Alpes

Capítulo 8: El shock interior

Catherine dio la espalda al equipo y se quedó mirando la nieve helada y el hielo envueltos por el viento gélido. El viento soplaba con fuerza, como si quisiera recordarle que no olvidara que la muerte podía llegar en cualquier momento. Tenía la respiración entrecortada, pero su mente era un caos como un montón de basura. Obviamente, estaba acostumbrada a este tipo de ambiente, pero cuando llegaba aquí, a su corazón siempre se superponía algún tipo de extraña pesadez.

──Katherine, ¿cómo te va? La voz de Noah llegó desde atrás, sin rastro de calidez.

Ella no contestó. Su mano agarraba el punzón con tanta fuerza que las yemas de los dedos estaban a punto de ponerse blancas. Sentía el pecho cada vez más apretado, los latidos del corazón cada vez más agitados. Aquellos recuerdos de pesadilla llegaban en oleadas: los miembros del equipo desplomándose uno a uno, gritando su nombre, mirándola fijamente en la muerte, suplicándole que los salvara. Reprimió las ganas de vomitar y cerró los ojos, intentando mantener la calma.

──¿Catherine? ¿Me oyes? La voz de Noah era impaciente y cortaba el silencio como un cuchillo.

Ella se dio la vuelta. En ese instante, el pánico en sus ojos casi la consumió. No quería que Noah viera esa faceta suya, pero el dolor que brotó de su interior la hizo perder el control.

──¿Quién eres tú para hablar de mí? Ni siquiera entiendes ...... Sus palabras salieron con voz ronca, y en sus ojos brillaban lágrimas, como si ella misma no creyera que estuvieran saliendo de su boca.

Noah se quedó inmóvil un momento, como si no hubiera esperado que ella reaccionara así. Tras unos segundos de silencio, bajó la cabeza, con los ojos fijos en el suelo, y dijo con frialdad:

──Sólo digo la verdad, Catherine. Ya sabes, el error de juicio que provocó aquel accidente.

Su rostro palideció al instante, como si la hubieran golpeado con un puño ahogado. Sus labios empezaron a temblar como si fueran a desplomarse en el segundo siguiente. Respiró hondo e intentó que su voz fuera menos débil:

──Llevo tres años culpándome a mí misma en ....... Sólo me queda el fracaso.

Noah no dijo nada más, se quedó callado. Probablemente pensando que ya había dicho bastante. El corazón de Catherine, sin embargo, era como abrir una puerta y dejar entrar aquellas interminables mareas de oscuridad. Bajó la cabeza y cerró los ojos, resistiendo las ganas de llorar.

Al cabo de un rato, Max se acercó. Se quedó a poca distancia, observando la espalda de Catherine con preocupación en los ojos. Catherine no quería a nadie más cerca, especialmente a Max. Pero oyó su voz de todos modos.

──Catherine, ¿estás bien?

Ella echó la cabeza hacia atrás, sintiéndose de repente un poco molesta. No quería que la vieran y no quería que le preguntaran «¿Estás bien?» como si fuera una frágil muñeca de cristal.

──¿Por qué estás aquí? Su tono era frío, incluso distante, como si no quisiera que él viera su debilidad.

Impasible, Max permaneció de pie, con la mirada firme. El tipo de mirada directa que parecía penetrar su caparazón y ver sus miedos y vulnerabilidades más profundos.

──Katherine, sé que te estás conteniendo, sé que te estás reprimiendo, pero no tienes por qué soportar esto sola. Sus palabras eran bajas, pero inusualmente firmes.

Los latidos del corazón de Catherine se aceleraron, como traspasados por una aguja, y de repente tuvo la sensación de ser atravesada. El Max que tenía delante, claramente sólo una cara tranquila, pero en un momento dado, tiró de la cuerda más oculta de su corazón. Habló en voz baja:

──No lo entiendes, yo ...... no puedo olvidar sus muertes.

──Lo sé. Max asintió, en voz baja pero sin ninguna compasión. ──Pero no tienes que cargar con esto sola. Nos tienes a nosotros.

Catherine se paralizó y bajó la cabeza, su mirada se posó en los picahielos que aferraba, la frialdad en sus dedos la calmó ligeramente. Sabía que no podía seguir así: insistir en el dolor del pasado sólo acabaría conduciéndola a un callejón sin salida.

──Me pondré mejor. Susurró, con una firmeza a regañadientes en el tono, como si se lo estuviera diciendo a sí misma y como si se lo estuviera diciendo a Max delante de ella.

Max asintió, con un destello de ternura en los ojos, pero no dijo nada más. Catherine lo miró, con una fuerza reconfortante brotando inexplicablemente de su interior. Exhaló suavemente, relajándose un poco.

Luego buscó en el bolsillo de su abrigo y encontró la carta. El papel estaba un poco caliente en su mano, y el temblor de sus dedos al abrirla reveló su nerviosismo. La letra de la carta hizo que su corazón latiera más deprisa, y un corazón lleno de preguntas comenzó a surgir. Nunca había conocido realmente a Max ni a su familia, y ahora sabía que no podía seguir ignorándolo.

──Tengo algunas preguntas sobre ti y tu familia. La mirada de Catherine se dirigió directamente a él, ──Esa carta, ¿de qué trataba? ¿Qué es exactamente lo que tienes en mente?

Max se paralizó un poco, luego recuperó la compostura y contestó en voz baja:

──Catherine, la carta es sólo parte de un acuerdo entre las familias, y no quiero que te involucres.

──No quiero oír excusas. Catherine frunció el ceño, con el corazón ardiendo, pero la boca fría como el hielo: ──Necesito saberlo todo. ¿Tuviste elección? ¿O todo se puso en marcha?

Los ojos de Max se detuvieron en su rostro durante unos segundos, pareciendo un poco consternados, antes de susurrar finalmente:

──Lo sabrás, Catherine. Pero ahora no.

Catherine le miró fijamente, con la mente llena de preguntas e inquietud. Sabia que se habia dejado atrapar por los entresijos de la situacion. Ahora, lo único que podía hacer era obligarse a seguir adelante hasta que se revelara la verdad de todo aquello.




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