderosos, brujas malvadas, princesas hermosas, reyes sabios y villanos. Pero solo estando ahí, uno se da cuenta de quién es realmente.

Ella nunca había tenido curiosidad o interés en ese lugar. Jamás se había interesado en ser elegida. A diferencia de las chicas de su pequeño pueblo, todas ellas esperaban ser elegidas y deseaban ser princesas. Pero se preguntaba: ¿por qué ser una princesa si se puede ser una bruja poderosa? Gracias a su abuela, no se había dejado llevar por lo que se decía del instituto Altaír. Aunque no comprendía qué era lo que su abuela tenía en contra de ellos, incluso le había prohibido ir si resultaba elegida.

Había un rumor de que cuando uno es elegido, no puede evitarlo, y que si se intenta escapar de la elección, de una forma u otra, se termina allí. Aunque hacía cincuenta años que nadie en su pueblo había sido elegido, y la paz reinaba, nunca se sabía lo que podía suceder al día siguiente.

Hace un mes, los padres y habitantes de Algol se prepararon para proteger a sus hijos de un mal inminente. Días después del caos y pánico que alteraron a la pequeña población de Algol, se envió a un caballero de porte elegante en un caballo blanco y de plateada cabellera para avisar que el director del instituto Altaír había elegido a cuatro hombres jóvenes y mujeres también para ir al instituto y convertirlos en héroes, príncipes y princesas, brujas y magos, o villanos. Sin embargo, el pobre hombre fue recibido con hostilidad y él y su hermoso corcel apenas escaparon del pueblo. Desde entonces, a ella se le prohibió salir de casa sin la compañía de alguien.

Aun así, había logrado escapar de la vigilancia de su padre y volvía todas las noches al árbol del dragón, un árbol único en su especie, con un tronco blanco y hojas de un color rojo intenso, como si sangre brotara de sus ramas. Desde pequeña, le gustaba escalarlo y subir a la rama más alta para admirar el hermoso vacío de la pradera. Había estado agregando libros y dibujos mientras pasaba tiempo allí, y le resultaba difícil dejarlo por algo que no creía que sucedería, aunque su padre estuviera muy seguro de que ella sería una de las elegidas.

¿Qué virtudes la harían una de las elegidas? No era ni buena ni mala, así que no sería ni princesa ni bruja, mucho menos heroína. ¿Qué haría que el director se fijara en una chica cruelmente normal, cuya única habilidad era escalar un árbol? Se había subestimado a sí misma, pero ahora estaba allí, observando atónita su rostro entre los elegidos. Todo el mundo hablaría de ella. Inés había hecho un escándalo al no ser elegida, y todas las miradas se dirigían hacia ella al ver que, sospechosamente, había sido la única mujer elegida junto a los cuatro chicos. Esta situación, más que enfurecerla, le había dado miedo.

—Papá —dijo, quedándose sin aire.

—No te preocupes, hija, no te dejaré ir —le respondió su padre mientras observaba ceñudo su foto en el anuncio.

—¿Y si me secuestran?

—Solo son viejos cuentos para niños, el director no hace eso —dijo él, no muy convencido.

—¡Papá, tengo miedo, no quiero irme! —dijo con desesperación.

—Todos los años hemos visto las caravanas de elegidos ir hacia las montañas a encontrar su destino. Ya me había desilusionado al pensar que nadie de este pueblucho sería elegido. ¡Felicitaciones, Theo! —el señor Thierry, el alcalde, se acercó a su padre para felicitarlo.

—¿Y qué de bueno tienen esas elecciones? ¿Y si alguien no desea ser elegido? —dijo ella, aún sintiendo como si le faltara el aire.

—Nadie se ha quejado de ser elegido —le contestó el señor Thierry.

—¿Por qué de todas las chicas tenía que ser solo yo? —cerró los ojos y los apretó mientras negaba con la cabeza.

Sentía miedo, nervios, y un dolor punzante comenzaba a aparecer en sus sienes solo de pensar en que había sido elegida. No entendía qué estaba sucediendo. ¿Por qué la eligieron a ella? ¿Por qué la elegirían a ella?




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